Desde finales de 2017 y, hasta mediados del 2018, podremos disfrutar de la programación de Exposiciones y actividades que en torno a ellas, ha organizado el Museo Guggenheim Bilbao.
El arte y el espacio.
Fechas: 5 de diciembre de 2017 – 15 de abril de 2018.
Comisario: Manuel Cirauqui.
– El punto de partida conceptual de esta exposición es la colaboración entre el artista Eduardo Chillida y el filósofo Martin Heidegger, que resultó la edición de un libro de artista titulado El arte y el espacio en 1969.
– Más de un centenar de trabajos internacionales ofrecen una relectura de la historia de la abstracción en las últimas seis décadas.
– El arte y el espacio rinde asimismo tributo a la inagotable capacidad del edificio de Frank Gehry para entablar diálogos únicos entre sus espacios y obras fundamentales de las épocas moderna y contemporánea.
– La muestra constituye una celebración del lugar y de la arquitectura a través del arte y permite analizar el diálogo que se produce entre espacios y volúmenes, así como entre la creación plástica y el pensamiento filosófico.
– La obra Burbuja blanca (White Bubble) , 2013/2017, recientemente donada por Ernesto Neto a la Colección del Museo Guggenheim Bilbao, será presentada por primera vez al público en el marco de esta exposición.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta El arte y el espacio, una ambiciosa exposición que toma como referencia clave la colaboración que llevaron a cabo en 1969 el artista vasco Eduardo Chillida y el filósofo alemán Martin Heidegger, que resultó en la edición de un libro de artista del que toma su título esta muestra.
Actualizando y desarrollando conceptos presentes en el diálogo entre Heidegger y Chillida –el lugar, la presencia de las cosas, la relación entre arte y ciencia- la exposición ofrece más de un centenar de trabajos de artistas internacionales y constituye una relectura de la historia de la abstracción en las últimas seis décadas.
Como parte del programa del Museo Guggenheim Bilbao en el año de su XX Aniversario, El arte y el espacio supone asimismo un tributo a la inagotable capacidad del edificio de Frank Gehry para entablar diálogos únicos entre sus sobrecogedores espacios y obras fundamentales de las épocas moderna y contemporánea. Partiendo de obras clave de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao, a las que se añade una selección de obras de la red de museos Guggenheim junto con otras piezas de importantes colecciones internacionales, esta exposición se ofrece como una celebración del lugar y de la arquitectura a través del arte.
Siguiendo a Heidegger en El arte y el espacio , la muestra permite contemplar las distintas maneras en que la obra de arte ―se adueña del espacio‖ y el espacio ―atraviesa la obra de arte‖. Partiendo de estas premisas, la exposición se propone analizar este diálogo entre espacios y volúmenes, explorando las conexiones y conversaciones silenciosas entre las obras de arte y las fuerzas que las estructuran -gravedad, luminosidad, equilibrio-, pero también entre la creación plástica y el pensamiento filosófico. Histórica y geográficamente complejo, este diálogo va más allá del contexto occidental y atraviesa las disciplinas, reapareciendo constantemente en las prácticas contemporáneas.
La exposición El arte y el espacio va acompañada por la publicación de un catálogo generosamente ilustrado, al que han contribuido con textos y documentos los artistas Peter Halley, Marcius Galan, Agnieszka Kurant, Asier Mendizabal, Bruce Nauman, Damián Ortega, Sergio Prego, Alyson Shotz, Lee Ufan y Zarina, así como la filósofa y escritora Sara Nadal-Melsió y el comisario de la exposición, Manuel Cirauqui.
RECORRIDO POR LA EXPOSICIÓN.
Sala 205. Del reconocimiento al cuestionamiento del espacio ¿Cómo pudo convertirse el espacio, esa entidad imperceptible por definición, en tema fundamental del arte abstracto, y en particular de la escultura? Tanto Eduardo Chillida como Jorge Oteiza, figuras clave de la modernidad vasca, obtuvieron el reconocimiento internacional en una época en que otros movimientos, como el Espacialismo y Zero, proponían sus propias estrategias para explorar cuestiones similares. Aunque la investigación artística del espacio comienza con las vanguardias históricas en el periodo de entreguerras, esta toma un cariz explícito con las propuestas post-constructivistas de la década de 1950 y culmina con el desarrollo de prácticas ―site-specific‖ a partir de finales de los sesenta. Junto con la llegada del hombre a la Luna -evento que había obsesionado a Lucio Fontana y muchos otros artistas- y el estreno de la película 2001: Una odisea del espacio en ese mismo año de 1969, la publicación de El arte y el espacio marcó un momento decididamente espacial en la cultura de su tiempo, como igualmente lo harían durante ese periodo las Cosmicómicas de Italo Calvino (1965) o Especies de espacios de Georges Pérec (1974).
Junto a la selección de obras de Chillida, esta sala presenta obras de grandes pioneros como Fontana, Oteiza y Naum Gabo, y de artistas cuyo trabajo se inscribe en la estela de sus investigaciones, como Agostino Bonalumi, Sue Fuller y Norbert Kricke. Igualmente se ofrece una selección de trabajos en los que podemos reconocer la renovación del lenguaje de la abstracción que se produciría entre mediados y finales de los años sesenta, donde destaca la obra de Eva Hesse, presente aquí con una docena de ―piezas de estudio‖ (Studio Works ); o la brasileña Anna Maria Maiolino, cuya actividad continúa hasta hoy. La generación de grandes pioneros del arte conceptual y la intervención ―site-specific‖ está igualmente presente en esta galería, con obras de Gordon Matta-Clark y Lawrence Weiner.
Sala 206. La ambigüedad del vacío
La normalización de la carrera espacial avanzó a la par que el desarrollo de la globalización. Desde mediados de los años setenta hasta la era digital que comienza con los noventa, las propuestas artísticas que cuestionan la legitimidad de la abstracción proliferan en los cinco continentes. Resulta difícil saber si hablar de una forma es hablar del vacío que la rodea y le permite existir; las obras aquí seleccionadas proponen un recorrido en zigzag por la ambigüedad elemental del espacio.
Algunos de los artistas de ese periodo retomaron la tradición plástica de la abstracción -en cualquiera de sus formulaciones: constructivista, neoconcreta, minimalista- sin dejar por ello que su práctica fuera etiquetada en corrientes o movimientos particulares. En las obras de Waltercio Caldas, Mary Corse, Robert Gober o Prudencio Irazabal, la materia plástica genera encuentros al borde del espejismo, mientras que el trabajo de Vija Celmins explora las superficies del cielo o el océano en busca de una cancelación de la perspectiva y la escala. El azaroso encuentro de su obra con la Pizarra (Blackboard) de General Idea confronta la abstracción del mundo con la ficción biográfica, subrayando el límite entre la figuración y el objeto readymade. Por otro lado, la tensión entre la maqueta y el fragmento, entre lo encontrado y lo construido aparece en las obras aquí presentadas de Isa Genzken y Zarina.
En el caso de Susana Solano, la idea de una colina hueca conecta nociones de interior, como la bóveda o el sótano, y de exterior, ya sea un valle o un monte al revés.
Sala 207. Mutaciones
Las facetas del espacio se han vuelto, en las últimas décadas, tan innumerables como los datos que atraviesan el aire de nuestras casas. A medida que las ciudades crecen hacia arriba, el aire se densifica con transmisiones y redes. El mundo de los objetos, a la vez tangibles y distantes, se torna remoto, en favor de sus representaciones. El arte actual se hace eco de esta situación a la vez excitante y compleja, buscando restablecer las conexiones entre las cosas y la memoria que esconden, haciendo, por así decir, una arqueología del presente o explorando sus metamorfosis, combinaciones y lugares posibles.
En las obras expuestas en esta galería se manifiestan una fluctuación constante en el plano material y una especulación radical en el plano conceptual. Las constantes mutaciones del lienzo en la obra de Ángela de la Cruz contrastan con el uso indiscriminado de todo material por Jean-Luc Moulène, en cuyas esculturas colisionan nociones pertenecientes a la topología, la política y la historia cultural. Con igual calado topológico, pero con un enfoque científico más explícito, las obras de Alyson Shotz tratan de hacer visibles fenómenos como la ondulación gravitacional o el entrelazamiento cuántico, mientras que Agnieszka Kurant utiliza la sorprendente levitación de sus meteoritos para evocar la convergencia del valor artístico del aire (desde el emblemático Aire de París embotellado por Marcel Duchamp en 1919) y el valor inmobiliario del mismo en la economía actual. En las obras aquí presentadas de Pierre Huyghe y Asier Mendizabal, el vacío y la memoria se enredan en dos tipos de operaciones. El Guardián del tiempo (Timekeeper ) de Huyghe perfora el muro de todo espacio en que se instala para revelar la historia de sus transformaciones escenográficas. Por su parte, Mendizabal parte del tema oteizano de la Agoramaquia (o lucha con el vacío) para analizar los distintos estados de un cuerpo escultórico, tumbado aquí y erguido, en su forma completa, en la galería 201 del Museo.
Sala 209. Entre los átomos.
El concepto de espacio vacío aparece en muchas filosofías antiguas de todo el mundo. La que más influencia ha tenido en el desarrollo de la ciencia occidental es probablemente la doctrina del atomismo, promovida por filósofos griegos como Leucipo, Demócrito y Epicuro. Gracias a ellos aparece en la imaginación colectiva la idea de que las cosas son solo aparentemente sólidas, pues todas están compuestas por innumerables partículas indivisibles o átomos, separadas por el vacío. Rompiendo las agrupaciones cronológicas de las tres primeras salas, esta galería presenta obras de artistas de varias generaciones como Nina Canell, María Elena González, Julie Mehretu, Rivane Neuenschwander y Cao Guimarães, Damián Ortega, o James Rosenquist, en torno al tema de la atomización, la expansión de la materia, lo intersticial y lo ínfimo.
Sala 202. Viajes inmóviles
La idea del desplazamiento -y por tanto del viaje- está presente en nuestra noción del espacio, inconcebible sin el movimiento. Un visionario Robert Smithson acuñó, en 1969, el término de ―viaje de espejos‖ (mirror travel) a propósito de sus efímeras composiciones realizadas durante un periplo por el estado mexicano de Yucatán. Las nociones de viaje y reflejo convergen igualmente en esta sala a través de dos piezas enfrentadas de Olafur Eliasson.
Una de ellas, suspendida del techo, sirve como brújula al orientarse magnéticamente sobre el eje Norte-Sur de la galería; la otra, consistente en 24 esferas de cristal macizo, multiplica la imagen de su entorno y, a la manera de un ciclo lunar, la comprime progresivamente. Al otro lado de la sala se encuentra Burbuja blanca (White Bubble) de Ernesto Neto, espacio penetrable y movedizo en cuyo interior se pierde la noción del exterior, como si de un retorno al seno materno se tratase. Por último, dos marcadores temporales franquean la sala: el video Un estudio de las relaciones entre espacio interior y exterior (A Study of the Relationships between Inner and Outer Space ), realizado en Londres por el artista conceptual David Lamelas en el mismo año de publicación de El arte y el espacio; y una escultura de acero y agua de Nobuo Sekine, comenzada en 1969 y sometida a constantes variaciones desde entonces.
Sala 203. Lugares inagotables.
―Tendríamos que aprender a reconocer -escribía Heidegger en El arte y el espacio – que las cosas mismas son los lugares y que no se limitan a pertenecer a un lugar.‖ En esta galería hay tres lugares imposibles. Cristina Iglesias nos ofrece, en sus esculturas, una idea de hospitalidad y refugio íntimo, en este caso bajo una estructura de alabastro, quizá el más cálido de los minerales. El Círculo de Bilbao de Richard Long, compuesto por fragmentos de pizarra, nos hace imaginar un enclave ritual, quizás un crómlech o el círculo en que se representa una comunidad invisible. Para Lee Ufan, el lienzo es la escena en que se unen en forma de trazos las vibraciones de mente y cuerpo.
Sala 208. Del marco al muro, el espacio cerrado.
Chillida hablaba de un ―rumor de límites‖ en el espacio de la escultura. Muros y límites son, en efecto, un elemento fundamental del espacio. Podemos pensar nuestro planeta como una gigantesca red de límites, nuestros cuerpos como una acumulación de membranas, muchas de ellas concéntricas. En la historia reciente, la obra de arte no solo ha tratado de disolver sus límites para hacerse ambiental, sino que también ha buscado afirmarse en la cerrazón de un marco propio. En la década de los setenta, Bruce Nauman planteó una serie de instalaciones en las que la percepción del propio cuerpo del espectador se veía afectada drásticamente por un espacio anómalo, incómodo, como su Pasillo de luz verde (Green Light Corridor ); también produjo videos a partir de instrucciones a actores y jugando con similares sensaciones. En la misma década, el pintor Robert Motherwell -conocido como una de las grandes figuras del Expresionismo Abstracto- empezó a marcar amplias superficies de color con escuetos recuadros con los que aludía a la antigua función del cuadro como ventana al mundo. Más tarde, Peter Halley haría de la celda su leitmotiv para poner de manifiesto la angustiante obsesión de la modernidad —artística y arquitectónica— por la geometría. Una obsesión ―reticular‖ que muchos de los primeros artistas conceptuales, como Sol LeWitt, habían explorado minuciosamente, y que el joven artista chileno Iván Navarro retomará en muchos de sus túneles de neón, tan inaccesibles como cuadros abstractos. Entre las obras más emblemáticas de Matt Mullican se encuentra su serie de estandartes abstractos, con los que propone iconos para la sociedad controlada por las grandes agencias y corporaciones.
Salas 201 y 204, Atrio y espacios exteriores.
Con ocasión de la exposición, varias obras de la Colección Propia del Museo Guggenheim Bilbao ocuparán diversos espacios además de las salas de la segunda planta. Tanto en el atrio como en una de las terrazas exteriores del Museo podrán verse dos grandes esculturas de Eduardo Chillida, Consejo al espacio V (1993) y Abrazo XI (Besarkada XI ,1996). Igualmente, en el atrio y en varios puntos intersticiales de la segunda planta podrán verse distintos componentes de Secuencia de diedros (2007) de Sergio Prego, un dispositivo robótico concebido específicamente por el artista para el Museo Guggenheim Bilbao. Agoramaquia (el caso exacto de la estatua), del artista vasco Asier Mendizabal, se presenta en su versión completa en la sala 201. En el texto que acompaña la obra, el artista hace un recorrido de las vicisitudes y desventuras que rodearon a la producción de la última escultura de Jorge Oteiza. Por su parte, el artista brasileño Marcius Galan interviene directamente en los muros de la sala 204, sirviéndose de una serie de tintes y juegos lumínicos para crear la ilusión de un cristal que divide diagonalmente la arquitectura.
DIDAKTIKA
A través del proyecto Didaktika, patrocinado por BBK, el Museo diseña espacios didácticos y actividades especiales que complementan cada exposición y brindan herramientas y recursos para facilitar la apreciación y comprensión de las obras expuestas.
En el espacio didáctico de esta muestra, titulado Interrogantes, con o sin respuesta , el visitante se encontrará con preguntas que surgen al reflexionar sobre el concepto de espacio en diferentes ámbitos, desde el científico al artístico. Las respuestas a algunos de esos interrogantes aparecen en soportes diversos como imágenes de la llegada de hombre a la luna, videos musicales vinculados a la carrera espacial, citas de artistas de la exposición refiriéndose al concepto de espacio, videos animados para acercarnos a la teoría de la relatividad o comics que plantean mundos paralelos. Todas estas experiencias facilitarán la reflexión y nuevas formas de mirar al arte expuesto en esta muestra.
Actividades destacadas:
Encuentro con artistas (2 de diciembre).
Encuentro con artistas presentes en la exposición como Marcius Galan, Agnieszka Kurant, Asier Mendizabal, Iván Navarro, Damián Ortega, Sergio Prego o Alyson Shotz, moderado por Manuel Cirauqui, comisario de la muestra.
Reflexiones compartidas*
Estas visitas realizadas por profesionales del Museo permiten al público descubrir los entresijos del montaje y
otros detalles interesantes de la exposición.
Visión curatorial (13 de diciembre) con Manuel Cirauqui, Comisario de la exposición.
Conceptos clave (20 de diciembre) con Luz Maguregui, Coordinadora de Educación.
*Con el patrocinio de Fundación Vizcaína Aguirre.
Proyecciones: Tardes de cine espacial
2001: A Space Odyssey (27 de enero)
Película de culto de ciencia ficción dirigida por Stanley Kubrick en 1968que marcó un hito por sus efectos especiales, su realismo científico y sus proyecciones vanguardistas. Narra la historia de un equipo de astronautas que intenta seguir las señales de radio de un objeto extraterrestre hallado en la Luna. V.O. con subtítulos en español.
Space Is the Place (28 de enero)
Escrita y protagonizada por Sun Ra, esta película de ciencia ficción de 1972 relata las aventuras de este músico y compositor de jazz afroamericano en un nuevo planeta del espacio exterior. Hilarante y extravagante film, de marcada estética setentera, dirigido por John Coney. V.O. con subtítulos en español.
David Hockney: 82 retratos y 1 bodegón
- Fechas: del 10 de noviembre, 2017 al 25 de febrero, 2018
- Comisaria: Edith Devaney
- Exposición organizada por la Royal Academy of Arts de Londres en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao
- Tras su monumental exposición de paisajes en 2012, el artista regresa al Museo Guggenheim Bilbao con una intensa y envolvente instalación en torno al retrato.
- Todas las obras son del mismo tamaño, fueron pintadas en un marco temporal de tres días y muestran al modelo sentado en la misma silla, iluminado por la luz brillante del sur de California y con el mismo fondo de un azul intenso.
- Gracias al virtuoso tratamiento del artista, la uniformidad de los elementos de cada pintura acentúa las diferencias entre los distintos modelos, permitiendo que sus personalidades surjan del lienzo con una cálida inmediatez.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta David Hockney: 82 retratos y 1 bodegón, una exposición que reúne un nuevo y destacado conjunto de obras en las que el artista británico retoma el retrato con renovado vigor creativo y ofrece una visión íntima del panorama artístico de Los Ángeles y de las personas que se han cruzado en su camino a lo largo de los últimos años.
Tras David Hockney: Una visión más amplia, la monumental y exitosa exposición de paisajes realizada en el Museo Guggenheim Bilbao en 2012, el artista abandonó la pintura y su Yorkshire natal para regresar a Los Ángeles. Poco a poco, regresó a la sosegada contemplación del retrato y en el verano de 2013 pintó el primero de lo que acabaría convirtiéndose en un extenso grupo de más de 90 retratos, 82 de los cuales pueden contemplarse en esta exposición.
- Fechas: 2 de febrero – 13 de mayo de 2018
- Comisario: Manuel Cirauqui.
- A través de más de 200 piezas, documentos y objetos del artista, la muestra proporciona una mirada panorámica en torno a tres grandes bloques temáticos: la figura humana, el alfabeto, y la psique alterada.
- Series fundamentales como los fondos negros, los frottages, los movimientos y los dibujos mescalínicos están ampliamente representadas en esta muestra, incluyendo obras que nunca antes habían sido expuestas.
- La exposición subraya el interés constante del artista por las ciencias, la musicología y la etnografía.
- Michaux se acercó a las sustancias alucinógenas con espíritu ascético y sistemático, para observar el comportamiento de la consciencia en condiciones experimentales.
- Tanto sus obras gráficas como las literarias encumbrarán a Michaux como figura tutelar de la incipiente cultura psicodélica y la mística underground.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta Henri Michaux: el otro lado, una exposición que reúne un destacado conjunto de obras de una figura inclasificable de la literatura y las artes del siglo veinte. Henri Michaux (Namur, Bélgica, 1899 – París, Francia, 1984) tuvo durante su larga vida una gran influencia entre los artistas y escritores de su tiempo, siendo a la vez “poeta de poetas” y “pintor de pintores”, y celebrado por figuras de ambos campos como André Gide y Francis Bacon.
Henri Michaux produjo febrilmente miles de obras sobre papel de las que hoy apenas alcanzamos a conocer la totalidad. Esta exposición, organizada en colaboración con los Archivos Michaux de París, abarca sesenta años de actividad creativa y da cuenta de las series y periodos más importantes de su trabajo. A través de más de 200 piezas, documentos y objetos del artista, Henri Michaux: el otro lado proporciona una mirada panorámica en torno a tres grandes bloques temáticos: la figura humana, el alfabeto, y la psique alterada.
Poniendo de relieve los paralelismos y convergencias entre estos tres grandes bloques, la exposición subraya el interés constante de este artista por las ciencias, la musicología y la etnografía. Series fundamentales como los fondos negros, los frottages, los movimientos y los dibujos mescalínicos, están ampliamente representadas en esta muestra, incluyendo obras que nunca antes habían sido expuestas. La exposición se acompaña de un catálogo que incluye textos inéditos en castellano y euskera de Henri Michaux y del neurólogo bilbaíno Julián de Ajuriaguerra, colaborador del artista en los años cincuenta y figura clave de la psiquiatría en el País Vasco, de cuyo fallecimiento se cumplen 25 años.
Sala 305: Apariciones y “fantasmismo”.
Experimentador y viajero inagotable, Michaux accedió a la pintura gracias a las obras de Paul Klee y Max Ernst, con las que tuvo su primer contacto a principios de los años veinte. Las herramientas del escritor, tinta y papel, serían sus primeros recursos en la aventura pictórica, aunque pronto desarrollaría técnicas características de su trabajo como el gouache sobre fondo negro y el frottage, trabajando el óleo y el acrílico en su periodo más tardío. También utilizaría singularmente la acuarela y la tinta sobre múltiples tipos de papel. Estas técnicas tenían el rasgo común de la fluidez y la propensión al accidente y el desbordamiento, deseables para un artista que siempre buscó la intervención del azar en su trabajo como una forma de colaboración con fuerzas desconocidas. Siguiendo ese mismo impulso, y con espíritu ascético y sistemático, Michaux se acercó a las sustancias alucinógenas para observar el comportamiento de la consciencia en condiciones experimentales, llevando así los principios de su pintura a los sentidos mismos. La pintura es, para Michaux, ese otro lado del que el artista traza un mapa infinito.
Michaux pintó siempre, según sus propias palabras, “para sorprenderse”. Nunca creyó en resultados predefinidos, más bien buscó provocar acontecimientos indefinibles en el material, haciendo emerger figuras, signos y paisajes ambiguos e inesperados. En una célebre declaración sobre “el fenómeno de la pintura”, a la vez que renegaba de toda filiación o movimiento confesaba que el único movimiento al que podría adscribirse sería el fantasmismo: un arte de espectros y apariciones. Así, en toda su obra surgen seres indefinidos, abundando especialmente los retratos imaginarios. Incidiendo en este género clásico, esta sala ofrece una amplia selección de obras en las que los personajes de Michaux acuden al encuentro con el artista y el espectador desde la profundidad infinita del papel.
Sala 306: La vida de los signos.
Los experimentos caligráficos constituyen una vasta porción de la producción gráfica de Michaux. Fascinado por las escrituras orientales y especialmente los ideogramas chinos, el artista trabajó desde sus inicios en la creación de alfabetos inventados, sin correlación fonética ni semántica. Estos signos son, a decir de Michaux, una poesía siempre incompleta, una literatura del gesto y del impulso y de la danza del trazo. Al mismo tiempo, el revoloteo de los trazos sigue un principio rítmico continuo: cada dibujo es a la vez explosión y corriente, un “trayecto” en múltiples direcciones. Michaux cultivó su interés por las escrituras pictográficas a la vez que su pasión por los ritmos y patrones sonoros. De la práctica musical, a la que era aficionado, no queda más documento que sus dibujos, como si se tratase de partituras. En estas obras encontramos una literatura abstracta e íntima, donde los signos son figuras y personajes en constante mutación. En muchas ocasiones, estos signos aparecen separados como letras, en otras desarrollan características animales o totémicas, y en otras, como en el periodo de experimentación con sustancias psicoactivas en los años cincuenta y sesenta, los trazos se multiplican sobre grandes superficies de papel tomando connotaciones que los acercan a las prácticas del Expresionismo Abstracto.
Sala 307: Manipular la psique.
En 1955, a una edad ya madura, Michaux toma parte por primera vez en un experimento con mescalina, un
alcaloide extraído del cactus mexicano conocido como peyote. Para ello cuenta con la ayuda de médicos y
científicos cercanos al mundo literario, entre ellos el neurólogo bilbaíno Julián de Ajuriaguerra. Deslumbrado
ante las mutaciones psíquicas y sensoriales que generan esta y otras sustancias psicoactivas como la psilocibina
y el LSD 25, y decidido a explorar sus efectos en detalle, Michaux lleva a cabo numerosas sesiones hasta principios de los años sesenta. De ellas dará cuenta en conocidas obras literarias, como Miserable milagro y El infinito turbulento. Al mismo tiempo, produce gran número de minuciosos dibujos siguiendo una matriz gráfica ya intuida en años previos: un esquema de surcos y arborescencias, a menudo ascendente, saturado de simetrías y micrografías.
Tanto estas obras gráficas como las literarias encumbrarán a Michaux como figura tutelar de la incipiente
cultura psicodélica y la mística underground, aunque él siempre insistiría en definirse como un sobrio “bebedor
de agua” nada interesado por los paraísos artificiales. Durante los años posteriores a su abandono de la experimentación química, Michaux continuaría desarrollando un estilo “mescalínico” a la vez que trabajaría sus demás series y grandes obsesiones artísticas. En todas ellas encontraría un terreno fértil para la cartografía de la imaginación.
Didaktika.
Como parte del proyecto Didaktika, patrocinado por BBK, el Museo diseña espacios didácticos y actividades
especiales que complementan cada exposición y brindan herramientas y recursos para facilitar la apreciación y comprensión de las obras expuestas.
Experiencias que estimulan cuerpo y mente. El largo camino del autoconocimiento.
Desde muy joven, Henri Michaux quiso comprender su propia naturaleza y la del mundo que le rodeaba, por lo que su vida y su obra están fundamentadas en un proceso de constante autoexploración. Por ello, en este espacio didáctico se propone un recorrido por algunos de los estímulos que guiaron al artista en su camino del autoconocimiento. El visitante podrá experimentar con el lenguaje y las palabras y podrá también improvisar musicalmente con instrumentos como los que coleccionaba Michaux -el tamtam o la kalimba-, escuchando como fondo musical melodías como las que Michaux descubrió en sus viajes.
De forma complementaria, un audiovisual recuerda las investigaciones que Michaux realizó con la mescalina y una sección importante se dedica a la lectura, donde se podrá consultar una selección de escritos del propio Michaux poesía, cuadernos de viajes o relatos breves-, así como una selección de escritos de otros autores vinculados con su obra, como Jorge Luis Borges u Octavio Paz.
Actividades
• Conferencia sobre Julián de Ajuriaguerra y Henri Michaux (22 de febrero)
Joseba Mikel Aguirre Oar, discípulo de Julián de Ajuriaguerra, hablará sobre la relación del psiquiatra bilbaíno con Henri Michaux. Ajuriaguerra asistió a Michaux en la toma controlada de mescalina para sus experiencias poéticas, que posteriormente recogería en su libro Miserable milagro.
• Recital de textos de Henri Michaux (26 de abril)
La obra escrita de Michaux tuvo un papel muy importante en su trayectoria artística. Una velada literaria de la mano de rapsodas de Poetalia, que nos deleitarán con la lectura de una selección de los cuadernos de viaje, poesías y relatos breves de Michaux.
• Proceso creativo Marie Chouinard y la danza en Henri Michaux (4 de mayo)
La reconocida coreógrafa canadiense Marie Chouinard compartirá los secretos de la pieza de danza contemporánea que creó inspirada en la serie Movimientos (1952) de Henri Michaux para su compañía, referente internacional de la danza actual con base en Montreal.
• Reflexiones compartidas
Visitas únicas realizadas por profesionales del Museo en torno a la exposición, los entresijos del montaje y otras curiosidades.
– Visión curatorial Henri Michaux (14 de febrero)
Con Manuel Cirauqui, Comisario de la exposición.
– Conceptos clave Henri Michaux (21 de febrero)
Con Luz Maguregui Coordinadora de Educación del Museo Guggenheim Bilbao.
*Patrocina Fundación Vizcaína Aguirre.
Esther Ferrer: espacios entrelazados.
- Fechas: del 16 de marzo 2018 al 10 de junio 2018
- Comisaria: Petra Joos
- La exposición muestra nueve instalaciones inéditas de una de las pioneras de la performance en España, un género que ella define como el arte que combina el tiempo y el espacio con la presencia de un público que participa en la acción.
- Buena parte de las instalaciones de la exposición reflexionan en torno a un aspecto fundamental de la trayectoria de Ferrer: la construcción del espacio.
El Museo Guggenheim Bilbao presenta Esther Ferrer: espacios entrelazados, una exposición compuesta por instalaciones inéditas de una de las artistas de referencia en el arte performativo en España. En coherencia con la línea de trabajo y pensamiento de Esther Ferrer, dos de las once obras que conforman esta muestra serán activadas de forma especial a través de la interacción del público.
Desde el inicio de su carrera a finales de los años sesenta, Esther Ferrer (Donostia-San Sebastián, 1937), desarrolla sus líneas de pensamiento a través de una gran variedad de formas y materiales y se convierte en una de las artistas pioneras de la performance, género que ella define como “el arte que combina el tiempo y el espacio con la presencia de un público que no es mero espectador, sino que si lo desea, puede participar en la acción”.
La artista valora, por encima de todo, la libertad del espectador, por lo que no le ofrece conclusiones sino preguntas y cuestionamientos para que, de manera autónoma, genere su propia interpretación personal.
En 1967 Esther Ferrer empieza a participar en las actividades del grupo Zaj con Walter Marchetti, Ramón Barce y Juan Hidalgo, haciendo desde entonces del arte de acción su principal medio de expresión. A partir de 1970, paralelamente a sus colaboraciones con Zaj, retoma la realización de obras plásticas a través de fotografías intervenidas, instalaciones, cuadros y dibujos, basados en la serie de números primos, objetos o piezas sonoras. Su obra se inscribe en la corriente de arte minimalista y conceptual iniciada en la década de 1960, y toma de referencia a creadores como Stéphane Mallarmé, Georges Perec y John Cage, así como a los feminismos de aquel momento.
Su trabajo con ZAJ continúa, con acciones muy directas hasta 1996, año en que se disuelve el grupo tras una exposición retrospectiva en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
A lo largo de su extensa carrera, Esther Ferrer ha participado en numerosos festivales de arte de acción, expuesto su obra en distintos museos y recibido diversos reconocimientos. En 1999 representa a España en la Bienal de Venecia, en 2008 obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2012 es distinguida con el Premio Gure Artea del Gobierno Vasco, en 2014 recibe el Premio MAV (Mujeres en las Artes Visuales), el Premio Velázquez de Artes Plásticas y el Premio Marie Claire de l’Art Contemporain.
Entrada a una exposición (1990/2018). Tal y como explica la artista:
“La piel envuelve la vida, es el primer vestido del ser humano, la frontera entre dos mundos y, como escribió Paul Valéry, “lo más profundo del hombre”, pero al mismo tiempo es lo más superficial, una palabra que viene de “superficie”, y esta a su vez de “facies”, faz. La piel es, por tanto, como la superficie de un espejo que refleja esa profundidad de la que habla el poeta.
Sujeto del amor o de la agresión, memoria, soporte de ritos u objeto de discriminación, la piel es también una fuente de información difícil de controlar de nuestro estado físico y anímico. Pero además y, sobre todo, la piel es la puerta de entrada de nuestras sensaciones debido a su interacción con el sistema nervioso, que las transmite al cerebro”.
La instalación Entrada a una exposición pretende que cada cual tome conciencia de su propia piel a partir del contacto con un elemento externo, en este caso la sensualidad de las plumas. Es una obra pensada con el objetivo de despertar sensaciones, estimular la receptividad del espectador y aumentar su capacidad de percepción, creando un estado de “alerta” placentero y un estímulo preparatorio para visitar el resto de la exposición. “Se trata de sentir, no de pensar; para eso ya está el resto de la exposición”. La experiencia sensorial que provoca esta obra supone un contraste con el tipo de experiencia que ofrece el resto de la muestra, dominada por la sobriedad, una materialidad mínima y el desarrollo de ideas y conceptos abstractos, como los esquemas matemáticos que subyacen en sus
Proyectos espaciales. Las risas del mundo (1999/2018).
El humor es un elemento indisociable de la obra de Esther Ferrer. De hecho, la mirada absurda sobre la sociedad, cargada de ironía, tan propia de la artista, es lo que le permite construir un corpus artístico de marcado carácter crítico.
En Las risas del mundo, utiliza el sonido orgánico, natural y efímero de la risa se convierte en objeto artístico al ser expandido en el tiempo, ordenado en el espacio y dejado en manos del espectador el orden de su reproducción.
Para ello, coloca una serie de dispositivos electrónicos suspendidos sobre distintos puntos de un gran mapamundi dispuesto en el suelo. Se trata de más de cuarenta tablets que muestran imágenes de bocas pertenecientes a personas de diferente edad, género y procedencia, y que reproducen el sonido de sus risas. Los archivos sonoros se activan a partir de la interactuación del público, puesto que se ponen en funcionamiento cada vez que un visitante se acerca, permitiendo celebrar lo que la artista denomina “conciertos de la risa” espontáneos. La instalación está concebida también para accionar de manera aleatoria la reproducción de grupos de risas, dependiendo de la ubicación de los visitantes sobre el mapa, permitiendo al público experimentar cómo las distintas culturas y lenguas modelan la risa de forma diferente.
Instalaciones con sillas (1984 y 2018)
“Desde siempre me han interesado las sillas, objetos cotidianos, casi anodinos, pero que, con su sola presencia, pueden modificar el espacio de una habitación”. A Esther Ferrer siempre le han llamado la atención la cantidad de modelos que se han creado, y seguirán creándose, de algo tan elemental y cotidiano como una silla. Sobre todo le atrae la cualidad “antropomórfica” de su estructura, independientemente del material con el que está construida. Para la artista, ver una silla es pensar en el ser humano, con todo lo que ello puede sugerir. Cuando se la despoja de su tapicería y ornamentos y aparece su “esqueleto”, constituye un conjunto de líneas rectas o curvas que se organizan de una forma casi orgánica. Si esta riqueza estructural de una silla se combina en un conjunto, bien sobre el muro, bien ocupando el espacio, la variedad de formas resultantes puede ser fascinante.
En esta exposición se presentan dos instalaciones: una de la serie Instalaciones con sillas, de 1984, y otra de la serie Sillas suspendidas, de 2018, proyectos ambos que se materializan por vez primera en un espacio expositivo.
Proyectos espaciales (1997/2018)
Esther Ferrer comenzó a trabajar en su serie Proyectos espaciales en los años setenta. Las instalaciones que se presentan en esta exposición corresponden a proyectos en dibujos o maquetas que datan desde 1997 hasta 2005–2006, diseñadas por la artista mediante estructuras de cartón similares a las maquetas arquitectónicas.
“Nunca he tenido especial interés en llevar a cabo mis proyectos en un espacio físico a gran escala; si la maqueta funciona, para mí la obra está hecha. Si no puedo realizarla en un espacio real no pasa nada. Lo que me interesa es el proceso”.
Durante su proceso creativo, la artista fija los hilos en los distintos planos de la maqueta, midiendo distancias regulares entre los puntos de sujeción de los mismos, a fin de que, al colocarlos, parezcan líneas que atraviesan
el espacio siguiendo esquemas geométricos. Sus infinitas variaciones son el motivo del carácter seriado de estas obras: variando solo pequeños detalles, como el número de hilos o la distancia entre ellos, se modifica por completo el planteamiento matemático de base y se consiguen infinidad de resultados diferentes.
Para estas instalaciones, Esther Ferrer emplea hilo, cable, elástico o cuerda, elementos todos ellos frágiles y cotidianos, y los dispone entre las paredes desnudas, el suelo y el techo, fijándolos mediante horquillas o clavos. De esta forma, interviene en el espacio con el mínimo de elementos, otorgándole unas características nuevas que modifican la percepción del espectador.
Ferrer somete estos elementos a un intenso rigor matemático, situando las horquillas de sujeción a diferentes intervalos, medidos para generar distintos ritmos, direcciones y retículas que alteran la percepción del espacio y su tránsito. Así, a través de ángulos que se quiebran o se pliegan en las esquinas, se generan formas geométricas.
La artista reflexiona de este modo acerca del espacio: “En algunas instalaciones decido someterme a una norma -es una manera de eliminar en la medida de lo posible mi subjetividad- o a un sistema que yo decido -por ejemplo, la serie de los números primos-. Otras, por el contrario, las estructuro de forma aleatoria, dejándome guiar por una intuición que determina su ritmo”.
La razón por la que titula las obras de esta serie, Instalaciones espaciales, es que para la artista son como dibujar en el espacio. Concibe dibujos en tres dimensiones sin simulacro de perspectiva, pues son ellas mismas las que la crean, que marcan el espacio, lo ocupan y, sobre todo, lo definen, transformándolo por su sola presencia. Esta transformación se percibe mejor si el espectador la contempla en movimiento, visualizando las diferentes perspectivas.
En palabras de la propia artista, “el espacio no es el soporte de la obra sino su materia prima, tanto el espacio natural como el arquitectónico, del que se apropia, utilizando, generalmente, los mínimos elementos posibles. Mi preocupación es no intervenir demasiado, no estorbarle, de forma que siga siendo transparente, que circule el aire. Es quizás una de las razones por las que construyo mis instalaciones, en general, con hilos o cables finos. Busco la eficacia; ni elementos decorativos ni adornos, solo lo esencial”.
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