El mundo clásico desde la mirada femenina: Margaret Fuller, Mary Shelley y George Eliot.
Desde tiempos de Chaucer la literatura inglesa ha demostrado ser una de las principales receptoras de la cultura grecolatina, que ha entrado a formar parte de la ficción anglosajona de muy diversas épocas. Sin embargo, el mundo clásico no siempre se ha visto desde una misma perspectiva, pues, según las circunstancias históricas de cada momento, ha cambiado la interpretación de los mitos, la lectura de ciertas obras, e incluso el gusto por determinados autores. Generalmente, el principal medio de transmisión de la cultura clásica lo han constituido los ámbitos académicos, como la escuela, la universidad o la Iglesia, que desde la caída del Imperio Romano se convirtió en la depositaria de todo su legado cultural. Sin embargo, como una suerte de intrahistoria, las literaturas de Grecia y Roma también han sido leídas fuera de estos espacios intelectuales, más o menos furtivamente. Lejos de los cánones escolares, la selección de obras y autores que se lleva a cabo en los ámbitos no académicos está dirigida por nuevos criterios, más cercanos al gusto personal y subjetivo de los lectores que a una valoración convenida por estamentos académicos. Se crea así un nuevo canon en el que se descubren autores raros y decadentes, y reaparecen autores consagrados enfocados desde un nuevo punto de vista. Partiendo de esta hipótesis, en este estudio me propongo analizar las características del mundo clásico (y, más concretamente, de la literatura grecolatina) transmitido a través de lo que llamaremos vías alteracadémicas, así como las diferencias que este nuevo canon tiene con respecto al tradicional, generado en ámbitos académicos.
Nota sobre el texto.
Para facilitar la lectura de este estudio, proporciono a continuación algunas aclaraciones sobre la bibliografía y las abreviaturas empleadas.
Para las referencias a textos griegos he empleado las abreviaturas establecidas en el Greek-English Lexicon de Liddle & Scott. Para las referencias a textos latinos he empleado las abreviaturas establecidas en el Diccionario Latino, fascículo 0 (AA. VV.) editado por el C. S. I. C. Tanto en griego como en latín, los libros, capítulos y apartados vienen siempre indicados con numeración arábiga. A pie de página están incluidas las traducciones de todas las citas (de obras clásicas y modernas), salvo aquellas que ya estén en el pie de página. En las traducciones se señalará el año de la traducción y la página de la cita, junto con el nombre del traductor. Son mías todas las traducciones en las que no aparezca otra referencia.
Para la referencias a los textos modernos, se seguirá el estilo de Harvard, esto es, el apellido del autor seguido de la fecha y la(s) página(s) entre paréntesis (i. e., Knight, 1998:225). También se empleará este método para citar las ediciones modernas de las obras del siglo xix, cuyas fechas originales quedan indicadas en la bibliografía.
A veces no se reproduce una cita completa. En estos casos, las omisiones se señalarán siempre con tres puntos suspensivos entre paréntesis, a excepción de las citas en inglés, donde las omisiones se señalarán sólo con tres puntos suspensivos.
Los términos en latín u otro idioma diferente al castellano están en cursiva. En la medida de lo posible, se ha mantenido la grafía griega para los términos en griego. Para la transcripción de los nombres griegos, se ha seguido el manual de Fernández Galiano, La transcripción castellana de los nombres propios griegos (1969).
En la bibliografía se recogen tanto las obras citadas a lo largo del libro como los manuales que se han consultado. Asimismo, se especifican en sendos apartados los textos clásicos empleados y las traducciones de estos textos clásicos. Las referencias a recursos electrónicos, como páginas web, están recogidas a lo largo del libro, donde se especifica también la fecha de consulta.