La romanización de la Península. Los pueblos germánicos en la Península.
RESUMEN
Nuestra lengua, junto con el gallego, el catalán, el aragonés, el leonés, el francés, el italiano, el sardo y otras muchas, es una de las lenguas neolatinas o romances, esto es, procede del latín (en concreto, del latín vulgar, es decir, la lengua hablada, variedad que acogía las transformaciones y cambios que rechazaba la escrita, mucho más cuidada y fijada); por ello, cualquier aproximación a la historia del español nos obliga a acercarnos a la lengua latina y a conocer la evolución que ésta tuvo en la Península. La descripción de su estructura lingüística permite entrever ya algunos de los rasgos característicos de las lenguas romances. Éstas evolucionarán a pesar de la llegada de diferentes pueblos germánicos a la Península, una vez caído el Imperio romano, y acogerán innovaciones léxicas, fonéticas y morfológicas de los nuevos invasores.
La llegada de los romanos a la Península y la posterior romanización no puede entenderse si no se encuadra dentro de dos procesos político-militares más amplios y estrechamente relacionados, a saber, la creciente influencia y supremacía de los romanos, y las luchas y choques con los cartagineses por el dominio del Mediterráneo.
La fundación de Roma, al igual que la de otras ciudades legendarias de la Antigüedad, está rodeada de pasajes míticos que se entremezclan con lo puramente histórico. Cuenta la leyenda que el héroe troyano Eneas llegó a la Península Itálica (a la zona del Lacio) y fundó Lavinium, tras vagar por todo el Mediterráneo, en donde había establecido diversos asentamientos. Descendientes del linaje surgido del enlace del troyano Eneas –hijo e Venus y Anquises, que escapó de la guerra de Troya– con una nativa de la zona, Lavinia, fueron Rómulo y Remo, gemelos abandonados por su madre en el río Tíber, recogidos y amamantados posteriormente por la loba Capitolina. La leyenda cuenta también que Rómulo, elegido rey al acudir los hermanos a los presagios, trazó un surco con un arado de plata tirado por dos bueyes para delimitar el emplazamiento de la futura ciudad (año 753 a. C.); esta zona inicial era un foso abierto, llamado pomerium, que Rómulo consagra para que ocupe el lugar de la nueva ciudad de Roma. Remo, despechado por no haber sido elegido, se burla de su hermano y salta el foso sagrado. Rómulo lo mata. Según los historiadores, en cambio, la ciudad nació de la unión de varias aldeas de pastores y agricultores instalados en las siete colinas que dominan unos pantanos próximos a la desembocadura del Tíber.
ISBN: 978-84-9822-185-5
Autora: Mª Ángeles García Aranda
Extensión: 24 Págs.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.