La evolución demográfica ( siglos XVI-XVIII )
RESUMEN
La demografía histórica tuvo en el siglo XX un reto fundamental en la resolución de una cuestión tan relevante como la evolución de la población en el período moderno. Restringidos los datos a Europa o, en el mejor de los casos, a zonas de América, el problema más grave era y es la información, tanto por escasez de fuentes documentales en los primeros tiempos y en aquellos territorios menos desarrollados políticamente, como porque, cuando existen, son de baja calidad; en todo caso, no se hicieron en función de los cálculos de los historiadores, pero estos han sabido sacar partido de las fuentes “demográficas” tardías y de otras susceptibles de uso estadístico -listas de contribuyentes, de confirmados o de comulgados, status animarum, genealogías-. Aún así permanecen insalvables dificultades para medir el impacto de las epidemias, en especial en ámbito rural, y de las migraciones, sin apenas fuentes específicas, o las que han retrasado los análisis de demografía urbana -inconexos y erráticos en un principio-; y la diversidad formal de la documentación, que obliga a su vez a aplicar métodos diferentes y esto se traduce en un baile de resultados.
En primer plano de la investigación, los censos, empadronamientos y recuentos de conjuntos demográficos. De aparición temprana en ciudades y territorios italianos (Nápoles en 1508, 1532 o 1545, Venecia en 1509, Roma en 1526…), lo que revela una precoz riqueza documental, sólo tardíamente se intentó llevarlos a la práctica sobre países completos –Francia en 1492 o 1503, Holanda y Frisia en 1514, Sajonia en 1571, Castilla en 1587-, con no mucho éxito, a pesar de lo cual no se abandonó la idea ni la posibilidad de hacerlo a partir de listas de contribuyentes, como finalmente se hizo en Francia en 1664 con Colbert y a fines del XVII con Pontchartrain. Los empadronamientos generales aparecen en el XVIII en Prusia (1714 a 1733), donde en 1747-1748 Federico el Grande inicia los recuentos de población; en España se hace el primero en 1717, en 1753 se elabora el Catastro y en 1768 el primer censo moderno; Holanda en 1740, etc.; en ese siglo se hicieron catastros (Nápoles en 1740-56), registros de almas en Austria desde 1754 –el primer censo es de 1784-, o en Suecia, en donde los estados de almas realizados por los pastores luteranos desde 1686 se elevaron en 1748 a una estadística anual, reducida en 1754 a periodicidad trienal y quinquenal en 1775; en Dinamarca se hicieron censos generales en 1769 y 1787, etc. Los problemas que plantean surgen de la falta de homogeneidad en sus criterios y en su confección, imposibilitando su comparación en el tiempo y en el espacio, y de los defectos de declaración, pero los del XVIII al menos permiten calcular relaciones de masculinidad, densidades de población, pirámides de edades y tasas, y diseñar la tendencia general.
ISBN: 978-84-96447-11-0
Autora: Ofelia Rey Castelao
Extensión: 32 Págs.
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