Los grandes ciclos iconográficos del arte bizantino
RESUMEN
La iconografía bizantina queda firmemente establecida tras la controversia de las imágenes, conocida como Iconoclastia, que tiene lugar en Bizancio entre 726 y 843. Con el presente artículo se pretende exponer los rasgos esenciales de los programas iconográficos bizantinos posticonoclastas a partir del análisis de tres bloques diferenciados. En primer lugar, el ciclo narrativo en la ilustración de manuscritos, considerando los principales libros iluminados del Antiguo y del Nuevo Testamento. En segundo lugar, el ciclo de las fiestas litúrgicas, de especial relevancia en Bizancio, y aplicado fundamentalmente a los iconos pintados o tallados. Y por último, los grandes programas decorativos de las iglesias, que presentan una compleja sistematización iconográfica de sentido simbólico, en la que decoración y arquitectura se complementan, y que será uno de los grandes logros del arte bizantino.
El Imperio Bizantino, heredero de la antigua Roma, extendió su dominio durante más de diez siglos, desde el final de la Antigüedad clásica hasta el inicio de la época moderna. Constantinopla, su capital y centro, irradió un arte imperial cuyo prestigio no sólo alcanzaría sus vastos territorios, sino que además produciría un profundo impacto en el arte de Occidente.
En lo que respecta a la formación de la iconografía bizantina, debe tenerse en cuenta, como punto de partida fundamental, la querella en torno a la utilización de las imágenes que tuvo lugar en Bizancio entre los años 726 y 843 (Grabar, 1998). Las acusaciones de idolatría y la negación de la santidad inherente a los iconos de los postulados iconoclastas, condujeron a la prohibición de la imaginería religiosa por parte de diversos emperadores. Las imágenes religiosas durante el período iconoclasta fueron muy escasas, eliminándose cualquier tipo de representación figurativa y reduciéndose la decoración de las iglesias a la cruz como único motivo iconográfico. Tras más de un siglo de intensas luchas, el triunfo de los ortodoxos y la derrota de los iconoclastas en 843 supusieron el reestablecimiento de las imágenes sagradas en el Imperio Bizantino. Este retorno al arte religioso figurativo desde la iniciativa imperial implicó toda una detallada sistematización de la iconografía. El arte bizantino posterior a la querella iconoclasta crea una ‘iconografía de contemplación’ en la que se representan principalmente las realidades inmutables para todo cristiano, esto es, Dios, sus servidores –la corte angélica y los santos–, y la historia de la salvación. Para ello, se atiene firmemente a un programa iconográfico establecido, alejándose de cualquier comentario o adoctrinamiento pedagógico, habitual en el arte de Occidente.
ISBN: 978-84-9822-703-1
Autora: Ana Belén Muñoz Martínez, del CSIC
Extensión: 30 Págs.
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