Pieza del mes de Diciembre 2018 en el Museo de Etnográfico de Olivenza: Máquina de remallar medias.
Las medias femeninas permanecieron durante siglos ocultas a la mirada (y con mayor motivo las piernas). Entonces se llamaban calzas. A través de los siglos, las mujeres usaron medias más o menos finas y caras, según la moda, pero éstas permanecían ocultas por la longitud de las faldas, prestándose mayor atención a los zapatos.
En el siglo XX, la palabra calzas es sustituida por medias. En la primera década las faldas se acortan dejando al descubierto la pantorrilla hasta cerca de la rodilla, y aquí es donde la media empieza a constituir un objeto visible. Es en 1920 cuando la mujer, por primera vez, muestra las piernas.
En un principio, las medias se tejían con seda pero, en 1935, se produjo la primera fibra de nailon, y es en la Exposición Universal de Nueva York, en 1939, cuando se presenta al público la media confeccionada con esta fibra, poniendo la prenda al alcance de todo el mundo.
A finales de los años 50 el panti hizo su aparición de la mano de una mujer embarazada, Ethel Boone, que aquejada de la incomodidad de llevar medias, liguero y todo un conjunto de ropa interior que producía molestias en sus piernas, unió las medias con el liguero y la faja. De ahí salió el primer panti que, en principio, no gozó de mucha aceptación. Pero, en los años 60, con los cambios en el modo de vestir femenino (como faldas cortas), los nuevos pantis se hicieron imprescindibles.
Nace también, en esta época, la licra, material tan elástico y resistente que derrocaría al nailon.
Con la media surge una pesadilla femenina: la siempre inoportuna “carrera”. Para repararlas existía, por los años 50, las llamadas remalladoras de medias o costureras que dominaban el arte de reparar el tejido de las vulnerables medias de nailon, a las que con alguna –o mucha- frecuencia se les iba un punto.
Estas mujeres estaban provistas de un agudísimo ojo, de la fibra, de las agujas y de un aparato con el que se les devolvía la vida útil a las valiosas medias, ya que aún no se habían impuesto los ordinarios artículos desechables.
Uno de estos aparatos es lo que muestra el Museo este mes. Consta de un motor eléctrico, cuya velocidad se regula por pedal, que mueve una pequeña bomba neumática de diafragma. El recorrido de la bomba, y por tanto, su caudal, también es ajustable. Los pulsos de aire mueven la aguja oscilante a través de una fina cánula de plástico. La media, estirada, se colocaba sobre la boca de un vaso y se procedía al cosido, que consistía en enganchar uno a uno los puntos de cada lado de la carrera y entrelazarlos. Para tener mayor visión, la máquina se acompaña de un flexo.
Esta máquina, fabricada por Industrias VALE, de San Sebastián, se utilizaba tanto a nivel particular, en los domicilios que podían permitirse gastar 5000 ptas. en ella, o bien para prestar un servicio público.
Fue donada al museo por Francisco Borrallo González en 2017.
Museo de Olivenza
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