Dimensiones internas de los estados europeos en la primera mitad del siglo XVIII
RESUMEN
La Europa resultante en torno a las resoluciones de Utrecht (y tratados posteriores) trata de afirmar sus respectivos estados en la senda tanto del absolutismo (o protodespotismo ilustrado) como del parlamentarismo y la primacía de la aristocracia. En la Francia de Luis XV terminó el absolutismo personalista en pro de uno ministerial, mientras que en Gran Bretaña se consolidó el régimen de gabinetes gubernamentales con respaldo parlamentario bajo la nueva dinastía hannoveriana. La monarquía española conoció a los Borbones y sus reformas pero no quedó satisfecha del nuevo orden europeo. Mientras, Portugal disfrutó del dorado sueño brasileño atlantizándose en beneficio de los británicos. El imperio de los Habsburgo llegó a su cenit territorial aunque no logró afianzar del todo su situación política y dinástica. Italia vivió una revitalización entre los Habsburgo, los Borbones y los Saboya. Dinamarca reforzó su monarquía moderada mientras que Suecia se sumió en la era de las libertades de su parlamento aristocrático. Polonia asistió al preludio de su desmembración por la ineptitud de la dinastía sajona. Prusia adquirió bajo los nuevos reyes Hohenzollern su decidido carácter militarista y burocrático. Y Rusia, bajo Pedro I, caminó hacia su definitiva europeización aunque bajo el signo férreamente zarista.
El reinado de Luis XIV había dejado un contradictorio balance de esplendores y de sombras, al tiempo que su herencia se antojaba un tanto compleja. El absolutismo monárquico se había impuesto, pero las estructuras sociales del Antiguo Régimen seguían resistiéndose y provocando una rigidez institucional que, por cierto, no iba a ser resuelta a lo largo del siglo XVIII. Tras la muerte del Rey Sol en 1715 se inició la larga minoría de Luis XV, biznieto del anterior, lastrada en extremo por la mala situación económica y hacendística adquirida en un agobiante y largo tramo bélico. En efecto, en medio de un difícil panorama internacional (negociaciones de Utrecht) e interno, subía al trono un niño de cinco años, además enfermizo, lo cual hacía pensar en un corto reinado o en un reinado de transición. Según lo dispuesto en el testamento de Luis XIV (que respetaba escrupulosamente el orden sucesorio en el seno de la familia real) le correspondería ser nombrado regente a Felipe, duque de Orleans, tío-abuelo del joven rey; pero el viejo Luis constituyó a su lado un Consejo de Regencia y nombró como tutor del futuro rey al Duque de Maine, bastardo real, con la clara intención de limitar los poderes del regente.
ISBN: 978-84-96479-45-6
Autor: Francisco José Aranda Pérez
Extensión: 38 Págs.
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