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Catedrales Jacobeas: Santiago de Compostela

Catedral de Santiago

LAS CATEDRALES JACOBEAS: SANTIAGO DE COMPOSTELA.

Desde Astorga, el peregrino finaliza la novena etapa en Rabanal del Camino, a los pies del Foncebadón, el antiguo Monte Irago del Códex Calixtinus. La subida a este puerto, que está coronado por uno de los cruceros más sencillos y emotivos de todo el Camino (la Cruz de Ferro), da paso a la comarca de El Bierzo y a poblaciones de tanta raigambre jacobea como Ponferrada o Villafranca. A partir de aquí, tres nuevas etapas por O Cebreiro, Triacastela y Palas de Rei sitúan al caminante en la cima del Monte do Gozo donde verá, por primera vez, la catedral que le anuncia el final de su recorrido interior.

Aunque se han encontrado restos prehistóricos, romanos y suevos, lo cierto es que Santiago de Compostela no ocupó su lugar en la Historia hasta el siglo IX, cuando se descubrió el sepulcro del apóstol y la ciudad se convirtió en centro de la cristiandad al igual que Roma o Jerusalén.

El siglo IX:

Durante este periodo de la Alta Edad Media, el valle del Duero era una inmensa tierra de nadie que servía de frontera natural entre el Emirato de Córdoba y los reinos cristianos del norte: Asturias y Navarra, que eran independientes, y los condados de Aragón y la Marca Hispánica, gobernados por el régimen feudalista de Carlomagno.

En esta época no se puede hablar todavía de una verdadera reconquista porque los musulmanes eran muy superiores a las fuerzas cristianas y si éstas vivían en una relativa tranquilidad se debía a los problemas internos del emir cordobés, Alhakam I, que tuvo que aplacar las revueltas de los nobles de Zaragoza, Toledo y Lisboa y acallar aun pueblo que sufría una pertinaz hambruna.

En ese contexto, en el año 816, aproximadamente, un fraile llamado Pelayo quedó deslumbrado por unas luces (el “campus stellae”) que le guiaron hasta un paraje deshabitado, entre los ríos Tambre y Ulla, donde descubrió un sepulcro de mármol que contenía los restos de Santiago el Mayor. El hallazgo de la tumba del apóstol que, según la tradición, evangelizó Hispania antes de morir degollado en Jerusalén, se extendió rápidamente por todo el reino asturiano, con el apoyo incondicional del rey Alfonso II el Casto y del obispo de Iria Flavia, Teodomiro. El propio monarca acudió al lugar del descubrimiento y mandó construir una pequeña capilla, Antealtares, sobre la cella levantada por los discípulos del apóstol -Anastasio y Teodoro- bajo el actual ábside del templo, dando origen a una ciudad a la que llamaron, en su honor, Santiago de Compostela.

A la muerte del rey Casto, Ramiro I afianzó la presencia asturiana en la meseta norte gracias a su victoria en la famosa batalla de Clavijo (844) donde se fraguó la leyenda del Santiago Matamoros, montado en su caballo blanco, que los reyes cristianos utilizaron como estandarte en su lucha contra los infieles. En agradecimiento al santo, el rey asturiano hizo el solemne voto de ofrecer cada año a la iglesia de Santiago las primeras cosechas y vendimias y una parte del botín que se conquistara en todas las expediciones. Este Voto de Santiago se institucionalizó como Ofrenda Nacional en 1643, con Felipe IV, y se repite desde entonces cada 25 de julio.

La ciudad, su diócesis y el templo:

A diferencia de otras ciudades jacobeas, como Pamplona o León, en Compostela, el origen, desarrollo y posterior evolución de la ciudad han sido inherentes al de la propia catedral y a su diócesis; de tal forma que, desde el siglo IX, el engrandecimiento del templo y el traslado de la sede episcopal han conllevado el crecimiento de una ciudad que no tendría razón de ser sin aquéllas. Santiago nació por y para los peregrinos.

Catedral santiago-2La antigua diócesis de Iria Flavia (Padrón, La Coruña) debió contar con una importante comunidad cristiana desde antiguo pues, junto a la iglesia parroquial se ha conservado el legado de 28 de sus obispos. Uno de ellos, Teodomiro, compartió la sede episcopal con Santiago, poco después de producirse el hallazgo, y fue enterrado allí el 20 de octubre de 847. Como nota curiosa, la tradición popular asegura que bajo el altar mayor de la iglesia de Santiago de Padrón se conserva aún el “pedrón” (piedra) que dio nombre a la localidad y que sirvió de amarre a los discípulos del apóstol cuando su barca de piedra llegó a la costa gallega.

Con el respaldo de los obispos y de la monarquía asturiana, el papa León III (el mismo que coronó emperador a Carlomagno en Aquisgrán en el año 800), avaló el descubrimiento del sepulcro en la epístola “Noscat Vestra Fraternitas”. Alfonso III y el obispo Sisnando ampliaron la humilde iglesia construida por el rey Casto, respetando la construcción anterior como cabecera y añadiendo tres grandes naves. La obra se concluyó a finales del siglo IX, fue consagrada en 899 y saqueada por Almanzor en el año 997. El caudillo árabe arrasó la ciudad pero no pudo destruir las reliquias gracias a la habilidad del obispo Mezonzo; aunque, a cambio, se llevó las campanas de la catedral hasta Córdoba, a hombros de los cristianos capturados, donde las utilizó como lámparas de la mezquita (posteriormente, Fernando III el Santo, al conquistar la capital del Emirato, devolvió las campanas a Compostela a hombros de los prisioneros musulmanes).

El rey Bermudo de León ordenó reconstruir la basílica y, de nuevo, fue consagrada en 1003, pero esta vez, previendo nuevos ataques, en este caso no de los árabes sino de los sajones y normandos, el obispo Cresconio rodeó el templo de murallas para resguardar la entonces concatedral y proteger a la ciudad y a los peregrinos.

Santiago terraza de la catedralFue otro prelado compostelano, Diego Peláez, quien propuso al rey Alfonso VI la necesidad de construir una iglesia mayor. Las obras de la actual catedral comenzaron en 1075 de la mano del maestro Bernardo, siguiendo la pauta de las grandes iglesias de peregrinación: Una gran cruz latina de tres largas naves, dividida en diez tramos; crucero, también de tres naves y cinco tramos en cada brazo; triforio en la parte superior y un deambulatorio semicircular rodeando el altar mayor. Todo ello, levantado con un gran alarde de belleza y proporción, en estilo románico y en apenas medio siglo pues en 1128 se culminó la portada del oeste (la fachada principal) y se habilitó para el culto.

Antes de llegar a ese momento, debemos recordar otras tres fechas significativas: el 5 de diciembre de 1095 se trasladó, definitivamente, la sede episcopal de Iria a Santiago; en 1120, Roma elevó el templo compostelano al rango metropolitano, como heredero de la antigua sede de Mérida (aún en poder musulmán) y, finalmente, en 1122, el papa Calixto II instituyó el Año Santo Compostelano, de forma que se celebrase siempre que el 25 de julio, festividad del apóstol, fuese domingo.

Buena muestra de la importancia que ya tenían las peregrinaciones en el siglo XII es que un monje de Poitiers, Aymeric Picaud, publicó en 1139 una guía para los peregrinos, el “Códex Calixtinus”, que se conserva actualmente en el Archivo Catedralicio.

En 1211, el maestro Mateo y su taller finalizaron las obras y la catedral se consagró ese año en presencia del rey de León y Galicia, Alfonso IX; algo que habría sido imposible sin la dedicación del obispo Xelmírez y del conde Ramón de Borgoña.

Desde entonces, el cuerpo románico del templo se enriqueció con una coraza de otros estilos, formando una “sinfonía de piedra” que reúne románico, gótico, renacimiento y barroco y que guarda una asombrosa unidad estética gracias a la acción de la constante lluvia y de la brétema, la niebla, características de esta tierra.

Santiago de Compostela-Portico de la gloria Hasta el siglo XV, puede decirse que el Camino alcanzó su máximo apogeo. Conforme avanzaba la reconquista y el territorio al norte del Duero se iba repoblando, los peregrinos establecieron un camino más o menos estable a partir de Puente la Reina, donde se unían los de Roncesvalles y Canfranc. Fue un gran momento. Los caminantes llegaban a Compostela procedentes de toda la Europa cristiana, protegidos y guiados por la Orden de los Caballeros de Santiago, fundada en León en 1161. Personalidades históricas como El Cid, san Francisco de Asís o los Reyes Católicos llegaron al sepulcro como miles de peregrinos anónimos. Gracias a aquella corriente humana, los pequeños reinos cristianos de la Península Ibérica pusieron fin a su aislamiento del resto de la Europa occidental y se fue creando el ambiente propicio para un fecundo intercambio de ideas y de estilos.
En este contexto, ¿por qué se inició una etapa de lento declive?

El 4 de mayo de 1589 (un año después de la destrucción de la poderosa Armada Invencible) una expedición de 200 navíos y más de 15.000 hombres, con el pirata Drake a la cabeza, se presentó en el puerto de La Coruña para asaltar la ciudad, quemar las reliquias del apóstol y atacar Portugal, país que, por aquel entonces, formaba parte de la España de Felipe II. Alarmados por las noticias de que el corsario inglés se disponía a atacar Santiago, el arzobispo, Juan San Clemente, y el Cabildo de la catedral decidieron esconder los restos del apóstol en el ábside de la basílica de forma que estuvieran a salvo si el pirata, como parecía, arrasaba la ciudad. Finalmente, el desembarco de los ingleses fue repelido pero la salvación de Santiago, supuso el olvido de las reliquias que, escondidas con tanto empeño, se perdieron desde finales del siglo XVI hasta la segunda mitad del XIX.

Puede resultar difícil de entender que la Iglesia, los monarcas e incluso el pueblo llano se olvidaran de venerar al apóstol, pero así fue. Los ciudadanos de Santiago se enfrentaron a la autoridad del obispo, que había sido causa de continuos enfrentamientos y asaltos entre los grandes señores gallegos y el obispado compostelano; además, las guerras, el hambre y la peste que asolaban el viejo continente hicieron mella también en España.

El hombre que impulsó de nuevo el Camino revitalizando la diócesis de Santiago fue el cardenal Miguel Payá y Rico. Un alicantino que, como arzobispo de Santiago, deseó encontrar las reliquias del apóstol para que los fieles pudieran venerarlas de nuevo. Los trabajos de excavación en el pavimento de la catedral se prolongaron durante mucho tiempo hasta que, finalmente, encontraron detrás del altar mayor una urna que contenía huesos. Con gran mentalidad científica, Payá encargó a la Universidad compostelana que analizaran los restos y, con esos datos, la Santa Sede instruyó un proceso que culminó en 1884, cuando el papa León XIII declaró la autenticidad del segundo hallazgo en su constitución Deus Omnipotens.

Desde entonces, el Camino de Santiago se ha convertido en un itinerario religioso, cultural o, simplemente, turístico que reúne cada año a miles de peregrinos en la Plaza del Obradoiro.

La catedral de Santiago:

Esta fachada del Obradoiro es, sin duda, una de las principales señas de identidad del templo. La construyó Casas Novoa en 1738 como un grandioso retablo barroco que servía de antesala al románico interior. Entre las Torres de las Campanas (a la derecha) y de la Carraca (izquierda), de 76 metros de altura, el cuerpo central se corona con la figura de un Santiago peregrino sobre un arca que representa el sepulcro. En todo el conjunto, de gran ligereza, el barroco recubre los arcos y las bandas lombardas originales sobre las que se construyó esta monumental fachada.

Portico gloriaLas otras entradas a la catedral son: la Azabachería, situada al norte, fue reconstruida en el XVIII por Ventura Rodríguez siguiendo los cánones neoclásicos; la de Platerías, al sur, conserva la portada más antigua de la catedral, es románica y en ella destacan los tímpanos de sus dos arcos de entrada, con escenas de la Pasión y de la tentación de Cristo; la Puerta Real o de la Quintana, fue diseñada por el canónigo Vega y es considerada como una de las primeras muestras del barroco compostelano; y, finalmente, la Puerta Santa, una sencilla portada de 1611que recuperó las esculturas del coro cuando éste fue eliminado y que se abre sólo los años jubilares.

Otros elementos que destacan en el exterior del templo son: la Torre del Reloj o Berenguela (barroca); el cimborrio gótico que cubre el crucero (que sustituyó al anterior románico); el claustro, de 1521 (gótico-renacentista, obra de Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava) y las Torres de la Corona y del Tesoro, sobre los ángulos situados al sur del crucero.

En el interior, el Pórtico de la Gloria, esculpido por el maestro Mateo en el siglo XII, es una de las esculturas cumbres de la Edad Media europea. En el parteluz, la figura del apóstol sostiene un tímpano donde Jesucristo, que nos muestra los estigmas en sus manos, aparece con los cuatro evangelistas, rodeado por los ancianos del apocalipsis que, vestidos de músicos, pregonan su triunfo. Según la tradición, el peregrino debe introducir los dedos de la mano derecha en un hueco y golpear la cabeza en el Santo dos Croques. A continuación, subirá al camarín del Altar Mayor para abrazar al apóstol y bajará a la cripta para rezar un Credo ante su sepulcro. Si es año santo y el peregrino se confiesa y comulga, habrá ganado el jubileo.

Como sucede en las iglesias de peregrinación, la cabecera de la nave principal está rodeada por una girola en la que se abren numerosas capillas: cuadrada, la central; semicirculares, las siguientes y, poligonales, las últimas. Entre las capillas destacan la de el Salvador (la más antigua de todas, es románica y está cubierta con una bóveda de cañón) y la del Pilar (barroca). La capilla mayor, románica en su origen pero recubierta por el barroco, contiene púlpitos renacentistas, un baldaquino del XVII y la talla de un Santiago sedente (XIII) en el camarín barroco. En el subsuelo se accede a la cripta donde se guarda la urna de plata con las reliquias del apóstol, realizada en el XIX de acuerdo con los modelos románicos. Otras capillas interesantes son: la Corticela, en el crucero norte, que fue oratorio e iglesia independiente hasta el siglo XVI; la Comunión (neoclásica); las Reliquias (donde reposa el Panteón Real) y la gran Sala Capitular.
El “botafumeiro”, un enorme incensario que se balancea desde el cimborrio del crucero gracias a un sistema de vigas y poleas accionado por los “tiraboleiros” que tiran de unas cuerdas de esparto, tuvo su origen en el siglo XVI. Aquel original, de plata, fue robado por las tropas francesas en 1809 durante la Guerra de la Independencia; el actual, realizado en latón plateado, mide metro y medio, pesa 50 kilos y sólo se utiliza en las misas solemnes.

En sus 8.000 metros cuadrados, la catedral compostelana contiene muchos otros tesoros (la custodia de Arfe, los tapices confeccionados sobre cartones de Rubens o Goya, las reliquias de Santos, la veeduría, etc.); un rico patrimonio histórico-artístico que este templo atesora, desde hace doce siglos, para todos los peregrinos.

Datos útiles:

Gerencia de Promoción del Camino de Santiago. Edificios Administrativos San Caetano. San Caetano, s/n. 15704 Santiago de Compostela (Coruña). Tel.: 981 544 817.
TURGALICIA. Autovía Santiago – Noya. Km. 3. A Barcia. 15896 Santiago de Compostela (Coruña). Tel.: 981 542 500.
Arzobispado de Santiago de Compostela. Plaza de la Inmaculada, 1. 15704 Santiago de Compostela. Tel.: 981 572 30

Ver Otras Catedrales Jacobeas en Rutas turísticas de Liceus

WEBS: https://archicompostela.es/

http://www.santiagodecompostela.org/

https://www.ciudadespatrimonio.org/presentaciondelgrupo/index.php

(c) Autor: Carlos Pérez Vaquero

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