Deslumbrante, genial, enigmático, rebelde, son algunos de los adjetivos que hoy se asocian a Bartolomé Bermejo, un pintor de gran éxito en su tiempo pero que cayó en el olvido para emerger a finales del siglo xix como uno de los grandes maestros de la pintura del Cuattrocento europeo.
Organizada por el Museu Nacional d’Art de Catalunya conjuntamente con el Museo Nacional del Prado, donde pudo verse entre octubre de 2018 y enero de 2019, esta muestra antológica descubre en toda su dimensión la obra uno de los pintores más fascinantes del siglo xv.
Con la colaboración de la Fundación Banco Sabadell, el Museu Nacional presenta en Barcelona 42 obras de Bermejo y otros artistas de su tiempo. Se pueden ver reunidos por primera vez 21 óleos sobre tabla, casi la totalidad de la producción del pintor que se conserva en museos y colecciones de España, Europa y Estados Unidos. Es también la ocasión para poder admirar su obra cumbre, la Piedad Desplà, fuera de su emplazamiento original en la catedral de f
Bartolomé de Cárdenas, llamado el Bermejo (h. 1445 – h. 1501), maestro de origen cordobés, desarrolló su actividad profesional en los territorios de la Corona de Aragón. El éxito de la obra de Bermejo fue rotundo en su tiempo. Reclamado por algunos de los más exigentes clientes del momento, como el arcediano barcelonés Lluís Desplà o el mercader italiano establecido en Valencia Francesco della Chiesa, sus composiciones fueron ampliamente difundidas por los pintores con los que se asoció. A pesar de ello, tras su muerte, su nombre y su obra cayeron en el olvido. Fue a finales del siglo xix cuando su indiscutible maestría técnica y su extraordinario universo visual, misterioso, único y sugerente, despertaron la admiración de los especialistas internacionales y, al mismo tiempo, también de los falsificadores de pintura antigua. En 1926, el historiador valenciano Elías Tormo le dedicó una primera monografía que lo consagró como uno de los paradigmas de la pintura española.
Una extraordinaria destreza técnica.
Las escasas noticias biográficas de las que podemos disponer indican que Bermejo tuvo una carrera profesional complicada. Nacido en tierras cordobesas, su condición de judeoconverso le encaminó a una vida itinerante que le llevó a residir en Valencia, Daroca, Zaragoza y, finalmente, Barcelona. Para sortear las limitaciones gremiales de la época, a menudo se asoció con maestros locales, mucho menos cualificados, circunstancia que dio lugar a situaciones conflictivas, como el abandono de algunos encargos e incluso a recibir una sentencia de excomunión. Pese a ello, la utilización de su alias –quizá adoptado por algún rasgo físico–, el Bermejo, con el que firmó algunas de sus obras más innovadoras, confirma que nos hallamos ante un pintor con una personalidad acusada, probablemente consciente y orgulloso de sus habilidades.
El trabajo de Bermejo se basa en el uso de las potencialidades pictóricas de la entonces novedosa técnica del óleo. A partir de esta premisa supo desarrollar un lenguaje personal de signo realista, especialmente atento a los efectos ilusionistas y a la definición de espectaculares gamas cromáticas. Junto a su destreza técnica, sorprende también su capacidad para desarrollar nuevas interpretaciones de todo tipo de temas e iconografías. Su principal referente fue la pintura flamenca, la escuela inaugurada por Jan van Eyck y Rogier van der Weyden que, en la segunda mitad del siglo xv, había conquistado toda Europa, incluida Italia. Aunque se ha especulado sobre el hecho de que Bermejo pudo formarse en los talleres septentrionales, es más posible que su aprendizaje tuviera lugar en la cosmopolita Valencia del segundo tercio del siglo xv, una ciudad abierta tanto a los modelos flamencos como a los italianos, de los que el pintor cordobés también se hizo eco.
Bermejo despertó el interés de una serie de selectos comitentes, desde grandes eclesiásticos y nobles hasta distinguidos mercaderes, así como de sus colegas de profesión, que a menudo imitaron sus composiciones.
Recientes descubrimientos.
La Piedad Desplà, la complicidad entre el artista y su mecenas.
En 1490, establecido Bermejo en Barcelona, el arcediano Lluís Desplà le encarga una Piedad para su capilla privada, en la catedral. La Piedad Desplà, que será la obra cumbre de Bermejo es a un tiempo imagen de dolor y de opulencia, escena devocional y paisajista. Lluís Desplà, un personaje de gran influencia en la ciudad, se opuso, sin éxito, al establecimiento de la Inquisición en Barcelona. En él, Bermejo encontró la complicidad de un mecenas que ejercía su liderazgo según los nuevos valores renacentistas: la fama, la virtud pública y el ejercicio del coleccionismo siguiendo los modelos clásicos.
Esta obra extraordinaria ha sido restaurada recientemente gracias al patrocinio de la Fundación Banco Sabadell.
Estos trabajos han permitido recuperar el esplendor de la tabla e identificar en el paisaje hasta 48 especies de plantas, tres hongos (incluidos dos líquenes) y veintidós animales, que han sido catalogadas por un equipo del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona.
El equipo de científicos del IRBio ha podido identificar especies como el ciprés, la peonia, la salvia, la palmera datilera, el sauce negro, el mirto, la caléndula o la hierba pejiguera. Bermejo muestra un excelente conocimiento del hábitat natural de las malvas: por un lado, el autor sitúa estas plantas no muy lejos de un cadáver (una referencia a la expresión criar malvas), y por otro, representa tanto la planta como el hongo que a menudo la parásita (la roya de la malva) y el insecto asociado a la especie vegetal (la chinche de la malva). En cuanto a los animales, aparecen además la golondrina común, el lagarto ágil, el caracol cabrillo, el sapo, la víbora, el león o diferentes especies de mariposas, entre las 22 especies representadas.
El Retablo de Santo Domingo de Silos.
Los trabajos de investigación realizados a raíz de la exposición han revelado que las dos tablas de Bermejo del Museu Nacional y las dos de la colección Institut Amatller d’Art Hispànic debieron pertenecer al retablo de Santo Domingo de Silos, pintado para la iglesia homónima de Daroca. Hasta ese momento, las piezas de este retablo identificadas con seguridad eran la tabla central con la imagen de Santo Domingo entronizado, del Museo del Prado, y dos tablas laterales con escenas narrativas de la vida de este santo: una representa el Abrazo de santo Domingo de Silos con el rey Fernando I de Castilla, también conservada en el Museo del Prado, y otra con la Muerte de santo Domingo de Silos, de una colección particular. Esta nueva hipótesis sobre el origen de las tablas se presentó en el Congreso Internacional El universo Pictórico de Bartolomé Bermejo, celebrado en el Museo del Prado el pasado mes de noviembre.
El compartimento central y las dos escenas de la vida del santo provienen del cuerpo del retablo. El Descenso de Cristo al Limbo, la Resurrección, la Visión del Crucificado en el Paraíso y la Ascensión, flanqueando un tabernáculo eucarístico perdido, constituían la predela de este retablo de grandes dimensiones. Las pruebas radiográficas realizadas en el Museu Nacional suponen la confirmación material de una hipótesis planteada hace años.
La disposición horizontal de los tablones ensamblados en los paneles indica que éstos formaban parte de una predela. Los travesaños en forma de cruz han desaparecido, pero gracias a las radiografías se han localizado los orificios correspondientes a los clavos que los sujetaban. Esto confirma que las tablas estaban agrupadas en parejas (Descenso de Cristo al Limbo–Entrada en el Paraíso y Resurrección– Ascensión). Esta investigación concluye que las escenas de la predela se vieron sometidas, al igual que la tabla central, a una ampliación de sus dimensiones originales.
Desde principios del siglo xx las tablas del Museu Nacional y las del Institut Amatller d’Art Hispànic sus- citaron múltiples teorías sobre su origen y su emplazamiento primitivo. Las nuevas evidencias resuelven también el enigma de su lugar de creación y lo sitúan en la estancia aragonesa de Bermejo, desechando definitivamente su realización en la etapa valenciana como se había sugerido.
CRONOLOGÍA.
1440 Nace en Córdoba.
1468 Nombrado como residente en Valencia, recibe un primer pago por el retablo de San Miguel de Tous para el caballero Antoni Joan. Firma la obra como “Bartolomeus Rubeus”.
1571-72 Se establece en Daroca.
1474 y 1477 Firma dos contratos para realizar el retablo de la parroquia de Santo Domingo de Silos de Daroca. El segundo de ellos se acuerda en Zaragoza, donde residía desde hacía algún tiempo.
1479 Se compromete junto a Martín Bernat a pintar el retablo de la Virgen de la Misericordia para la capilla de la Visitación de Santa María del Pilar.
1482-83 Es el pintor mejor remunerado de todos los que participan en los trabajos de policromía de las puertas del retablo mayor de la catedral de Zaragoza.
1483-89 Junto a los valencianos Rodrigo y Francisco de Osona pinta el Tríptico de la Virgen de Montserrat por encargo del mercader italiano Francesco della Chiesa, que lo legará a la catedral de Acqui Terme.
1486 Su esposa, Gracia de Palaciano, es condenada por la Inquisición aragonesa acusada de prácticas judaizantes.
Participa en el concurso para la ejecución de las puertas del órgano de Santa María del Mar de Barcelona.
1490 Concluye en Barcelona la Piedad Desplà, su obra maestra.
1495 Recibe un pago de 30 sueldos por el diseño de la vidriera de la capilla bautismal de la catedral de Barcelona, realizada por Gil Fontanet.
1500-01 Realiza los bocetos para unas vidrieras con las virtudes cardinales que debían instalarse en el salón de contrataciones de la Lonja de Mar de Barcelona.
1501 Muere probablemente en Barcelona.
Descargar Dossier de la Exposición: Bartolomé Bermejo
Organizan y producen: Museu Nacional d’Art de Catalunya y Museo Nacional del Prado.
Con la colaboración de Fundación Banco de Sabadell.
Comisario: Joan Molina, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Girona.
Museu Nacional d’Art de Catalunya
Parc de Montjuïc. 08038 Barcelona