El artista Francesc Torres convierte la Sala Oval en un escenario en el que se despliegan la vida y la muerte. Dos réplicas a escala 1:1 de dos aviones soviéticos que combatieron en la Guerra Civil ponen en tensión el espacio: un bombardero Túpolev SB-2 “Katiuska”, a punto de estrellarse, y el caza Polikárpov I-16 “Mosca”. Un montaje inédito y arriesgado para reflexionar sobre el acto de morir por un ideal.
La propuesta explora el impacto de la muerte que llega desde el cielo en los conflictos bélicos y la decisión voluntaria de sacrificarse por la defensa de un ideal. Lo hace planteando una analogía con los santos martirizados por su fe religiosa, a partir de la iconografía prestada de la Crucifixión de San Pedro, una bellísima tabla gótica de la colección del Museu Nacional del maestro Pere Serra (siglo xiv). Este paralelismo, justo en la era en que las redes sociales sirven fácilmente de altavoz de nuestros idearios, nos plantea la siguiente pregunta: ¿hasta dónde seríamos capaces de llegar nosotros en defensa de nuestros ideales?
Aeronáutica (vuelo) Interior tiene el origen en una visita del artista al histórico Campo de Aviación de La Sénia, muy cerca de donde se encuentra actualmente el Centro de Aviación Histórica, cuyo director, José Ramón Bellaubí Cavaller, lleva a cabo la épica recreación a escala real de aviones históricos. De aquí surge una instalación artística monumental con la que Francesc Torres lleva aún más lejos unas coordenadas que ya había explorado otras ve- ces: la ambigüedad entre el arte y el no-arte, y la eliminación de la línea divisoria entre “exposición”, “obra de arte” e “instalación”. Y es que, en palabras del artista, “un avión que no vuela no es un avión, es una obra de arte”.
Con la voluntad de repensar el pasado desde el presente, y en el marco de los proyectos expositivos que el Museu Nacional dedica este año a la Guerra Civil, el arte, el conflicto y la memoria, el Museo destina un espacio icónico de sus instalaciones a rememorar un episodio sensible y trascendental de nuestra historia reciente. Francesc Torres, a través de su mirada, se sirve del arte para removernos e interpelarnos con cuestiones que afectan al ser humano desde los albores del tiempo.
CAMPO DE AVIACIÓN DE LA SÉNIA.
En plena Guerra Civil, el Gobierno de la II República construye un aeródromo militar a las afueras del pueblo de La Sénia para defenderse del golpe militar rebelde. Se expropian 90 hectáreas de olivares y se obliga a los propietarios a talar cerca de 9000 olivos, principal fuente de riqueza de la zona. En muy poco tiempo se construyen tres pistas, un edificio para alojar a los oficiales (actual Centro de Aviación Histórica de La Sénia) y un refugio antiaéreo.
En septiembre de 1937 se inician las acciones operativas con tres escuadrillas de bombarderos Túpolev SB y tres escuadrillas del caza Polikárpov I-16, formadas por aviadores españoles y pilotos rusos. Hasta que, en abril de 1938, con la ocupación de las tropas franquistas y la Guerra decantándose hacia el bando nacional, se instala la Legión Cóndor alemana. Este hecho fue clave en el desenlace de la batalla del Ebro, por la situación estratégica del campo y su capacidad operativa.
Durante la Guerra Civil, más de un centenar de aviadores voluntarios soviéticos murieron en defensa de la República española.
CENTRO DE AVIACIÓN HISTÓRICA DE LA SÉNIA.
En la casa del mando se ubica actualmente el centro de interpretación de la aviación militar en Cataluña durante la Guerra Civil. Se pueden ver algunas de las avionetas que llenaron el cielo de La Sénia durante el conflicto, recreaciones a escala real hechas con piezas originales por su director, José Ramón Bellaubí Cavaller.
¿Morirías por un ideal?
“La manera más expeditiva para que no haya dudas sobre la suma importancia de un ideal es que el precio para conseguirlo, defenderlo y conservarlo sea cuanto más alto mejor. Nadie arriesga la vida ni se deja matar por una abstracción desprovista de fisicidad si no se basa en la fe; nadie se aboca tampoco al sacrificio —este misterio insondable— por una baratija, si esta baratija no es sagrada con la dosis pertinente de convicción sobre la certidumbre de que es así (…). Por eso parecemos condenados, hasta que no se demuestre lo contrario, a la posibilidad perpetua del derramamiento de sangre como una parte integral del comportamiento humano. Para que la vida sea valiosa es necesario que seamos mortales; esta es la medida universal de todo. La mortalidad hace que el sacrificio de la vida por la defensa de principios irrenunciables represente la entrega máxima que se puede esperar de un ser humano. Alguien dijo: «Sabia es la naturaleza que nos hace morir para que la vida tenga algún valor», y eso determina que el privilegio monopolizado de acortarla significativamente a los demás constituya el distintivo categórico del poder real bajo cualquiera de sus múltiples togas.
(…) De un modo u otro, todo lo religioso, ideológico, político, nacional o identitario se basa en una gestión de la vida y la muerte, por parte del poder fáctico, de los individuos que forman el cuerpo social de estas categorías. Solo es importante lo que justifica la entrega de la vida, la forma más clara y simple de definir lo sagrado, sea divino o no.”
Francesc Torres
INSTALACIÓN: Del 18 de Junio al 26 de Septiembre de 2021
Museu Nacional d’Art de Catalunya
Parc de Montjuïc. 08038 Barcelona
www.museunacional.cat