Iconografía de las divinidades alejandrinas
RESUMEN
La conquista de Egipto por Alejandro Magno, en la segunda mitad del siglo IV a.C., propició una tendencia al sincretismo greco-egipcio que se tradujo en una reinterpretación de su arte y su religiosidad a través del prisma del pensamiento heleno. Tanto la iconografía como el sentido profundo de las imágenes de culto experimentarían este proceso. De ese modo, ciertos dioses del panteón egipcio evolucionaron hasta convertirse en las denominadas divinidades alejandrinas. Si bien su origen hay que buscarlo en concepciones religiosas egipcias, tanto la racionalización de su significado a través de la filosofía griega, como la influencia de principios artísticos helenos, transformó a estas divinidades en las que se aunaron conceptos egipcios y otros heredados del pensamiento griego. Su culto, especialmente el de la triada osiríaca, se extendería por todo el Mediterráneo y adquiriría un amplio desarrollo en la Roma Imperial que, a su vez, reinterpretaría de nuevo tanto los rituales como la iconografía de estos dioses.
La tendencia a la asimilación de divinidades egipcias se produjo con anterioridad a la conquista macedonia ya que, en el ámbito mediterráneo, imperó un profundo respeto por la ancestral sabiduría egipcia, estrechamente relacionada con la religión pues se había desarrollado principalmente en el entorno sacerdotal. En palabras de Domingo Plácido, “existía en Grecia, desde la época clásica por lo menos, una evidente tendencia a identificar a sus propios dioses con los dioses egipcios, e incluso a encontrar en ellos su precedente” (Rubio, 1996: 3). Está documentado arqueológicamente el culto a Isis y Serapis en el Pireo antes de la consolidación del dominio macedonio de Egipto, pero fue la dinastía ptolemaica la que, en su ansia de legitimación política, promocionó el culto y, por tanto, la asimilación de determinados dioses egipcios. La llegada de Alejandro Magno, con el objetivo de debilitar el poder de los persas, supuso el fin de la dominación que iniciara Cambises en el año 535 a.C.; pero el conquistador macedonio no se proclamó en Egipto como tal, sino como un libertador cuya llegada supondría la reinstauración de las dinastías faraónicas. Tras su prematura muerte, esta idea fue desarrollada por sus sucesores, quienes comprendieron la importancia política y económica de Egipto como monarquía helenística. Así pues, asumieron el gobierno de la tierra conquistada como herederos de los gobernantes autóctonos y se valieron para ello de los instrumentos tradicionales de legitimación del poder en el antiguo Egipto.
ISBN: 978-84-9822-461-0
Autora: Mª Amparo Arroyo de la Fuente
Extensión: 31 Págs.
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