Desde que el hombre primitivo comenzó a domesticar los animales, sintió la necesidad de marcar el ganado, como distintivo o identificación de pertenencia, para distinguirlos de los de sus vecinos, en caso de que se mezclase, y por evitar el robo.
Hoy en día existen dos razones básicas por las que se debe marcar el ganado, una es para que el dueño lo identifique y la otra es controlar la productividad de las reses. Las marcas están reglamentadas por ley y deben registrarse.
La marcación a fuego es el método más común y para ello se utiliza un instrumento llamado hierro que se calienta al rojo vivo y se presiona en el ganado.
Uno ejemplo de ellos es el que muestra el Museo. Consta de un mango de madera para evitar la transferencia de temperaturas, permaneciendo frío mientras que el hierro está candente. En el extremo opuesto aparecen las iniciales AV.
Por lo general, esta marca consistía en las iniciales del propietario, aunque no siempre es así, pues, a veces, se recurre al nombre de la finca, a algún juego de palabras con el nombre y/o apellido del ganadero, etc. En caso de que el ganadero pertenezca a la nobleza, puede cargarla con la corona correspondiente a su título; si se trata de ganaderías vinculadas a la Iglesia, con una cruz. Estas dos figuras, corona y cruz, no obstante, son empleadas por ganaderos que no cumplen tal condición, bien porque les guste, bien por alguna relación por lejana que sea, con las normas citadas.
El animal ha de estar inmovilizado y la aplicación debe durar poco tiempo siendo la mejor zona de marcación la que posee una adecuada masa muscular.
El sistema de marcar el ganado, además de que debe ser un método cómodo y fácil, debe ser no dañino para el animal, claro y fácil de identificar, perdurable en el tiempo, difícil de falsificar, marca única y de dimensiones apropiadas, no más de 10 cm.
Esta pieza fue donada al Museo por Francisco González Santana.
Museo de Olivenza