Los Severos y la crisis del siglo III
RESUMEN
La muerte de Cómodo, el hijo y sucesor de Marco Aurelio, desencadenó en Roma una crisis, a la que puso fin, tras cuatro años de guerra civil, un hombre enérgico, el africano Lucio Septimio Severo, fundador de una nueva dinastía, que se mantendría en el poder hasta el año 235. Considerada unas veces como continuación de la época de los Antoninos y otras, como puente de transición a la gran crisis del siglo III, la dinastía de los Severos posee características propias, que la definen como una etapa crucial en la historia del Imperio romano. Las originales soluciones, aplicadas por la dinastía, a los múltiples problemas que se habían gestado en los decenios anteriores, serán determinantes en los acontecimientos que siguen a la desaparición de su último representante.
En Roma, los conjurados, que habían puesto fin a la vida de Cómodo, ofrecieron el trono al senador Publio Helvio Pértinax. Bajo la promesa de un generoso donativo, los pretorianos no pusieron obstáculos a su aclamación, que fue aceptada por el senado (1 de enero del 193). Pértinax consideró como tarea más urgente restaurar las finanzas públicas y hacer frente a la crisis económica, pero los pretorianos, exasperados por la intención del emperador de reducir el importe del donativo prometido y por su voluntad de imponerles una rígida disciplina, lo asesinaron, apenas tres meses después de su aclamación (28 de marzo).
Su muerte abrió un período de anarquía en Roma, donde los pretorianos creyeron poder disponer del trono a su antojo, ofreciéndolo al mejor postor. Dos viejos senadores, Flavio Sulpiciano, suegro de Pértinax, y el rico milanés Didio Juliano pujaron por la púrpura, y los pretorianos se decidieron por el segundo, que ofreció el precio más alto. Didio apenas tuvo tiempo de instalarse en el trono: aceptado a regañadientes por el senado y mal visto por el pueblo, hubo de enfrentarse de inmediato al triple pronunciamiento militar de los ejércitos de Panonia, Britania y Siria, que, simultáneamente, aclamaron a sus respectivos jefes, Lucio Septimio Severo, Décimo Clodio Albino y Cayo Pescenio Níger. Era el comienzo de la guerra civil, que asumía el carácter de guerra interprovincial por la pluralidad de los focos y por el propio origen provincial de los competidores.
ISBN: 978-84-96359-34-5
Autor: José Manuel Roldán Hervás
Extensión: 31 págs.
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