“Fuga mundi”
Ciclo de conferencias
Martes 9: Jaime Alvar.
Fugas mayores; escapadas menores. Rupturas por mejor vida en el antiguo Oriente
Jueves 11: David Hernández de la Fuente.
La huida del mundo en la antigüedad griega entre filosofía y religión.
Martes 16 Clelia Martínez.
El desierto como elección espiritual en el cristianismo antiguo.
Jueves 18: Toni Montesinos
- H.D. Thoreau: dos años, dos meses y dos días en Walden Pond.
Comienza la temporada de Conferencias 2018 en la Fundación Juan March con un nuevo ciclo titulado Fuga mundi, desarrollado en cuatro sesiones, a cargo de Jaime Alvar, David Hernández de la Fuente, Clelia Martínez y Toni Montesinos.
La expresión fuga mundi implica un desplazamiento físico, un aislamiento de las costumbres mundanas. Frente al asceta que se mantiene inmerso en la sociedad pretendiendo apartarse de ella en el plano espiritual, los protagonistas de este ciclo viajarán o se trasladarán a un nuevo entorno geográfico que se adapte a sus fines.
El ciclo se centra en el análisis de distintas culturas que vieron surgir iniciativas, particulares o colectivas, de huida, de retiro voluntario, en búsqueda de un crecimiento moral y espiritual, y su trascendencia. Las conferencias recorrerán el antiguo Egipto, pasando por las escuelas filosóficas griegas y el cristianismo antiguo, para llegar a nuestros días de la mano del filósofo y escritor H. D. Thoreau.
Martes 9 de enero
Jaime Alvar.
Fugas mayores; escapadas menores. Rupturas por mejor vida en el antiguo Oriente.
Asociamos habitualmente las distintas modalidades del anacoretismo al deseo de hallar un entorno apropiado para alcanzar la utopía. Sin embargo, las retiradas del mundo no siempre están vinculadas a la construcción de un mundo puro. La huida está relacionada con la convicción de que la myesis, la contaminación, es de tal intensidad, que solo cabe la ruptura, el abandono del lugar. Podríamos incluir estas pequeñas fugas en la categoría de escapadas menores.
Ahora bien, conocemos dos ejemplos vinculados a dos afamados monarcas, uno egipcio, el otro babilonio, interpretables de modo diferente al habitual, que podríamos incluir en la categoría de fugas mayores, por la relevancia de sus protagonistas. Me refiero al faraón Amenofis IV, que abandona la corte tebana y funda una nueva capital en El-Amarna. De entre las razones propuestas por los estudiosos para explicar su comportamiento, sobresale la mística. Igual explicación es la que se esgrime ante el abandono de la corte babilonia por el último de sus monarcas, Nabónido, quien pasó largos años de su vida retirado en el desierto arábigo, hasta su repentina reaparición.
Frente a estas fugas regias, los estudiosos han querido ver antecedentes al anacoretismo cristiano en ciertos comportamientos religiosos, como la katoché, una forma de entrega al culto del dios helenístico Serapis en la que el fiel se convierte en sirviente del dios. También se ha propuesto el caso de los esenios, la comunidad judía que denuncia la contaminación del templo de Jerusalén, dando lugar a la creación de un espacio segregado, puro, capaz de preservar un entorno adecuado para el pueblo elegido.
El hecho de analizar estos fenómenos conjuntamente no supone que estén relacionados. Es del todo arbitrario, pero es que, como diría Borges, “toda gran novela crea sus antecedentes”.
Jueves 11 de enero
David Hernández de la Fuente
La huida del mundo en la antigüedad griega entre filosofía y religión.
La historia de las utopías y de los modos de vida alternativos en Occidente remonta por necesidad a la antigüedad griega, cuando se establecen, al margen de la sociedad general, grupos sapienciales, como el pitagórico, o cultos mistéricos que prometen un más allá feliz una vez cumplidos ciertos ritos comunitarios. Pero el ideal de la huida del mundo es una constante también, a partir de ahí, en las diversas escuelas filosóficas de la antigüedad, desde los llamados “presocráticos”. Especialmente al hilo del debate sobre los modos de vida y sobre la “vida contemplativa” (bios theoretikós) se dejará sentir la cuestión a través de la escuela platónica, en su longue durée, hasta la posteridad.
Martes 16 de enero
Clelia Martínez.
El desierto como elección espiritual en el cristianismo antiguo.
En el mundo tardoantiguo, la retirada de Antonio al desierto egipcio configura un estereotipo cuyo simbolismo será reproducido de manera recurrente en los relatos hagiográficos posteriores. A partir de entonces, el desierto constituirá para el asceta el escenario ideal para que su alma culmine el camino hacia la perfección. Por su naturaleza hostil, este entorno, descrito con todos los tópicos habituales, se convierte en el lugar perfecto para dirimir su combate contra los demonios, cobijados en este paisaje impío donde despliegan todo su aterrador poder. El diablo se manifestará, además, con todo su repertorio de tentaciones que enfrentarán al monje con emociones tan dispares como la cólera, el deseo, la envidia, el miedo.
El desierto recogía, por lo tanto, toda una experiencia emocional que cumplía a modo de rito de tránsito, una función destacada en su proceso de madurez espiritual pues no existía mejor modo de poner a prueba la solidez de su devoción que vencer al pánico, permanecer incólume en este temible escenario y salir victorioso del combate. El desierto se convierte así en una suerte de instrumento iniciático dotado de un significado religioso y constituye el enclave ideal para probar la fortaleza espiritual del fiel pues en él confluía tanto la dureza extrema de sus condiciones de vida como su condición de espacio liminal. Pero la anachoresis no fue la única alternativa ascética en el desierto. Pronto surgirán opciones colectivas y Pacomio como fundador de monasterios masculinos y femeninos y redactor de la primera regla de vida en común, quedará en el recuerdo como el primer legislador de la vida cenobítica.
Jueves 18 de enero
Toni Montesinos
- H.D. Thoreau: dos años, dos meses y dos días en Walden Pond.
A doscientos años de su nacimiento, la figura de Thoreau está más presente que nunca. Es un filósofo para hoy, para nuestra cotidianidad, cercano y claro cuyo legado es más pertinente que nunca si queremos ser críticos con el sistema establecido. Él ejemplifica como nadie el anticonformismo o el cuestionamiento de lo que se da por sentado, y muchas de las opiniones que nos puedan iluminar proceden de su obra Walden, experiencia escrita de la vida en la casa que construyó él mismo en la zona de Walden Pond, cerca del pueblo de Concord, en Massachusetts.
Ahí Thoreau meditará sobre la educación, asentada en enseñar a vivir con principios firmes, austeridad y amor por la naturaleza, y su apuesta por la intuición y los sentidos, por la creencia de que es el alma y el espíritu de las cosas lo que ha regir todo en la Tierra. El que se llamó a sí mismo “inspector de ventiscas y diluvios” es el emblema de escritor observador, paciente y amante de la vida libre y entregado a muy diferentes trabajos artesanales, sin que ello impidiera hacerle sentir que la escritura era el centro de su vida.
Thoreau cumpliría su sueño de retiro y soledad y libertad totales durante dos años, dos meses y dos días (de 1845 a 1847) frente a la laguna de Walden, autoimponiéndose un experimento de naturaleza y visión en busca de sentir la vida plena. Lo dijo así: “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido”.
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Los audios de todas las conferencias están disponibles en
http://www.march.es/conferencias/anteriores/
La página web de la Fundación Juan March recoge un vídeo de algunas de ellas en