Rutas

¡¡Felicidades Bélgica!! casi 200 años

Bélgica-brujas

Aunque parece que nuestros vecinos de Europa han existido desde siempre, algunos países tienen fecha de nacimiento. Es el caso de Bélgica que se independizó el 4 de octubre de 1830; es decir, hace ahora 190 años. 

A pesar de que Bélgica ha cumplido en 2020  “sólo” 190 años, lógicamente su historia es tan antigua como la del viejo continente; lo que sucede es que esta tierra fue siempre el campo de batalla favorito de todas las potencias europeas: desde los tiempos de los “belgas” -el pueblo celta que le dio su nombre- hasta la ocupación nazi del siglo XX; por aquí han pasado romanos, francos, borgoñones, españoles, alemanes, austriacos, holandeses… y se han librado contiendas tan decisivas para la Historia, con mayúsculas, como Waterloo, contra Napoleón, o Las Ardenas, en la II Guerra Mundial.

En 1815, el Congreso de Viena acordó unificar las actuales Bélgica y Holanda en un nuevo país -el Reino de los Países Bajos- bajo el trono de Guillermo de Orange, pero la unión de católicos y protestantes apenas duró 15 años hasta que las provincias del Sur se revelaron, con el apoyo de Francia, y proclamaron su independencia en 1830. Había nacido Bélgica, tal y como hoy la conocemos.

En la actualidad, este pequeño país -poco más grande que Galicia- refleja a la perfección las influencias recibidas por su situación geográfica, a medio camino entre las culturas latina y germánica. Fruto de esa influencia, como establece la Constitución de 1993, el Estado Federal está compuesto por tres comunidades -francesa, flamenca y alemana- y tres regiones: Valonia -situada al sur; es la parte francófona y la más parecida a nuestro carácter mediterráneo, al fin y al cabo, los valones presumen de ser los latinos que viven más al norte; está formada por las provincias de Hainaut, Namur, Lieja, el Brabante valón y Luxemburgo, en el límite con el Gran Ducado homónimo-; Flandes -al norte, en la frontera con Holanda, es la región de origen neerlandés que nuestros libros del colegio asocian con los tercios y el Duque de Alba; está formada por las provincias de Flandes Occidental (Brujas), Flandes Oriental (Gante), Amberes, Limburgo y el Brabante flamenco- y, finalmente, Bruselas: la capital multilingüe del país y de la Unión Europea, sede de la OTAN y de numerosos organismos internacionales que la convierten en una curiosa torre de Babel donde un 27% de los bruselenses son extranjeros.

Notará la diferencia de carácter entre valones y flamencos en cuanto viaje por las dos regiones hasta el punto de que, en Flandes, es más fácil hacerse entender en inglés e incluso en castellano -cosas de la vida, muchos veranean por aquí- que en francés; mientras que en Valonia, con su acento francés tan cerrado a veces es difícil simplemente hacerse entender; aún así, las dos comunidades comparten monarquía, la pasión por los bombones de chocolate, la cerveza de abadía -aunque es verdad que los egipcios fermentaban cereales para elaborar bebidas, fueron los belgas quienes inventaron la cerveza en el siglo XII y los que hoy le ofrecen 400 marcas distintas- y un sambenito que cargan como una cruz: si nosotros hacemos chistes sobre Lepe, media Europa se burla de ellos, especialmente los franceses y holandeses, con bromas que comienzan por el consabido “Van dos belgas y…”. Según los parisinos, Bélgica inventó la taza del váter y en París le pusieron el agujero. En fin. Cada uno carga su propio madero. Nosotros siempre seremos toreros e inquisidores.

Un dato estadístico nos ayudará a decidir cómo recorrer este país: el 30% de las autopistas belgas tienen más de dos carriles en cada sentido; si a eso le añadimos que son gratuitas, prácticamente llanas -salvo en Las Ardenas- y que están iluminadas toda la noche por farolas acabamos de elegir nuestro transporte: el coche.

Valonia.

La mayor parte de los viajes organizados y de las guías de consulta suelen centrarse en Bruselas y Brujas y, en menor medida, en Gante, porque está a medio camino entre esas ciudades, y Amberes, si el circuito continúa hacia Ámsterdam o La Haya; así que, para casi todo el mundo que visita Bélgica, la Valonia es una perfecta desconocida.

Namur (Namur, en francés; Namen, en flamenco) es su capital y está situada a 63 km. de Bruselas, por la A-4, y a tan solo 36 km. de Charleroi, por la A-15. Aunque sólo tiene 100.000 habitantes, la ciudad atesora más de 2.000 años de historia y el aspecto tranquilo de una localidad de provincias. El jardín del muelle Grognon, en plena confluencia de los ríos Mosa y Sambre, es un buen lugar para aparcar el coche y conocerla a pie. De frente, veremos el edificio granate del Parlamento Valón a los pies de la ciudadela, uno de los recintos fortificados más largos de Europa que puede recorrer siguiendo cinco senderos distintos para visitar el Castillo de los Condes, la casamata española, el museo arqueológico de Saint-Pierre o el curioso museo dedicado a los perfumes de Guy Delforge. Desde cualquiera de sus miradores verá la ciudad moderna, en la orilla derecha del Mosa, y el casco antiguo, junto al Sambre.

Castillo de jehay-bodegnéeLos Condes de Namur desarrollaron la ciudad durante la Edad Media hasta que pasó a formar parte de Borgoña y, posteriormente, fue ocupada por España y Austria. En la actualidad, el centro de la ciudad mantiene casi intacto su aspecto dieciochesco con edificios como el Museo Arqueológico, la Bolsa o el Teatro Real. Como curiosidades, no deje de probar el sempiterno chocolate -en este caso con mantequilla y nueces- y visitar el Museo Africano, recuerdo del pasado colonial en el Congo, y los castillos del “Pays de Namur”; no son los del Valle del Loira, lo reconozco, pero también tienen su propio encanto, por ejemplo, la fortaleza de Crupet o los palacetes de Haltinne o Jallet y, ya cerca de Lieja, el vistoso castillo de Jehay-Bodegnée. Eso sí, ármese de paciencia porque los indicadores de las carreteras no se merecen ese nombre.

A 58 km. de Namur está Lieja (Liège/Luik); una provincia que puede presumir de los campos, prados y bosques que cubren el 70% de su territorio, algo que no es óbice para encontrarnos en una de las provincias belgas más industrializadas (carbón, metalurgia, textil, etc.). Su capital, llamada “la ciudad ardiente”, se ha convertido en un importante eje de comunicaciones que vertebra todo el Benelux. Entre su patrimonio podemos visitar el antiguo Palacio de los Obispos -sede del Gobierno provincial- en la Plaza St. Lambert, la Ópera o la recoleta catedral gótica de St. Paul. Desgraciadamente, Lieja fue primera línea del frente de las dos guerras mundiales; por ese motivo, encontrará muchos testimonios de las contiendas como los fuertes de Eben-Ezer y Embourg, el monumento interaliado o el “Territorio de la Memoria”.

Los bosques de Las Ardenas que Casanova describió como “inmensos y propicios para historias de Caballería” también acogen el que los especialistas deportivos consideran como “uno de los mejores circuitos del calendario mundial”: Francorchamps. Gracias a Fernando Alonso y la fiebre de la Fórmula 1, la pista de carreras de la ciudad de Spa se ha convertido en un verdadero reclamo turístico para toda esta comarca famosa, ya de por si, por sus aguas medicinales y los balnearios. Al fin y al cabo, Spa significa “Salutem Per Acquam” y sus tratamientos termales llevan muchos siglos atrayendo a lo mejor de la aristocracia y nobleza de media Europa.

Valonia le ofrece, además, la posibilidad de visitar dos de las mejores fábricas de cerveza -la “Leffe” en Dinant, a 28 km. al sur de Namur; y la de Chimay, al sur de Charleroi, en dirección a Francia- y disfrutar de monumentos como la impresionante catedral románica de Tournai o la colegiata de Sta. Gertrudis de Nivelles; en ambos casos, reconozco que estoy tan acostumbrado al aspecto sobrio y austero de nuestro románico que no deja de sorprenderme la grandiosidad de unos templos que en España sólo habríamos asociado a la estilizada traza del gótico.

Bruselas (Bruxelles/Brussel).

La capital de la Unión Europea y sede del cuartel general de la OTAN es mucho más asequible y fácil de visitar de lo que parece a primera vista; sobre todo si tenemos en cuenta que, día tras día, la vemos en cualquier telediario y parece una gigantesca ciudad de funcionarios. La realidad es mucho más acogedora que la imagen que ofrece por televisión.

Bruselas atómium 2-BélgicaEn menos de un siglo, Bruselas pasó de tener 100.000 habitantes a reunir cerca de un millón de personas en torno a los 19 municipios agrupados en la región de Bruselas-Capital. Aun así, salvo que visite la zona del Cincuentenario o del Atómium en Heysel, la capital belga se recorre muy bien a pie porque no hay grandes distancias.

La visita comienza, como no podía ser de otro modo, en la Plaza Mayor (Grand Place/Grote Markt); probablemente, uno de los rincones más hermosos de Europa. La plaza está presidida por el edificio del Ayuntamiento, un conjunto muy cercano a la estética de las grandes catedrales góticas del siglo XV; enfrente, la llamada Casa del Rey es la sede del guardarropa donde se conservan todos los trajes del Ménneken Pis; la famosa escultura del niño que, según la leyenda, apagó un incendio en 1691 meando sobre las llamas. La escultura es tan pequeña que más de uno se la pasa de largo. Para localizarla, basta con ir detrás de la casa consistorial y seguir al tumulto de japoneses que la iluminan con sus cámaras de fotos. Como es tradición, cada día se viste al niño con un traje distinto.

De vuelta a la Plaza Mayor, la cuidada reconstrucción de sus viviendas nos cuenta sus propias historias relacionadas con los tercios de Flandes, la casa de Víctor Hugo o el bar donde Kart Marx escribió su manifiesto. Detrás de la Casa del Rey están las Galerías Saint-Hubert, las más antiguas del continente, y la Rue des Bouchers, llena de animadas terrazas y restaurantes donde podrá pedir un menú por unos 10 euros, comer los típicos mejillones y beber una “Stella Artois” o la cerveza de sabores “Mort Subite”. Un lujo al alcance de cualquier bolsillo y en pleno centro de la ciudad. Y como estamos en la capital de Europa, no puede salir del centro histórico sin probar las especialidades de otros países -como las pitas griegas, las pizzas italianas, los falafeles turcos e incluso nuestra típica paella- y comprar algún recuerdo con la bandera de las doce estrellas amarillas.

Si damos la espalda al Ayuntamiento, saliendo a la izquierda de la Plaza llegaremos al edificio neoclásico de la Bolsa y las ruinas medievales de la ciudad; en cambio, por el extremo contrario, si sobrevive al escaparate de “Godiva” sin caer en la tentación de arrasar la bombonería saldremos en un par de minutos a la catedral de san Miguel y santa Gúdula, muy afeada por el entorno que le han diseñado eliminando los jardines que había delante del templo. A escasos metros, detrás de la estación central, comienza la famosa Rue de la Loi donde se concentran las embajadas y organismos oficiales y que termina en el Barrio Europeo. De esta zona creo que sólo merece la pena el parque y el arco del palacio del Cincuentenario (en conmemoración de los 50 años que cumplió Bélgica en 1880); el resto, son las sedes de la Unión Europea de la Plaza Schuman, conocidas porque aparecen de fondo en cualquier reunión de los líderes comunitarios.

De regreso al Parque de Bruselas, delante de la estación central, verá el Palacio Real; la Plaza Real con sus Museos de Arte Antiguo y Moderno; y, por la Rue de la Regence, acabará en la Plaza de Sablon, rodeado de pequeñas tiendas de antigüedades y restaurantes llenos de encanto. Terminaremos la vista de este barrio de Marolles en la Puerta de Hal, del siglo XIV.

Con el coche, la “M-30” de Bruselas se llama “R0” y circunvala toda la ciudad; sólo tiene que seguir los carteles de “EXPO” para llegar a Heysel, el área de recreo de los bruselenses que hace unos años se hizo famoso por una avalancha humana en el estadio de fútbol. A su lado, se levantó el Atómium, auténtico emblema de la ciudad que representa, desde 1958, una molécula de cristal de hierro aumentada 165 billones de veces. El parque de las exposiciones se completa en los alrededores con el enorme Museo del Automóvil; la agradecida “Mini Europe”, con maquetas de los edificios más turísticos del continente; el parque de Laeken y la gran cúpula verde de la basílica de Koelkelberg. Desde allí, la autopista A-10 que cruza en diagonal hasta Ostende, en la costa del Mar del Norte, nos llevará a lo más conocido de la región flamenca.

Flandes.

Gante (Gand/Gent) fue una de las ciudades más importantes de Europa en el siglo XVI, cuando nació aquí el nieto de los Reyes Católicos que se convertiría en el emperador Carlos I de España y V de Alemania, en 1500. De aquella época, la capital de Flandes Oriental conserva aún todo el sabor de los gremios comerciales que le dieron su esplendor; un patrimonio único, injustamente eclipsado por la vecina Brujas.

Namur el río mosaLa mejor imagen de la ciudad se obtiene desde el puente de san Miguel; desde allí se pueden ver los tres símbolos de Gante que conforman su particular línea del cielo: el campanario de la catedral de san Bavón, un templo de transición gótico-barroco donde bautizaron al emperador Carlos y que atesora, en el baptisterio, el espléndido cuadro de Van Eyck “La adoración del Cordero Místico”; la torre del Belfort, típica construcción de muchas ciudades belgas que representa el poder de los gremios comerciales, de ahí que se levantara junto a la llamada Sala de los Tejidos; y, por último, la iglesia de san Nicolás.

Sin salir de este puente, una pequeña escalera desciende a los muelles (lei) de herboristas (Graslei) y de los graneros (Korenlei); un magnífico paseo por edificios de los siglos XII a XVII que se reflejan en las aguas del Leie. Al final del Graslei, donde confluyen los ríos Leie y Lieve, Gante castillo de los condes-los Condes de Gante levantaron en el siglo XII un castillo con foso y claras referencias a las fortalezas cruzadas de Tierra Santa. El resultado fue el Gravensteen o Roca de los Condes, un soberbio baluarte digno de cualquier escena de la Edad Media que, actualmente, alberga una curiosa exposición de útiles de tortura. El resto de la ciudad ofrece numerosos alicientes como el barrio de Partershol, un buen lugar para comer, o la Plaza del Mercado de los Viernes.

A 50 km. de Gante -como ve, las distancias son mínimas- se encuentra la capital de Flandes Occidental. Siempre me ha parecido injusto que esta ciudad reciba el sobrenombre de “La Venecia del Norte”. Brujas tiene suficiente personalidad como para ser conocida -y admirada- por lo que es: uno de esos lugares que todo el mundo debería conocer.

Brujas los canales-BélgicaBrujas (Bruges/Brugge) hay que patearla; así que, deje el coche en uno de los aparcamientos disuasorios de las afueras o en alguna calle con el tique de la ORA puesto y pasee hacia la Plaza Mayor. Entre los siglos XIII y XV los comerciantes de esta próspera ciudad levantaron una poderosa atalaya sobre la Lonja de Paños para demostrar su poder. El resultado de aquel empeño fue la impresionante Torre (Belfort) que domina la plaza y que, aunque sé que las comparaciones son odiosas, desde que vi “El Señor de los Anillos” me recuerda inevitablemente a la Torre Oscura de Mordor. Cosas de la imaginación, supongo.

En la Edad Media era tal el poder de la clase burguesa sobre los obispos que, a diferencia de otros lugares, el desarrollo urbano de Brujas giró en torno a la Plaza Mayor y su atalaya en lugar de crecer cerca de la sede episcopal; por ese motivo, la catedral de san Salvador ocupa un lugar secundario, sin dominar la ciudad como ocurre en Burgos, Chartres o Florencia. En los alrededores de las plazas Mayor y del Fortín (Burg) encontraremos la basílica de la Preciosa Sangre, con esta reliquia de Cristo; el Parlamento regional, el Ayuntamiento y muchas tiendas de recuerdos con el típico encaje de bolillos, terrazas para tomar un aperitivo y embarcaderos para disfrutar de un paseo en barca por los canales de Brujas y ver otra cara de la ciudad a ras del agua. Si el tiempo acompaña, también puede salir en bicicleta por los senderos que rodean los canales (reien) y llegar hasta el mar.

De regreso por la A10 a Gante, allí nos desviaremos por la A14 hacia Amberes (Anvers/Antwerpen), uno de los puertos comerciales más activos de Europa. Su industria, muy dinámica, está íntimamente relacionada con el negocio de los diamantes; tanto que sólo Amberes mueve el 80% de la producción mundial. Pero, más allá del factor económico, la ciudad conserva un gran legado artístico relacionado con nombres propios del arte como Rubens, Brueghel o Van Dick y con el humanismo que se divulgó desde sus imprentas. Recordemos que fue aquí donde se publicó el primer semanario del mundo en 1605, el mismo año que se editó la primera parte de “El Quijote”, fue un periódico de información general llamado “Nieuwe Tijdenghen”.

Según una leyenda local, el héroe Brabo cortó la mano al malvado Antigon lanzándola al río Escalda y dando nombre a este lugar que, en neerlandés, se llama Ant-werpen (mano lanzada).

El patrimonio amberino está ligado a lo mejor de la pintura flamenca de todos los tiempos y es casi imposible visitar cualquier monumento donde no estén presentes los cuadros de los grandes maestros. Como ocurre en otras ciudades de Flandes, los edificios civiles reflejan el poder de los comerciantes que hicieron posible el desarrollo mercantil flamenco; de ahí que la Plaza Mayor sea, una ve más, un magnífico escenario rodeado de casas gremiales de los siglos XVI y XVII. Todo ello sin olvidar el Ayuntamiento, la Casa de Rubens y la catedral de Nuestra Señora, obra gótica del siglo XV construida según el estilo brabazón; el gótico de la región de Brabante.

Lovaina (Louvain/Leuven) es, precisamente, la capital brabanzona de Flandes y la ciudad universitaria por excelencia de toda Bélgica, gracias a un pasado ligado a personajes tan ilustres como Erasmo de Rótterdam. Su espectacular Ayuntamiento gótico, construido en apenas 15 años, parece una labor de orfebres que imita un relicario lleno de pequeñas torrecillas.

Malinas catedral-BélgicaEquidistante, a 25 km. de Amberes, Lovaina y Bruselas está Malinas (Malines/Mechelen); la capital religiosa del país. La inacabada torre de la catedral de san Romualdo, de casi 100 metros de altura, es famosa por sus carillones hasta el punto de que la ciudad tiene una escuela de concertistas de carillón. Entre su rico patrimonio destacan las fachadas del casco antiguo, del siglo XVI, cuando Malinas fue la capital de los Países Bajos borgoñones; y los beaterios, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que fueron construidos entre los siglos XIII y XVII por los arzobispos belgas como residencias de beatas.

Bélgica le ofrece mucho más que lo que aquí se ha mencionado sucintamente. La celebración de estos dos aniversarios puede ser el momento perfecto para venir a conocer este país y descubrir el corazón de Europa.

Algunas webs de interés:

https://www.brugge.be/

https://stad.gent/nl

https://www.visitflanders.com/es/?country=es_ES

Autor: Carlos Pérez Vaquero
Fotografías: Natalia Ramos y Leandro Escudero

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