Las Guerras púnicas
RESUMEN
Cartago fue fundada en las proximidades de la actual Túnez, a finales del siglo IX, por la ciudad fenicia de Tiro, como un eslabón más de una cadena de establecimientos que buscaban un propósito determinado: el acercamiento a las riquezas metalúrgicas del lejano Occidente, que tenían en Tarteso, en la costa meridional de la península Ibérica, su semilegendario El Dorado, y el fortalecimiento de esa ruta marítima con una serie de factorías y puntos de apoyo a lo largo de la costa africana. Pero su magnífica posición acabó por hacer de la ciudad el más importante de los establecimientos fenicios en el Mediterráneo.
El comercio de metales, principal recurso económico de estas colonias, era, sin embargo, demasiado rentable para no atraer pronto la atención de otro pueblo colonizador, los griegos, y, en concreto, de los habitantes de la ciudad de Focea, que se establecieron en las bocas del Ródano, en Marsella, para aproximarse desde allí, a lo largo de la costa levantina hispana, a las mismas fuentes de aprovisionamiento fenicio del metal de Tarteso.
Esta fuerte competencia griega vino a coincidir con un período político grave para las metrópolis fenicias de Levante, que terminaron sucumbiendo a las ambiciones del imperialismo asirio y debilitaron los lazos que mantenían con sus colonias de Occidente. En este contexto, fue Cartago, fortalecida por su posición y por su vigorosa energía comercial, la que aglutinó al resto de los establecimientos de la zona para plantar cara a los griegos y paralizar su competencia en áreas tradicionalmente púnicas.
Pero en la política internacional de la zona, se insertaba un tercer elemento, los etruscos, que, desde la Toscana, a partir del siglo VII a. C., habían extendido sus intereses a la Italia central y se iban dibujando como la tercera fuerza marítima del Mediterráneo occidental.
Era lógico que las diversas potencias implicadas en este ámbito entraran en el juego de la diplomacia y del equilibrio de fuerzas, lo que condujo fatalmente al entendimiento de cartagineses y etruscos, los dos pueblos con menos intereses comunes, frente a los griegos, cuyos ámbitos de actividad colisionaban tanto con púnicos como con griegos. Una batalla, en aguas de Cerdeña, la de Alalía, hacia 540 a. C., en la que se enfrentaron una flota etrusco-cartaginesa con otra griega, decidió las diferentes esferas de intereses de las tres potencias: los griegos quedaron circunscritos a sus establecimientos en el sur de Italia y parte de Sicilia, separados de la zona de Marsella, que continuó controlando la costa catalana y levantina de la península Ibérica, por el área de influencia etrusca.
ISBN: 978-84-96359-27-7
Autor: José Manuel Roldán Hervás
Extensión: 24 págs.
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