El Arte Barroco en Francia (I)
RESUMEN
El término y el concepto de “barroco”.
Algunos críticos de mediados del siglo XVIII llamaron “barroco” al arte del periodo anterior en sentido despectivo, como extravagante, grotesco, de mal gusto y caprichoso. Así, Jean Jacques Rousseau, en el Suplemento de su Encyclopédie (1776), definía la música anterior a la de su época como “armonía confusa y disonante, cargada de modulaciones, de difícil entonación y movimiento forzado”. Esta descripción de la música del célebre enciclopedista podría aplicarse, en rigor, al arte de muchas épocas de la historia y de muchos autores. Ya en el siglo XX, Benedetto Croce diría del barroco que es un arte enfermo, una variante de lo feo y lo tildaría de “sin substancia”, “un juego, una búsqueda de medios para crear el desconcierto. Por su propio carácter, el barroco, en última instancia, a pesar del movimiento y del calor de su superficie, resulta frío; a pesar de su riqueza de imágenes y de la multiplicidad de las combinaciones de las mismas, transmite una sensación de vacío”. Eugenio D’Ors sentiría el arte barroco muy de otra manera. En el célebre libro que publicó sobre este tema puso de manifiesto que, para él, el barroco es, más que un arte, un estilo de cultura.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el término “barroco” se usa en la historia del arte con un significado cada vez más técnico y empieza designando propiamente la arquitectura posterior al Renacimiento.
A la palabra “barroco” se le ha dado una etimología, muchas veces, fantástica. Una circunstancia meramente fonética ha hecho derivarla de “baroco”, término mnemotécnico recogido en los versos cuya secuencia y combinación consonántica y vocálica permitía recordar la naturaleza y la estructura de los diversos tipos de silogismo escolástico: “Barbara, celarent, …, festino baroco”. Esta palabra habría sido tomada en el siglo XVIII como la más expresiva para designar, en efecto, el mecanismo mental de la Escolástica medieval y renacentista alimentada de un neoaristotelismo estéril que era ejercitado en las aulas de lógica de las Universidades europeas durante el siglo XVI. “Baroco” vendría a designar, por tanto, posturas, actitudes, productos, objetos, realizaciones extravagantes, ridículas, sin demasiado sentido práctico, como los silogismos construidos según las diversas fórmulas contenidas en los vocablos mnemotécnicos antes señalados. Obviamente, esta explicación, imaginativa y ocurrente, nacida de una simple homonimia o convergencia fonética, no puede explicar ni mucho menos el origen del prolongado uso de esta palabra desde el siglo XVIII hasta el día de hoy.
Autora: Ascensión González Serrano
ISBN: 84-9714-034-6
Extensión: 22 Págs.
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