La sociedad de órdenes en la España Moderna
RESUMEN
Tras la caracterización de la sociedad estamental, se analizan los tres estamentos en que se haya articulada, empezando por la nobleza, continuando con el clero y concluyendo con el tercer estado o estado llano, el grupo de los “pecheros”. En la exposición se caracteriza el régimen jurídico de cada uno, el papel predominante que tiene la “sangre” como regulador social, otras posibles forma de acceso y la distinción de los elementos que integran cada grupo y que le confieren a cada estamento su “variedad” interna y las diversas actitudes vitales y de relación con los demás.
Hace ya muchos años que la historiografía sobre la sociedad en la España Moderna se centró, por encima de otras consideraciones, en el concepto de estamento como mejor medio de explicar, al igual que en otras zonas de Europa, las relaciones sociales entres los individuos de la Península Ibérica. Se admitió la idea de que el viejo esquema medieval de los tres órdenes tenía su correspondencia en los tres principales estamentos (o estados, como se decía más habitualmente en la época) que desempañaban, desde tiempos remotos, su particular misión para el “buen” funcionamiento de la sociedad.
Como todos los planteamientos político-sociales que se pretenden aleccionadores para el conjunto social, los teóricos partían de un esquema muy didáctico y sencillo que todavía hoy sorprende por su extremada simpleza: había dos órdenes –que concordaban con otros tantos grupos sociales- que tenían encomendadas las funciones más elevadas y estimadas de la sociedad. Por un lado, los clérigos –los oratores– se dedicaban a rezar y a velar por la salud espiritual de todos, en una sociedad eminentemente religiosa; y, por otro, los nobles debían su posición a que se entendía que eran los descendientes de los afamados guerreros –los bellatores-, cuya función primordial era la defensa física frentes a las múltiples amenazas y peligros que se cernían sobre el cuerpo social. Eran dos grupos enaltecidos a cuyos integrantes se les otorgaba, automáticamente, una aureola de prestigio y de superioridad que operaba en todos los órdenes de la vida. Una aureola que se traducía explícitamente en sus estamentos correspondientes –el clero y nobleza- en la posesión una serie de privilegios que los distinguían de los demás.
ISBN: 978-84-9822-153-4
Autor: David García Hernán
Extensión: 31 Págs.
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