LA RUTA DEL EMPERADOR CARLOS V.
Carlos I nieto del rey Fernando, nació en febrero de 1500 en la ciudad de Gante y llegaría a ser rey de España en 1516 y Emperador de Alemania en 1519. Este príncipe, considerado prototipo del gobernante renacentista y uno de los monarcas más poderosos de su tiempo, eligió para los últimos años de su existencia, en la Extremadura castellana y en las cercanías de la población de Cuacos de Yuste en plena Vera extremeña, un humilde monasterio, el de Yuste.
En este lugar pidió el monarca le construyeran un modesto palacio adjunto a los muros del mismo, donde viviría desde mayo de 1557 hasta el 21 de septiembre de 1558; unos años después su hijo Felipe II, mandaría construir para descanso de sus restos el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, al que sería trasladado desde Extremadura.
Su estancia en estos últimos años en tierras extremeñas dejaría su huella en muchos aspectos y daría origen a leyendas e historias que, con el paso de los siglos, continúan siendo atractivas para aquellos visitantes que se acercan a nuestra comunidad y gustan de recorrer estos lugares ricos en patrimonio histórico artístico, gastronomía, costumbres y paisajes.
SENDEROS CON HISTORIA.
Carlos I realizaría su última proeza al atravesar, por la Sierra de Tormantos, históricas veredas trazadas por los lugareños para unir El Valle del Jerte con la Vera, dándole nombre a su recorrido: La Ruta de Carlos V.
La forma de llegar de Carlos V a Extremadura, en noviembre de 1556, dio nombre a La Ruta de Carlos V, un increíble y sorprendente recorrido desde el valle del Jerte, en concreto desde la población de Tornavacas hasta Jarandilla de la Vera, en la comarca vecina de La Vera.
Esta ruta, que tiene fama entre los aficionados al senderismo, y que alcanza los casi 24 kilómetros, va pasando por unos parajes tan bellos como inimaginables, teniendo entra otros protagonistas a las aguas cristalinas, que vienen de las sierras enclavadas en torno a Gredos y que van trazando entre las rocas graníticas multitud de caprichosas “gargantas”, por donde el agua circula o salta formando espumosas y pequeñas cascadas o bien dibuja transparentes “pozas”, que son visitadas y aprovechadas en el verano como bellas y acogedoras “piscinas naturales”, destacando sobre todas aquellas que se forman en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos y en especial en el paraje conocido como Los Pilones.
La naturaleza jerteña y verata, con un microclima excepcional durante todo el año, cobra unas características muy especiales en la primavera y en concreto en el Valla, cuando los miles de cerezos aquí plantados abren las flores y con ello lo inundan de una increíble imagen blanca que se reparte maravillosamente por las riberas y las laderas de las sierras por donde circula el río.
Entre paisajes de cerezos, castaños, robles y un sin fin de especies vegetales, el viajero, que desea conocer y recorrer la ruta, caminará por antiguos cordeles de trazados medievales o por interesantes y bien conservadas calzadas de la época romana, puentes renacentistas y todo ello por una ruta magníficamente señalizada e indicada, desde la población de Tornavacas, o desde el Centro de Interpretación de la Reserva Natural de la Garganta de Infiernos en la localidad de Jerte.
El paso desde el Valle a la Vera, atravesando el pintoresco e histórico Puente Nuevo y, sobre todo los casi 1500 metros del Puerto de las Yeguas, resulta uno de los momentos más especiales de este recorrido, recordándonos este puerto aquellas palabras del Emperador: “no volveré a franquear otro puerto más que el de la muerte”.
La Vera, que aguarda tras cruzar este Puerto de las Yeguas, posee un clima y unos paisajes naturales de los más atractivos de Extremadura; en la bajada se divisan las bellas poblaciones de Aldeanueva de la Vera y la singular y serrana población de Guijo de Santa Bárbara.
El final de esta ruta es Jarandilla de la Vera, conocida tanto por su Fiesta de Interés Turístico Regional de “Los escobazos” que se celebra la noche del 7 de diciembre, en vísperas de la Inmaculada Concepción, como por su histórico y acogedor Castillo de los Condes de Oropesa, actual Parador de Turismo, donde el Emperador viviría 4 meses a la espera de que terminasen las obras de su Palacio junto al Monasterio de Yuste, a escasos kilómetros de Jarandilla.
LA HUELLA DEL EMPERADOR.
La estancia del Emperador Carlos V en estas tierras extremeñas dejaría importantes huellas en muchos aspectos, entre los que cobra importancia la gastronomía, influenciada desde entonces con platos e ingredientes del gusto del monarca, que no sólo apreciaba los platos de la Extremadura de mediados del XVI, sino que también introdujo, con sus preferencias personales, recetas y platos de otras zonas, algunos de los cuales quedarían para siempre en el recetario extremeño y que hoy se pueden degustar en los apreciados mesones y restaurantes del lugar.
De los ríos y embalses se pueden degustar las excelentes truchas del río Jerte o de las gargantas de la comarca verata; las apreciadas bogas, carpas, barbos y tencas que tanto abundan en toda Extremadura, eran y son excelentes los quesos de oveja, bien de La Serena o los del Casar de Cáceres y los de cabra de Ibores. Los aceites de oliva tuvieron y tienen fama nacional, o la miel y el polen de La Siberia o Las Hurdes. En este época, ya al igual que hoy, los viñedos extremeños producían magníficos caldos y muchas poblaciones elaboraban y fabricaban deliciosos licores.
Y nadie dudó nunca la bondad de los mundialmente famosos jamones ibéricos y embutidos así como de las excelencias de las carnes de cordero, cabrito o ternera. La caza, tan abundante como pródiga en especies cinegéticas, daba y da apreciadas perdices, faisanes, codornices o palomas torcaces, jabalíes y venados, sin quitar importancia a los gallos de campo, gansos, y los deliciosos turrones y dulces monacales o caseros.
Las huertas extremeñas , ya desde estos tiempos proporcionaron apreciados productos naturales que son básicos ingredientes en los pucheros y en los guisos tan reconocidos en la gastronomía nacional. No olvidemos la fama actual de las cerezas del valle del Jerte o la del pimentón de La Vera, el famoso “oro rojo” ya utilizado desde el siglo XVI por los padres jerónimos de Yuste.
El arte renacentista, dominante en esta mitad del siglo XVI, con la llegada de Carlos I, se vería reflejado en la construcción de su estancia palaciega en el Monasterio de Yuste, en cuyo edificio religioso podemos ver un interesante claustro renacentista del año 1554 construido a instancia de los condes de Oropesa; además, en Pasarón de Vera llama la atención el nostálgico Palacio de los Condes de Osorno o la interesante Iglesia Parroquial de san Lorenzo en Garganta de la Olla, pero sin duda la cercana Plasencia es la que posee las mejores muestras de arte renacentista de toda Extremadura, destacando su impresionante catedral Nueva, el Palacio Episcopal, el de Carvajal- Girón o el de los Marqueses de Mirabel.
La naturaleza, no se ha visto alterada ni modificada en lo más mínimo desde hace cinco años y, así, el Valle del Jerte o la comarca de La Vera, donde se estableciera el monarca, sigue siendo la misma, libre de contaminación y de ruidos, plena de vegetación, verde en primavera y verano y de unos colores rojos y pardos de ensueño cuando los primeros días del otoño visita el norte extremeño.
PUNTO DE PARTIDA HACIA OTRAS RUTAS.
Hasta estas tierras al norte de Extremadura llegan y parten otras rutas de enorme atractivo, ent.re las que aconsejamos visitar las localidades extremeñas que , por su legado histórico artístico la UNESCO les ha distinguido con el título de Patrimonio de la Humanidad. Así, desde la ciudad de Cáceres, con uno de los mejores cascos históricos de Europa, se puede dirigir pasando por Trujillo, localidad natal de descubridores como Pizarro, al Real Monasterio de Guadalupe, museo de museos y magnífico ejemplo del arte religioso gótico y mudéjar, finalizando ésta en la antigua capital de la provincia romana de la Lusitania, Emérita Augusta, la actual Mérida, que guarda uno de los conjuntos arqueológicos de época romana mejor conservados del mundo y, en sus cercanías, los bellos parajes del Parque Natural de Cornalvo.
Muy cerca de estas comarcas elegidas por Carlos I, se encuentra el Parque Natural de Monfragüe, reserva mundial de especies con un excepcional hábitat, ubicado en un increíble bosque mediterráneo magistralmente cuidado.
Extremadura, cualquier ruta que tome el visitante, le mostrará un extenso y rico patrimonio cultural y artístico, buena parte de él al aire libre y otra guardada y cuidada en museos llenos de arte y de historia; la naturaleza esta plena de belleza y es rica en una fauna única y abundante, no faltan antiguos balnearios romanos y modernos establecimientos termales, ni lagos y pantanos deportivos, que suman un buen número de kilómetros de costa dulce.
La gastronomía, a base de productos naturales, le dan la ganada fama de ser una cocina “de siempre”, los pueblos son acogedores y el denominador común de los extremeños es su amabilidad, que la expresan sobremanera en el sin fin de fiestas y costumbres guardadas desde antaño.
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