Los etruscos.
La admiración por esta cultura está presente ya en el Renacimiento, destacando el trabajo de Th. Dempster (1579-1625), De Etruria regali que tenía como principal objetivo el exaltar las raíces etruscas de los Medicis exponiendo todo lo que hasta entonces se sabía del pueblo etrusco, cultura que marca el inicio de la historia antigua en la Península Itálica si utilizamos el baremo de la escritura como manifestación cultural que sirve de separación entre Prehistoria e Historia.
Como sucede a la hora de analizar los orígenes de una civilización que marca el comienzo de la historia en un territorio como es el caso de la Península Itálica, debemos de tener en cuenta, desmontar y valorar la existencia de unas ideas preconcebidas, de unos estereotipos. En el caso de los Etruscos, encontramos la idea de que la religión, junto a las técnicas adivinatorias, tenían un peso específico muy importante. Por otra parte, y como sucede en otros ámbitos geográficos y culturales, debemos tener en consideración que el mundo, la geografía y características donde se manifiestan las civilizaciones antiguas está lejos de ser homogéneo. En el caso de los Etruscos, existen importantes diferencias geográficas que ayudan a entender el diferente desarrollo de las distintas regiones, teniendo en algunas importancia el comercio, en otras la metalurgia o la agricultura, como la Etruria interior, que carece de metales y de salidas al mar, las dos características más frecuentemente asociadas a este mundo, por lo que desarrollan importantes técnicas hidráulicas con el papel destacado de los arquilices, encargados de buscar y aflorar el agua subterránea, y de explotación agrícola, como lo confirma el manual de Saserna, citado posteriormente por los grandes tratadistas romanos como Varrón, Columela o Plinio.
Otra característica de este mundo es su relación, conflictos y dependencias con otros ámbitos culturales como los Fenicios o los Griegos, introduciendo a los Etruscos, y con ellos a Italia, en la dinámica comercial y política del Mediterréno central y occidental, ya que objetos y presencia etrusca se atestigua también en la Península Ibérica y en la colonia de Massalia (Marsella). Pero no es solamente ese contacto con e mundo exterior, en el interior de Italia existen otras formaciones políticas y culturales, como las comunidades latinas, entre las que se encuentra Roma, ciudad que según la tradición llegó a ser gobernada por tres reyes Etruscos justo antes de iniciarse el período Republicano en el 506 a.C.
Desarrollo.
La aparición de todo pueblo y cultura conlleva unos problemas metodológicos que además encontramos ya en las fuentes escritas antiguas disponibles; ¿de donde proceden?, ¿cómo llegaron a florecer?, ¿cuál fue su relación con los pueblos y culturas existentes por entonces?… Es por ello que el primer problema a analizar, y que nos permite adelantar las dificultades para reconstruir su historia, es el de los orígenes de los Etruscos, existiendo al respecto tres teorías.
1.- La tesis autóctona, presente en Dionisio de Halicarnaso (I.25-30), historiador augusteo que contradice la tradición de Herodoto (I, 94), Polibio (IX. 2,1) o Virgilio respecto a la segunda tesis.
2.- La tesis oriental, quizás la más debatida y defendida durante años debido a la existencia de un período orientalizante que se inicia a finales del siglo VIII, pero que es general en toda la cuenca mediterránea, la importancia de la adivinación, la relación que se ha querido establecer con los tursha, uno de los Pueblos del Mar mencionados y representados en los relieves del templo egipcio de Medinet Habu (Ramses III), así como la posible relación de la escritura etrusca con la estela hallada en la isla de Lemnos y datada a finales del siglo VI a.C., y que según algunos estaría emparentada con la lengua etrusca.
3.- La tercera hipótesis sitúa sus orígenes en el Norte de Italia y los relaciona con los italos y los raetii que penetraron en Italia hacia finales del II milenio, encontrando la única referencia al respecto en Livio (V, 33, 11).
Actualmente, la tesis más defendida es la de la autoctonía, sin que ello implique una negación sobre la existencia de influencias orientales aportadas tanto por los fenicios como las transmitidas a través del mundo griego, en especial de Corinto, que a lo largo del siglo VII experimenta una importante fase orientalizante. Tesis en gran parte suscitada por Pallotino, para quien la cultura etrusca no tiene que ser identificada necesariamente con un “pueblo” etrusco, que posiblemente estuvo formado por un gran substrato indígena sobre el que influyeron agentes externos que terminaron por configurar lo que llamamos y conocemos como cultura del pueblo etrusco.
El substrato indígena lo encontramos en la cultura villanoviana, conocida principalmente por su mundo funerario, con las urnas de cremación, que experimenta un auge demográfico en el siglo VIII a.C., coincidente con el desarrollo de una aristocracia y el comienzo de las tumbas “principescas”, cambios que también se manifiestan en el abandono de la choza villanoviana y el paso a la casa.
En ese período también se constata una recuperación de la presencia griega, -¿quizás siguiendo pautas previamente establecidas durante el mundo micénico?-, con la fundación de Pitecusa y después de Cumas por los eubeos a mediados del siglo VIII a.C., así como la irrupción del mundo fenicio en Cerdeña, estableciéndose los primeros contactos comerciales y de ideas con el mundo villanoviano que, posiblemente por estar más estructurado no asiste a la creación de asentamientos o centros “extranjeros”. Contactos que fortalecen a la aristocracia, no la crean, y permiten ir poniendo las bases para un futuro desarrollo urbano, una mayor explotación de los recursos mineros y la completa desaparición de la sociedad villanoviana y, en opinión de muchos, su carácter “igualitario”. Aristocracia que fue limitando el papel del rey, alcanzó su mayor apogeo en los siglos VII-VI y vivió en importantes centros urbanos.
Cuchara de bronce
Comercio, urbanización, ideas y costumbres religiosas, escritura… son reflejo de unos cambios que se producen en un espacio de tiempo relativamente corto y que tienden a explicarse por la riqueza minera de Etruria, su floreciente agricultura y los contactos con el exterior, lo que no debe hacernos olvidar la originalidad del mundo Etrusco, capaz de asumir e integrar ideas, avances y personas del exterior, pero también de infundir sus propias convicciones a sus creencias, manifestaciones artísticas y sistema político, todo ello dentro de un ámbito urbano, lo que llevará a griegos y romanos a decir que los Etruscos eran un pueblo muy diferente.
Quizás el fenómeno que mejor caracterice estos cambios sea la aparición de ciudades que, como toda manifestación del mundo etrusco, no se produce de forma homogénea y simultánea, siendo más rápida en el Sur de Etruria y en Campania, los centros que estaban más próximos a griegos y fenicios, prevaleciendo en su ubicación condiciones como la seguridad y la proximidad a vías de comunicación. Diferente evolución regional que queda patente en la pervivencia de costumbres villanovianas como la incineración como práctica funeraria en el Norte.
Estas ciudades actuarían como centros receptores de ideas y de personas, como la historia del corintio Demarato puede estar reflejando, con un desarrollo del artesanado que debe satisfacer las demandas de la aristocracia con construcciones civiles y funerarias, apareciendo los edificios con bases en piedra y abandonándose la planta villanoviana, desarrollándose en torno a las ciudades unos ritos de fundación, que en gran medida permanecerán en Roma, y que fijan un centro político y religioso diferenciado del campo. Ciudades que presentan un trazado regular, con una calle norte-sur, cardo, y una calle este-oeste, decumanus, que formaban los ejes del urbanismo, siendo frecuente que la ciudad tuviera tres puertas y que el cardus terminara en un santuario triple adosado a la muralla, aunque esta última parece ser una manifestación tardía. Templos que nos ponen delante de un universo religioso en el que los dioses comienzan a ser adorados en templos y no en lugares naturales.
En las fuentes encontramos referencias a doce ciudades que formarían una confederación que tenía su sede en el Fanum Voltumnae, santuario dedicado al Dios Vertumno y donde podía elegirse a alguna persona como defensora de los intereses comunes, confederación que no debe hacernos pensar en la ausencia de una libertad de acción de las ciudades, pudiendo algunas no formar parte de dicha liga, ser independientes o estar dentro del ámbito de influencia de otras.
En el siglo VI se detectan nuevos cambios y una internacionalización de la política etrusca que incidirá en su evolución histórica, planteándose la existencia de tensiones sociales como posible consecuencia de una aceleración hacia una organización parecida a la polis, con una disminución de los signos externos de la aristocracia -palacios, tumbas y todo lo que ello conllevaba de productos manufacturados-, cambios que se producirían principalmente en el Sur y en las áreas costeras, las más urbanas, con la aparición de impulsos igualitarios. En este contexto en el siglo VI también se constata el despoblamiento de algunos centros rurales en la segunda mitad del siglo VI, interpretados como consecuencia de una colonización interna que provoca la desaparición, o decaimiento, de pequeños centros en favor de los grandes centros urbanos o, por el contrario, consecuencia de la atracción de las grandes ciudades hacia las aristocracias locales, si bien parece que en esta problemática, como en general para toda la cultura etrusca, es difícil llegar a una explicación global máxime teniendo en cuenta las diferencias internas entre los distintos centros etruscos tanto en su estructura política, social como actividad económica.
Estos cambios no afectan al comercio y a las relaciones exteriores, ámbito en el que observamos la “internazionalización” de los Etruscos, en especial por dos aspectos. En primer lugar, la expansión persa por Jonia provoca que los foceos se trasladen a Alalia, uniendo a Etruscos y cartagineses en su contra en la famosa batalla de Alalia (540 ó 535 a.C.) y, en segundo lugar, el desarrollo de unas tiranías expansivas en Sicilia, en especial Siracusa, que tras vencer a Cartago en Himera (480 a.C), victoria presentada en el mundo griego como la derrota de la “Persia de Occidente”, derrota a los Etruscos en Cumas en el 474 a.C., iniciando un período de expansión y control, con el establecimiento de una guarnición en Pitecusa, que hace hablar del comienzo de una crisis que durará todo el siglo V a.C., y que se materializaría en una disminución de la cerámica atica, un número menor de tumbas y templos, cambios que afectarían a las zonas mas desarrolladas de Etruria, que en opinión de Torelli iniciarían una vuelta al campo, decaimiento que puede encontrar su reflejo en el hecho de que con motivo de la expedición a Sicilia de Atenas en el 413 dentro de la Guerra del Peloponeso, las ciudades etruscas solamente participaron con tres pentecónteras. Siglo V a.C., que culminaría con la presión de las tribus galas, que a comienzos del siglo IV llegarían hasta Roma, sin poder olvidar el emergente poder de Roma a lo largo de todo este siglo que obliga a las ciudades etruscas más cercanas a modificar su estrategia, siendo un exponente de la nueva situación la captura de Veies por Roma en el 406 a.C., que encerrara aun más a las ciudades etruscas en sus recursos agrícolas y una preocupación por el control de su territorio, siendo ahora cuando encontramos a magistrados como el zilath, el camthi…
Urna Cineraria
Una sociedad durante la que mucho tiempo la aristocracia ejercería un gran control, existiendo un debate sobre la importancia del trabajo servil o dependiente, encontrándose términos como lautni, lautn eteri o etera en los que es difícil determinar con exactitud su significado, pudiendo ser los lautni esclavos manumitidos que podían contraer matrimonio, mientras que los lautn eteri o etera serían libertos que gozaban de gran autoridad pudiendo llegar a ser representados en las tumbas familiares, enmarcándose todos ellos en una sociedad de tipo gentilicio. Debates y problemas que pueden hacerse extensivos a la condición social de los artesanos, ¿independientes o vinculados de algún modo a la aristocracia?.
Estatua de bronce
Es precisamente su intervención en el comercio lo que explica el tipo de fuentes que nos llega de sus vecinos o enemigos que llegan a identificarlos con piratas, es el caso de Homero. Al igual que con el mundo minoico, también se ha señalado la existencia de una “talasocracia” etrusca, que debe ser entendida dentro de esa internacionalización comercial y política mencionada que se produce a lo largo del siglo VI, debiéndose entender la lucha con los foceos no como una actitud general ante los griegos, ya que eginetas y atenienses recogen el testigo de los foceos.
Talasocracia que en el caso de los Etruscos suele tener unas connotaciones negativas derivadas de su colaboración con los cartagineses, palpable incluso en uno de los principales textos etruscos conservados, las tablillas de oro de Pyrgi, datadas en torno al 500 a.C., y que recogen la dedicación por el rey de Caere de un lugar de culto a Astarté, siendo el nombre de uno de los antiguos puertos de dicha ciudad Punicum. Alianzas y luchas que reflejan un mundo cada vez más interrelacionado, señalándose incluso en ocasiones que en la crisis del siglo V también influyeron las Guerras Médicas y el consiguiente decaimiento del tráfico comercial con Grecia.
Pero el mundo Etrusco no sólo fue receptor, también irradió su cultura a otras regiones, no pudiéndose olvidar por ejemplo la importante impronta cultural que dejó en amplias regiones de Italia central, incluida Roma, donde la tradición sitúa como Etruscos a sus tres últimos reyes, problemática que será explicada en el tema siguiente.
Pero la actividad comercial no debe hacernos olvidar los avances agrícolas, donde una parte, mayoritaria o no, de la aristocracia tendría sus intereses económicos, reflejándose en que los principales agrónomos romanos citaran el manual de Saserna.
Sus tumbas, el ajuar y la decoración nos informan de unos gustos y costumbres propios de la aristocracia, con la práctica de juegos, la caza o la celebración de banquetes, symposion, donde se consumía el vino y el aceite, cultivos introducidos en ese siglo VII de florecimiento en todos los aspectos, un mundo en el que el papel de la mujer es importante y donde además jugaría un papel primordial en el juego de alianzas entre las familias aristócratas, estableciéndose así otro punto de diferencia con griegos y romanos, que se encargaron de criticar convenientemente.
De su organización militar conocemos la introducción del armamento hoplita en el siglo VII a.C., pero en modo alguno estamos ante una sociedad guerrera, apoyándose algunos, como Torelli, precisamente en ese mundo “hoplita” junto a la evolución de las ciudades para defender movimientos de igualdad y participación política similares a los acontecidos en el mundo griego.
La religiosidad de los Etruscos es palpable no sólo por los hallazgos arqueológicos, también las fuentes lo mencionan, como en el caso de Livio (V. 1,6), cuya expresión hace recordar a la de Herodoto respecto a los egipcios. Tumbas principescas donde se depositaba todo aquello que la persona pudiera necesitar, unos ritos de fundación y de adivinación presentes en todas las manifestaciones, la creencia en unos dioses que intervenían constantemente y que proporcionaron una doctrina, la etrusca disciplina…, son manifestaciones que así lo confirman, pero lo que quedó de ello fue la creencia de que en Etruria podían aprenderse las artes de interpretación, los libri haruspicini que formaban parte de la disciplina, acudiendo los jóvenes aristócratas a aprender este arte para después ser utilizado, por ejemplo, ayudando a los generales en el campo de batalla. Lectura de vísceras, del vuelo de los pájaros, la interpretación de los rayos, sacrificios y ofrendas pasaron al mundo romano que siguió estas practicas para obtener y conocer los designios de las divinidades.
Gran importancia tienen los enterramientos, reflejo de un ideal aristocrático y de unas creencias en el más allá que no encontramos en otros centros culturales del Mediterráneo, un mundo de genios, animales fantásticos que habitan el infierno y en los que encontramos una mezcla de creencias griegas y etruscas, siendo al respecto significativo que nuestra información sobre este mundo proceda mayoritariamente del siglo V a.C., cuando el mundo y cultura de los Etruscos había experimentado ya un gran auge y desarrollo. Mundo funerario en el que encontramos practicas como la exposición del cadáver, procesiones y la celebración de una comida, culminando los ritos con la celebración de unos juegos fúnebres. Pero lo más sorprendente es la concepción de la tumba como una casa donde las almas pasaban a vivir, al mismo tiempo que en algunas tumbas encontramos falsas puertas, quizás simbolizando pasos y tránsitos de las almas.
Aspectos como el papel e importancia del ejército, en especial el papel del armamento hoplita desde el siglo VII a.C., la marina, tanto guerrera (60 barcos en la batalla de Alalia) como mercante, la importancia de las comunicaciones internas, la información que sobre su economía, técnicas agrarias… nos proporciona el ajuar funerario de las tumbas, la memoria histórica de los mismos, llegando a ser el Emperador Claudio el primer estudioso del mundo Etrusco, son todos ellos aspectos que nos delatan una cultura dinámica, cambiante y que introduce a Italia en un nuevo marco que va poniendo las bases para el futuro desarrollo de Roma, todo ello recordando siempre que en muchas ocasiones las actitudes y demandas de las ciudades o centros Etruscos no fueron independientes, ya que esta cultura no es homogénea en ningún sentido, como la propia batalla de Alalia confirma al ser un enfrentamiento de la ciudad de Caere con los focenses.
Un mundo cercano y lejano al posterior de Roma, que creo su propia literatura, por desgracia perdida, en donde a juzgar por la cita de Varrón (5,55) se llegaron a escribir tragedias y que suscito la admiración pero también el olvido de Roma, quizás celosa de que con anterioridad a su expansión hubiera existido una cultura como la Etrusca, justo cuando Roma no pasaba por ser más que un pequeño centro dentro de la Liga Latina.