La primera mitad del II milenio ( Asiria, Babilonia, Mari, Hatti )
RESUMEN
Unos nuevos pueblos (Amorreos, Hititas, Hurritas o Asirios), unas nuevas entidades políticas, la expansión del comercio internacional y desarrollo de lejanas colonias comerciales (las colonias asirías en Anatolia), una religiosidad más personal y preocupada por los presagios y la adivinación, la fijación por escrito de las tradiciones literarias, mitológicas o heroicas de tiempos anteriores o el desarrollo de las matemáticas, son algunas de las características de estos siglos de la historia del Próximo Oriente en cuya documentación también encontramos las primeras referencias a Capthor (el Egeo), las relaciones que centros como Mari establecen con poblaciones nómadas como los Benjaminitas o el desarrollo de una diplomacia internacional necesaria en un marco político inestable, sin olvidar el famoso Código de Hammurabi, con quien Babilonia alcanza por primera vez un protagonismo histórico.
Con la desaparición de la III dinastía de Ur concluye el III milenio en la Baja Mesopotamia, mientras que en la Alta Mesopotamia y en la “periferia” próximo oriental van poniéndose los cimientos de nuevos reinos que igual que muchos de los que dominarán la historia de los siguientes siglos, tendrán un componente mayoritariamente amorreo, un pueblo ya mencionado en tiempos de Naram-Sin (2254- 2218 a. C.) y que irá haciendo su entrada en la historia del Próximo Oriente lenta pero inexorablemente. Pero en modo alguno estamos ante una unidad, un pueblo homogéneo, ya que su denominación (MARTU o Amorreos), responde a la forma que tenían las entidades sedentarias de dirigirse al conjunto de pueblos nómadas, o seminómadas, con los que progresivamente tienen que convivir, de una forma pacífica u hostil, un término genérico que en realidad englobaba diferentes particularidades. Pero la importancia de los Amorreos no debe ser considerada solo desde un punto de vista político, desde su impacto en la desintegración de reinos y la aparición de nuevas entidades políticas, sino también por las aportaciones que hicieron a la cultura del Próximo Oriente, tanto lo referido a la religiosidad que será diferente a la que existió durante el III milenio a. C., haciéndose más personal, como al derecho, más preocupado por el bienestar del conjunto de la sociedad y la protección a los más débiles por lo menos en lo que a declaración de principios se refiere. Pero su impacto en las estructuras sociales y económicas también provocará que a lo largo de esta primera mitad del II milenio se termine con el centralismo y el predominio de instituciones como el templo, modificaciones que suelen vincularse con su substrato tribal, de la función del líder como protector del conjunto de la comunidad, de la concepción del rey como “buen pastor”.
ISBN: 978-84-96447-70-7
Autor: Antonio Pérez Largacha
Extensión: 26 págs.
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