La tragedia neoclásica española.
UN GÉNERO CULTO DE LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.
Entre los géneros dramáticos neoclásicos que fueron viendo la luz en el siglo XVIII español, la tragedia fue el primero cronológicamente en aparecer. Antes de la comedia sentimental (Cañas, 1994), introducida en primer lugar por Ignacio de Luzán, con su obra La razón contra la moda, –versión de una comedia del francés Nivelle de la Chausée (Le Préjugé à la mode)–, impresa en Madrid en el año 1751 (Barbolani, 1991). Antes de la comedia de buenas costumbres, iniciada, en 1762, por La Petimetra, de Nicolás Fernández de Moratín (Cañas, 2000a, 2000c).
Las primeras tragedias neoclásicas españolas surgen a mediados del siglo XVIII. En el año 1750 Agustín Montiano y Luyando difunde Virginia, dentro de su Discurso sobre las tragedias españolas (Madrid, Joseph de Orga) (Cañas, 2009). Poco después, en 1753, el mismo autor publica Ataúlfo, al final del su Discurso II. Sobre las tragedias españolas (Madrid, Joseph de Orga).
Antes se había intentado dar a conocer el género a través de versiones, llamadas traducciones, de piezas extranjeras que a veces habían sido principalmente destinadas a representaciones de carácter cortesano. Algunas ni siquiera llegaron a montarse sobre las tablas. Tal acontece con la Cinna de Corneille, traducida en 1713 por el marqués de San Juan. Iniciaban todas estas obras una costumbre que no se perdería en todo el siglo XVIII, y que dejó muestras de reconocido prestigio como El Británico, de Racine, traducida, en 1752, por Juan de Trigueros; la Atalía, de Voltaire, de 1754, traducida por Eugenio Llaguno; la Semíramis, de Voltaire, traducida por Clavijo y Fajardo; la Zaira, traducida, en 1765, por Francisco Postigo con el título de Combate de amor y ley… (Lafarga, 1999).
Con esta obra el autor, Jesús Cañas Murillo, su autor, nos abre la puerta a esta importante etapa de la Literatura Española.
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