“Viva, arte, viva” es el título elegido por Christine Macel para esta edición de la Bienal que quiere dotar a los artistas de un papel protagonista por su capacidad para crear universos propios y para inyectar vitalidad al mundo en que vivimos.
El Pabellón de España en la Bienal presenta la instalación del artista Jordi Colomer y el comisario Manuel Segade ¡Únete! Join us! concebido específicamente para el espacio de Venecia y que es una reivindicación del nomadismo como acción colectiva.
¡Únete! Join Us! es una reivindicación del nomadismo como acción colectiva. Errancia, trashumancia, viaje, extravío, ajetreo… son las claves de un pabellón que toma como referencia las utopías de ciudades que han explorado el movimiento como una forma radical de pensar sobre el imaginario social.
En el espacio del pabellón, estructuras entre la escultura precaria y la arquitectura transitoria constituyen un teatro para el acontecimiento de su propio público, pero también son el soporte de una serie de relatos videográficos que representan los eventos, los encuentros inesperados, las ocurrencias lúdicas y los gestos colectivos de una comunidad que convierte lo urbano en una posibilidad de intercambio, en una narrativa de anticipación susceptible de afectar a la realidad.
El punto de partida de los vídeos es la ficción de un grupo que se traslada por diferentes puntos geográficos, guiados por tres mujeres: la actriz Laura Weissmahr, la compositora y cantante Lydia Lunch y la bailarina Anita Deb. Sus continuos movimientos componen una semántica del desplazamiento: un autódromo abandonado, un refugio de caravanas, espacios arrollados por el turismo en el Mediterráneo, o lugares que han hecho de la imitación exhaustiva de otros anteriores su razón de ser, son el escenario de un muestrario de artificios que remiten al imaginario del extrarradio: desde los bloques de viviendas de la periferia a los hoteles de playa fuera de temporada.
Estos decorados o escenarios marcados por la pobreza de recursos son manipulados y accionados como manifiestas indefiniciones de una ciudadanía que se declara fronteriza, móvil e inestable. A medio camino entre pabellón portátil y carromato vagabundo, un cacharro ambulante liga los diferentes espacios recorridos para concitar un Babel kafkiano, donde el movimiento nomádico es también una conmoción en el lenguaje, un desplazamiento vernacular que declina y traduce las faenas de esa comunidad desterritorializada.
(c) Manuel Segade
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