Palacio de Cervelló. Valencia.
En uno de los laterales de la Plaza de Tetuán frente a Capitanía General y el Convento de Santo Domingo, se alza discreto pero elegante el Palacio de Cervelló. Si tuviéramos que describir en pocas palabras la vida de este edificio, diríamos que vive y vivió entre luces y sombras. La metáfora se entiende en parte al visitar las dos salas acondicionadas en la planta baja del palacio entorno al gran patio de entrada. Si entramos en la primera, titulada Palau de Cervelló, nos vemos inmersos en una atmósfera artificial que pretende trasportarnos evocadoramente a la época más ilustre vivida por el palacio. Guiados entre las sombras por haces de luz, vamos descubriendo los momentos más importantes que entre estos muros tuvieron lugar durante el siglo XIX, su época de máximo esplendor. La destrucción durante la invasión francesa del antiguo Palacio Real, motivó la designación de la casa de los Cervelló como residencia real durante las visitas que a la ciudad de Valencia realizaban los reyes de España. Así pues, ordenados cronológicamente, en la primera estancia encontramos al Mariscal Suchet que fue inquilino del palacio hasta 1813, año en que las tropas francesas abandonaron la ciudad. Tras el fin de la guerra Fernando VII regresaba a España y desde este palacio proclamaba la abolición de la Constitución de 1812, restaurando así la monarquía absoluta. Otro de los acontecimientos clave de la vida política española de esta centuria, la renuncia de la regencia por parte de Maria Cristina en favor de Espartero, sucedió también entre estos muros. De mayor relevancia social que política fueron las sucesivas visitas que Isabel II brindó a la ciudad, a destacar la estancia que realizó cuando Valencia le rindió homenaje tras el nacimiento del Príncipe de Asturias, el futuro Alfonso XII. El último monarca acogido en el palacio fue Amadeo de Saboya a quien se dedica la última sala.
Tras este paseo por la historia acompañados por la refinada música de Boccherini, regresamos a la claridad del patio desde donde se accede a la sala titulada Tresor de la Memoria. En este otro ambiente, tan evocador como el anterior, podemos comprender porqué el Archivo Histórico Municipal es uno de los más completos, ricos y mejor conservados de los archivos municipales de Europa. Bajo el lema verbo volant – scripta manent, “la palabra vuela – la letra permanece” se evidencia el poder de los documentos escritos para escribir la historia. Abrigados por una tenue luz, imprescindible para la correcta conservación de los documentos que aquí se exponen, podemos contemplar en primer lugar el Llivre dels Furs y en la gran vitrina las series y documentos más destacados de época foral como el Códice del Ceremonial, en el que se recoge todo el protocolo a seguir en actos y ceremonias, el Manual de Consells, Lletres Misives, Cartes Reials, o el Libro de Murs i Valls en el que se reflejan los avatares de la construcción de puertas y puentes de la ciudad. De época moderna se exhiben documentos curiosos y valiosos como el correspondiente al gremio de plateros o el rollo del Corpus. Los sonidos que de fondo se escuchan provienen de la sala que se ha querido dedicar al comercio de la ciudad durante el siglo XV. Inmersos en una recreación del Salón Columnario de la Lonja, escuchamos voces y tintineo de monedas y un video del trasiego comercial proyectado sobre la auténtica Taula de Canvis. La Caixa de Gros y la primera Lletra de Canvi , probablemente la más antigua del mundo, completan la recreación. Por último una sala con audiovisuales de manejo digital, donde podemos conocer más a fondo el tratamiento de los documentos antiguos y otros fondos como la sección de fotos y carteles.
Abandonamos la penumbra para visitar los deslumbrantes salones del palacio en la planta superior. Ciertamente no todo lo que vemos hoy es original del palacio, ya que durante el siglo XX vivió sus peores momentos cuando fue ocupado de forma insólita en 1930 por la Derecha Regional Valenciana, en 1936 por el Partido Comunista e incluso hasta una pensión llamada la Vasca se instaló aquí. Afortunadamente en 1976 el edificio fue declarado Monumento Histórico Artístico Provincial y finalmente, lo adquirió el Ayuntamiento en 1987 quien inició su rehabilitación para poder albergar aquí el Archivo Histórico Municipal, inaugurado en el 2003.
Sorprende el lujo y la exquisitez de la ornamentación de estas estancias con mobiliario de época fernandina e isabelina y una extensa galería de retratos reales que comprenden a la mayoría de los monarcas Borbones, desde Felipe V hasta Alfonso XIII.
En la última sala de esta planta encontramos una recreación de una biblioteca del ochocientos, donde se alberga la donación que el bibliógrafo valenciano José Enrique Serrano Morales realizó al municipio en 1909.
Y por último, en el caso de que queramos investigar o saber más sobre la historia de nuestra ciudad, podemos subir a la segunda planta donde se hallan las modernas instalaciones del Archivo Histórico Municipal, accesible ahora a todos los interesados.
La colección pictórica que se exhibe actualmente en el palacio, destaca por contar con obras notables, tanto anónimas como originales de diferentes épocas y estilos. Pertenecientes al siglo XVIII y de tendencia rococó son los retratos de Carlos IV y María Luisa de Parma firmados por José Vergara. De corte más académico son las efigies de Fernando VII, Isabel II y el General Narváez, del que fuera pintor de cámara Vicente López. De época fernandina son también los valiosos frescos de la torre sur, que aunque ligeramente deteriorados han llegado hasta nosotros casi en su totalidad. Los plafones del techo, La Aurora y la Noche de R. Orozco en el salón de baile y la alegoría de las artes de J. Benlliure en el salón alfonsino, pertenecen al siglo XIX.
El palacio se caracteriza por su innovador diseño en las salas museográficas y por contar con la última tecnología en el campo de la archivística.
(c) Autora: María Jesús Blasco Sales
