Max Aub.
I. ETAPA EXISTENCIAL EN FRANCIA:
NACIMIENTO E INFANCIA. 1903-1914
Max Aub Mohrenwitz nació a las doce del mediodía el 2 de junio de 1903 en la calle cité Trévise, 3 en París.
Coincidiría como su abuelo en el nombre, Max Aub, que casó con Magdalena Marx, de cuyo matrimonio nacería su padre Federico Guillermo Aub Marx. Del matrimonio de éste con Susana Mohenwitz nacieron Max Aub y su hermana Magdalena. El entorno familiar y social de estos años fue de gran importancia para Max en su trayectoria existencial. Su padre nació en Baviera, y en 1898 ya viajaba por Europa y España como representante comercial. Provenía de una familia de gentes de leyes, ya que había en ella abogados, notarios, siendo él quien rompería con la tradición, convirtiéndose en la “oveja negra de la familia”. Tenía don de gentes, hablaba bien el español y en Sevilla trabaja para la casa Alaska, y cuando quiebra se instala por su cuenta como vendedor de Bisutería Fina para Caballeros, así consta en el encabezamiento de las cartas que dirigía a sus clientes y que posteriormente también utilizaría el propio Max para cualquier relación epistolar. Pasaba largas temporadas fuera de casa, y esto hacía una intensa dedicación de la madre para con Max. Aunque nació en París, era de origen sajón de burguesía alta. Tenía inclinación por anticuarios y refinados gustos y aficiones artísticas.
Max, rodeado de mujeres –madre, hermana, criada -, se vio favorecido por el cariño y amor de ellas. En una carta de 1952 de su amigo el valenciano, Pascual Pla, le escribía al respecto de ese amor de madre: “La pobre te estaba escribiendo… Se emocionó mucho al hablar de ti… La muerte de tu padre y tu ausencia la tienen desolada … Me dijo que iría a verte con mucho gusto, pero que temía que el remedio fuese peor que la enfermedad. Si voy allí – me dijo – y le veo, luego no podría vivir sin él. Si pudiese quedarme para siempre a su lado, sería distinto; entonces me iría inmediatamente. Nunca pensé que tu madre fuese capaz de añorarte tanto.”
Su infancia fue desarrollándose de forma feliz y equilibrada. Exento de privaciones, no le faltaba de nada, incluso todos los veranos pasaba tres meses en Moncornet, pueblo en el campo, donde descubrió en su contacto con la naturaleza la alegría de la vida y la necesidad de gozar e integrarse en ella.
El ambiente cultural fue de privilegio, dado que crecía también favorecido por el bilingüismo. En la familia practicaba el alemán y en la calle y colegio, el francés. Su educación en lo religioso fue agnóstica, y el influjo, el de una familia burguesa: “no hubo más Zeus que el de los rayos y truenos”. “… En mi formación no influyeron para nada mis padres hasta donde esto puede ser en una familia burguesa”. Años más tarde, en 1954, y después de haber vivido y sido educado en su España en unos ambientes y en una época de libertades, le contestaba a la carta del director de la revista Índice, que le decía que la esencia de lo español ha sido siempre una identificación con la religión católica: “¡Qué bien que lo que le parece bien de mis novelas es la vida y no las ideas! ¡y qué bien que vea usted en ellas mucha verdad de España! No soy ensayista ni soy voluble y lo único que me importa es dejar unos cuantos personajes. Ahora bien, de mi tiempo. Usted ha crecido y se ha hecho en una época religiosa, católica; yo me hice en otra. Da la triste casualidad de que la suya es la que impera y ha imperado en España de Carlos IV acá y si usted cree auténticamente que la grandeza de España ha coincidido siempre con la madurez de su religiosidad católica está usted terriblemente equivocado”.
Sus amigos eran los hijos del director de la Ópera Cómica de París. Estaba en contacto permanente con revistas y libros: “Desde que tengo uso de razón nada me ha atraído tanto”; “Siempre fui un hombre de libros”; “No fueron libros ni revistas, ni noticias lo que nos faltaban”. En la planta baja del edificio donde vivía había una librería, y al lado la casa donde vivía Heine. Tenía contacto con las lecturas de Víctor Hugo, Baudelaire, Rimbaud, y aprendió a leer en los Miserables. A partir de los cinco años, en esa situación de privilegio, inicia estudios en el prestigioso College Rollin, por lo que su educación fue exquisita y esmerada. Él mismo se consideraba un estudiante normal, y a los once años sabía latín como todos. A los ocho años pasó las navidades en Berlín, Nüremberg y Munich. Descubrió el mar ya las mareas en invierno, en Berl Plage. Era muy exigente con las comidas, exigencia gastronómica que también reflejó en su literatura.
De esos antecedentes y orígenes sociales y familiares tenía el convencimiento de la vinculación de Karl Marx, sobre todo en lo que fue una constante en él: Max, apartida. Durante su viaje a Cuba en 1968 escribió su diario Enero en Cuba, en el que reflexionaba defendiendo la experiencia cubana y en contra del bloqueo a la misma por los Estados Unidos: “Déjenlos en paz. Es uno de los experimentos que más ennoblecen al hombre de hoy…! – ¡Nosotros, marxistas-leninistas…!/ Mi buen Marx – que tal fue de la familia de mi padre – en Tréveris, en Londres con sus nieblas y Lenin.”
En esta referencia al autor de El Capital descubrimos no sólo sus vínculos familiares, sino también ese sentimiento de ciudadano del mundo cuya referencia es España. Y fue apartida español desde que hizo el bachillerato en Valencia, convirtiéndose en un escritor valenciano, y en un español universal. En 1956, unos jóvenes poetas, que se iniciaban en el conocimiento de Max, se sorprendían por su perfecto dominio del español, de tal manera que Gloria Fuertes llegó a decir: “Amigo Max, escribes un castellano perfecto, tanto es así, que si no eres de por aquí – mereces serlo – con esto no quiero decir nada que ofenda, porque yo no soy patriotera (en pequeño), ya que mi patria es el Universo y mi pueblo la Tierra. Así que decía, que seas de donde seas, ¡buena honra tu nacimiento para todo el mundo de este Planeta¡”.
II. ETAPA EXISTENCIAL: ESPAÑA, 1914-1939.
Viajaba por España el padre de Max por asuntos profesionales cuando estalló la Primera Guerra Mundial. Este conflicto se proyectó trágicamente en la familia de Max: “… de la noche a la mañana nos convertimos de amigos en enemigos… En septiembre – durante la batalla del Marne – que se libraba a dos pasos, salimos hacia España; mis tíos – los hermanos de mi madre – peleaban en el ejército francés; la familia de mi padre en las filas alemanas; otro tío mío, comandante casado con una hermana de mi madre, lo era del ejército austriaco”. Amigos valencianos del padre de Max le aconsejaron que no volviera a Francia. Así lo hizo, y en agosto de 1914 recibía a su familia en Barcelona.
2.1. FASE DE FORMACIÓN Y PREPARACIÓN EDUCATIVAS. 1914-1920.
Max, niño de 11 años, pronto inicia su peregrinaje, y llega a Valencia, ciudad por la que inmediatamente quedó absorbido: “Ya la cubre. Ya la tiene y retiene y revuelca. Valencia cubierta de olor de azahar, Valencia en la mano del naranjo. Valencia blanca y blanda con peso de pecho limonar. La naranja entre la mandarina y el limón. Valencia granada, Valencia honda, Valencia borracha de olor de azahar.” Es en esta nueva fase de estudiante cuando Max entra en contacto con otras realidades, con otra cultura, con otros hombres, con otro país. Iniciará un proceso vitalista que se verá reflejado en lo gastronómico, lo cultural y lo literario, la música, las amistades, la educación, el amor de juventud. Necesita vivir, degustar la existencia, palparla, tomarle el pulso a todo, a la vida misma. La familia fija su residencia en Valencia en la Avenida del Puerto, frente a los cuarteles Victoria, y posteriormente en la calle la Reina en el Cabañal. Más tarde en la calle Garrigues, hasta 1926, y por último en la calle Almirante Cadarso, 13.
En 1915 escribe el primer poema en español; él mismo afirmaría: “nunca he podido escribir nada en otra lengua”.
En 1916 el padre de Max solicita en el registro civil de Valencia la concesión de la nacionalidad española, renunciando a la alemana.
En 1917, el enfrentamiento de la Guardia Civil con los ciudadanos, en la plaza Emilio Castelar en Valencia, le va a producir a Max tan fuerte impresión que, a partir de entonces, se inclinará a ser partidario de los humildes.
En 1918 cursa estudios en la Alianza Francesa, en el Instituto de Valencia y en la Escuela Moderna, ubicada en la plaza Pellicers, la única escuela laica que había en Valencia. Todo ello, en coherencia con los criterios e influjos familiares, ya que recibió desde siempre una educación muy liberal y laica: “mis padres eran perfectamente agnósticos, y jamás se me habló de religión en mi casa, si ateos ambos, él de raíz católica, y yo de la librepensadora”, afirmaba refiriéndose a Buñuel y a él mismo. Recordaría como profesores a Comas, Morote Arenas, Milego, Ayuso Polo, Huici y sobre todo a su profesor de Literatura Española, Ángel Lacalle.
En 1919 afianzaría sus amistades de juventud, entre las que destacarían la familia Gaos (José, Vicente, Ignacio, Lola), que vivía en la calle pintor Sorolla, a donde, desde 1916 a 1921, Max acudía todas las tardes para hablar con Pepe y estudiar con Carlos; Manolo Zapater, que lo iniciaría en las tierras del Alto Palancia, principalmente Segorbe y Viver; Fernando Dicenta, Juan Gil-Albert, Juan Chabás, Leopoldo Querol, Genaro Lahuerta, Pedro de Valencia, José Medina Echavarría… Con ellos en verano disfrutaría del contacto con el mar, en las Arenas, de los helados, de la fruta de la huerta valenciana, de la horchata, del marisco, de la música y, especialmente, de las librerías de viejo, pasando horas y horas en contacto con los libros.
En 1920 acaba el Bachillerato. Es más famosa al respecto la frase que Max solía decir al preguntársele de dónde era, respondiendo que “se es de donde se hace el bachillerato”.
Físicamente no era muy alto, algo relleno – ya que le gustaba comer muy bien -, bastante exquisito. Tez clara, ojos de miope desde los doce años, pelo rizado y negro. Iba creciendo en ambientes que favorecerían la cordialidad, la amabilidad, despierto a todas las inquietudes y abierto al diálogo que sería casi consubstancial en él. Muy delicado con los demás, era capaz de captar los matices de las gentes con quienes hablaba. Se daba cuenta de todo, como si tuviese un sexto sentido para ver la realidad en sus más delicados aspectos.
2.2 FASE DE PROFESIONALIZACIÓN Y APERTURA CULTURAL: 1921-1928.
1920: Es deseo y voluntad de su padre que Max, acabado el bachillerato, estudie Historia, pero éste se resiste y decide ayudarle y seguir sus pasos profesionales, viajando como representante por Levante, Aragón, Cataluña y Almería, durante cuatro años vendiendo toda clase de artículos, recorriendo todas las ciudades y pueblos de cierta importancia. Esta actividad itinerante, y su espíritu inquieto y ansioso por conocer y descubrir la realidad, le pusieron en las mejores condiciones para entrar en contacto con el mundo cultural y de vanguardia del momento.
En 1921 conoce en Gerona a Jules Romains, que además de entregarle una tarjeta de presentación que usaría dos años más tarde, influirá en su quehacer literario con su teoría del unanimismo. Inquieto lector de gran afán coleccionista, está suscrito desde 1918 a todas las revistas literarias francesas, entre ellas Nouvelle Revue Francaise, y también a algunas italianas y belgas.
A partir de 1922, y durante catorce años, recorre Cataluña con sus mercancías, viviendo en Barcelona cuatro meses al año, donde asiste a tertulias como la de López Picó, Salvat Papasseit, Esclasens, y la de Gasch.
Empieza a escribir teatro experimental: El desconfiado prodigioso, Una botella, El celoso y su enamorada, Espejo de avaricia, Narciso. Manuel Durán califica a este teatro de “Teatro experimental para un público hispánico sumamente hostil a lo experimental en las tablas. Teatro experimental en que fracasaron, o casi fracasaron, Jacinto Grau, Miguel Hernández, Alberti, y –a veces- el propio Lorca. (En vigor, el teatro experimental, en sus variadas formas derivado en parte del expresionismo alemán, que Aub debió conocer, no ha tenido éxito sino hasta época muy reciente…). Por mucho que le desagrade a Aub el teatro de Jacinto Grau, hay que confesar que los dos dramaturgos tienen en común un rasgo negativo: los dos han escrito un tipo de teatro que se ha leído más que representado…”
1923: fue testigo en Zaragoza de cómo, en la plaza del Coso, un pelotón de soldados y un sargento proclamaba el estado de guerra: la sublevación de Primo de Rivera.
En diciembre, con la lotería que le tocó en Murcia, viaja a Madrid por primera vez con su amigo José Medina Echavarría, y se presenta a Enrique Díez-Canedo con la tarjeta que le dio Jules Romains. “…Max Aub llamó a mi casa de Madrid llevándome su primer libro, para que yo se lo apadrinase. Versos, naturalmente… Hizo, de muy joven…, todos los experimentos en las vías que el arte dramático abría o intentaba abrir en la Europa de aquellos días”. Introducido por aquél en el Ateneo el día 20, lo presenta Luis Fernández Ardavín, amigo del grupo que por entonces se reunía en el Regina, para que leyera sus primeros versos. Max diría de Enrique: “Su simpatía no me faltó nunca, hasta su muerte… Es de los pocos que tuvo desde esa fecha fe en mí. Nunca se lo podré pagar.” La admiración y estima que le tenía Max fue fiel más allá de la muerte. “Los de mi generación –las hay peores- le debemos gran parte de lo que aprendimos en nuestra juventud acerca del mundo. Si a alguien debimos llamar “maestro” fue a él, cosa que nunca hicimos porque jamás asomó en sus palabras un adarme de pedantería. Fue constante lección; en El Sol, en La Voz, en España. Si he tenido confianza en lo que hice y Dios sabe que nunca fui favorecido por el éxito… fue porque Canedo me dijo: “Está bien, esto está bien”, esto no está bien. Y tan seguro fiado en su criterio que aquí lo vengo a decir. Canedo fue el crítico literario más sagaz que ha tenido España este siglo, el que supo discernir con más claridad lo que fue y queda… Con Canedo todo me parece ayer. Estuvimos juntos en el mundo, conociéndonos, durante veinte años y hoy hace veinte años que ha muerto; para mí, estos últimos cuatro lustros no existen. Está vivo, a mi lado, oyéndome. No me sucede con nadie de su edad… Yo escribía, todavía escribo, para que Canedo me diga lo que le parece. La razón es sencilla: en nadie confié más. Jamás me desfalleció el corazón a su lado. Cuando llegué a México, en octubre de 1942, me lo encontré, esperándome a la puerta de su casa, sonrosado, sonriente –como siempre-, más cano, me dijo: “Estaba seguro de que le volvería a ver. Nunca lo dudé”. Había corrido la voz de mi muerte.
Yo también estaba seguro de volver a verle, de poder leerle o que leyera lo que escribí desde la última vez que nos vimos en París…
Y está a mi lado como si fuese ayer. Está y ésta es la verdad….”
A partir de 1924 conoce en París a Joan Miró y a escritores de su generación, amistades que mantendrá epistolarmente sobre todo después de la guerra civil: Alberti, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Bergamín, Francisco Ayala, Gerardo Diego, Juan Gil-Albert, Esteban Salazar Chapela, Alejandro Casona, Paulino Masip, Juan Larrea, Guillermo de Torre, Juan Chabás, Emilio Prados, José María Quiroga Pla, Vicente Gaos, Juan Rejano, Pascual Pla y Beltrán. Publica versos en el último número de la revista semanal España. De ella diría Max que estaba en la base de su formación e información. Otros medios de influencia serían la “Colección Universal” de Calpe, el infujo del filósofo José Gaos recomendándole a Taine y filósofos del siglo XIX, el entusiasmo por Baroja, Unamuno, Quevedo, Cervantes, Larra…
Al cumplir la mayoría de edad y estar en disposición de realizar el servicio militar sirviendo a la patria, se nacionaliza y, al tener la oportunidad de elegir el país de su padre o de su madre, opta libremente por España. Pero por razones de miopía se le exime de cumplirlo, siendo su reacción: “… aunque con ello quedé definitivamente como español”.
En 1925 publica Los poemas cotidianos, edición privada de cincuenta ejemplares con prólogo de Enrique Díez-Canedo: “Max Aub me da la sensación de un hombre múltiple. Llega a verme, viniendo de Alemania o de Francia, de Levante o del Noroeste… Activo, inquieto, lleva una vida errante y atareada… Es su “poema cotidiano”, su quehacer vital, cuya rudeza él sabe convertir en poesía. Viajante de poesía se le pudiera llamar a Max Aub… En ese eterno vagar, en esa perpetua mudanza, en ese cambio sin reposo, late un sueño de molicie y quietud, un sueño de hogar, confinado entre las cuatro paredes de una estancia en el que sólo viven el amor en los corazones y la llama en la chimenea, y de la cual se evaden los ojos siguiendo por la ventana las revueltas el camino que corta los campos del invierno… He aquí al invierno rehabilitado.
Oíd cómo suena la canción de este poeta que, corriendo mundo, sueña con un pequeñísimo rincón en todo el mundo”
Publica extractos de Geografía en la Revista de Occidente. “Geografía, que viene a ser la más poética de sus narraciones, nos muestra hoy como ayer a un escritor de cuerpo entero, dueño de los recursos de su arte, que en cada página ha logrado transfigurar estéticamente la realidad española de este siglo.”
“Amable, graciosa, esta narración es un híbrido del ensayo y el cuento; el autor toma la palabra, pero no para narrarnos un suceso, sino para deleitarnos con su cultura, con su ingenio, con su “esprit” … “Geografía tiene la virtud de presentar un Max Aub amable, de antes de la guerra, todavía no atormentado por la política, ni desolado por los bombardeos o por las acciones sangrientas; no se trata de los horrores de la contienda, ni de la cárcel, ni del hambre, ni de la injusticia social ni de nada de eso que luego por muchos años y por muchos libros obsesionó a Max Aub, hasta hacerlo un escritor amargo de leer, aunque siempre admirable”.
En 1926 publica Caja, cuento vanguardista en la línea y estilo de Geografía.
El 3 de noviembre contrae matrimonio con la valenciana Perpetua Barjau Martín, que sería hasta el final de su compañera inseparable, familiarmente conocida como Peua.
El 8 de abril de 1927 nace su primera hija, María Luisa.
Su presencia en Madrid fue frecuente durante trece años, con visita obligada al café Regina donde conocería a Domenchina, Azaña, Vayo, Araquistáin, Negrín, Marañón y Valle-Inclán.
1928. Para Max, el gusto y la delicadeza por la preparación y presentación de sus propios libros eran una obsesión, siendo la faceta de tipógrafo una cualidad fundamental en su trabajo cotidiano: “En el fondo lo que soy es un tipógrafo. La tipografía es una síntesis de la pintura y de la literatura. No hay nada mejor que el tacto de un buen papel entre las manos: es como poder abrazar a una mujer a quien se ama… Una esbelta joven nunca lo será tanto como una letra bodoni”. Siempre recordará “mi imprenta” de la calle de las Avellanas en Valencia: la imprenta Moderna de los Soler, donde imprimió su primera versión de Álvarez Petreña, Fábula verde, Espejo de avaricia, Proyecto de un teatro nacional. Juan Renau, amigo y paisano, escribe: “Max Aub, que pulula solitario por viejas imprentas en busca de tipografía exquisita para editar sus multiplicados librillos y libros, se nos presenta una tarde con un bien alimentado ensayo bajo el brazo… Es su maravilloso gusto editorial lo que me atrae. Se apasiona por el bello editar, como un alquimista en trance de descubrir la piedra filosofal. Es una especie de Aldo Manuzio, mitad valenciano, mitad no sé de dónde. Un día le acompañamos Gil-Albert y yo por toda la calle de las Avellanas y contornos. Entra y sale de minúsculas imprentas. No encuentra lo que busca. Necesita, como oxígeno, unas letras capitulares para el titulillo de un libro diminuto escrito por él. No comprendo esa tesonería, ese recorrer por toda la ciudad para lograr algo tan insignificante. Sin embargo, al contemplar el volumen ya editado me doy cuenta de su razón y de su arte incomparable”.
Publica Narciso. El mismo Max decía que no estaba El mismo Max decía que no estaba pensada ni escrita para ser leída, sino que estaba hecha para la escena y viene a ahogarse en el libro.
Teatro incompleto se le podría llamar. Las circunstancias del teatro en España, quiero suponer que sólo actuales, no permiten lograr su representación. Fue estrenada por el T.E.U. de Derecho en el teatro Valle- Inclán, en Madrid, el 6 de mayo de 1963. “ Narciso, conceptual, literaria, cubista, poética y posiblemente pretenciosa, nos parece a los componentes del T.E.U. de Derecho un experimento apasionante, y es ello lo que nos ha movido a montarla. En todo caso, creemos ante el triste panorama del teatro español contemporáneo que no podemos permitirnos el lujo de desconocerla”.
Se trata de una pieza difícil, marcada por un aliento vanguardista muy de la fecha en que se escribió- 1828- , dato que hay que tener muy en cuenta, ya que su mayor interés no reside tanto en su posible logro, sino en la prodigiosa anticipación respecto a un teatro que había de venir treinta años después.
Aub tiene la oportunidad de estrechar la mano de su paisano Vicente Blasco Ibáñez y de saludarlo, cuando éste vuelve a Valencia del destierro en 1928: “Iba en un simón abierto, por la calle de San Vicente, con esa camisa sport, abierta también ,que había hecho célebre. Ya estaba usted muy enfermo y tenía bolsas en los ojos. Me subí en el estribo y le estreché la mano, fofa. Me sonrió. La gente le aclamaba. Estaban contentos de que hubiera vuelto, de que estuviese en Valencia…Usted no se figuraba, y mucho menos su familia, que la república vendría tan pronto… ¿Ay, don Visent, quien conociera la Valencia de usted, la de la calle de san Vicente de afuera, donde yo vivía! No es que parezca mal que hayan tirado todo. Esta bien. Pero, ¡cojones!, ya está bien. Tanto no hacer nada y tanta misa y tanto cura y tanta democracia cristiana.¡Y tanto Plan Sur!
¿Se acuerda de la Casa de la Democracia? ¿Y del pueblo y de Azzati?. Ahora Valencia está mucho mejor y dan ganas de llorar al verle a usted enterrado ahí, cerca del suelo como si nada. Como si nada hubiera pasado de 1928 a 1968”. Esto lo rememorará Max cuando vuelve a España, en 1969. Viaja a Valencia y, en una visita al cementerio, delante de las tumbas de sus padres y abuelos, que estaban enfrente de la de Vicente Blasco Ibáñez, entabla un monólogo, que posteriormente recogería en su diario de la Gallina Ciega.
2.3.FASE DEL COMPROMISO HUMANO Y POLÍTICO: 1929- 1939.
Ambas fechas limitan esta fase, cuyas características más importantes serían: a) Un compromiso personal e ideológico con una actuación coherente y fiel al mismo. B) La derrota individual y colectiva por alcanzar los objetivos que dicho compromiso tenía con su país. “Estábamos dispuestos a jugarnos la vida por muchas razones” diría Max.
Es una fase de gran actividad y de afianzamiento en todos los órdenes: profesionalmente se hace cargo del negocio de su padre, ampliándolo y viajando por casi toda España; culturalmente es un vanguardista de primera línea; humanamente entra en relación con nuevas e importantes amistades: Gerardo Diego, Antonio Machado, Jorge guillén, Pedro Flores, Ramón Gaya, Juan Guerrero Zamora políticamente actuará al servicio de la República cuando su partido lo reclame.
Saber más en la Biblioteca Virtual de Humanidades: La historiografía literaria española de la primera mitad del siglo XX.