El Fauvismo: El protagonismo del color. H. Matisse y su papel en la pintura del siglo XX. Dufy, Derain, Vlaminck, Marquet y Kees van Dongen. La Singularidad de Rouault. La escultura.
RESUMEN
El término Fauvismo tuvo su origen en la palabra francesa fauves, que el crítico Louis Vauxcelles usó por primera vez el 17 de octubre de 1905 en un artículo de la revista Gil Blas, después de haber visitado el Salón de Otoño de aquel mismo año. El contraste que en la sala número VIl del Salón producía la presencia de un busto de marcado estilo clásico, el Retrato de Jean Baignéres (1905) realizado por Albert Marquet, al que rodeaban las exuberantes y coloristas pinturas de Henri Matisse, André Derain, Maurice Vlaminck y Georges Rouault, provocaron en el crítico francés la impresión de haber colocado a “Donatello en una jaula de fieras”, como lo describió. El calificativo que le dió sería el que al año siguiente se le volvió a aplicar a la sala donde fueron expuestas las obras de Braque, Camoin, Dufy, Friesz, Manguin, Marinot, Valtat, Marquet, Vlaminck y Matisse. Como a otros movimientos artísticos del siglo XX, el nombre que se asignó fue en origen un calificativo peyorativo enunciado por la crítica, asumido por el público e introducido después, ya sin connotaciones despectivas, en la historia del arte.
La presencia de las obras fauvistas en el Salón de Otoño de 1905 estuvo rodeada de controversia. El 18 de octubre de 1905, se abrió la tercera edición de la Sociedad del Salón de Otoño en el Gran Palais de París. El Salón recogía en aquella ocasión una exposición retrospectiva de Ingres y Manet, colgada bajo el tragaluz del Gran Palais, junto con 1.636 pinturas, esculturas y dibujos de artistas contemporáneos de todo el mundo, incluidos los rusos Kandinsky y Jawlensky que habían venido de Munich para la ocasión. El Salón fue fundado y presidido por Frantz Jourdain, bajo el patronato de destacadas figuras de finales de siglo XIX como Eugéne Carrière y Auguste Renoir.
El Salón de Otoño tenía como precedente el Salón de los Independientes de aquel mismo año, al que Matisse, Marquet, Derain, Puy, Camoin y otros habían enviado obras y donde se les había calificado de “incoherentes”. La presencia de sus cuadros en el Salón de Otoño puso en aprieto a sus directivos, que sin fundamentos para excluir las piezas “incoherentes”, que, por otra parte, eran defendidas por algunos de los miembros de la dirección como Desvalliéres y Rouault, decidieron agruparlas en una sala aparte. Los comisarios Arman Dayot y Léonce Bénédite eligieron la Sala VIl para confinar el trabajo de aquel grupo de pintores cuyas principales características eran el uso de brillantes y llamativos colores dispersos sobre los lienzos en puntos o manchas amorfas que configuraban escenas y formas grotescas. Estas pinturas fueron colgadas por orden alfabético del autor: Agay, Camoin, Cassis, Derain, Friesz, Manguin, Marquet, Matisse, Puy, Van Dongen, Valtat y Vlaminck. Los comisarios, así mismo, repartieron las esculturas participantes por las diferentes salas del Gran Palais, instalando en el centro de la sala VIl la pieza de Albert Marquet que propició el comentario del crítico Louis Vauxcelles.
Autora: Inmaculada Corcho Gómez
ISBN: 978-84-9714-073-7
Extensión: 36 Págs.
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