Cooperativas agrícolas de la Terra Alta (I).
1. Introducción.
La Terra Alta se encuentra situada en la parte más meridional de Catalunya haciendo frontera con Aragón. Limita con las comarcas de la Ribera de Ebro y el Bajo Ebro. La integran los municipios de Arnes, Batea, Bot, Caseres, Corbera d’Ebre, la Fatarella, Gandesa, Horta de Sant Joan, el Pinell de Brai, la Pobla de Massaluca, Prat de Comte i Vilalba dels Arcs. El clima es mediterráneo continental, seco y influenciado por los vientos de lebeche. Debido a estas características ambientales, ha sido un lugar adecuado para cultivar la vid y el olivo. Actualmente, la Terra Alta produce 300.000 hl de vino anuales. Su situación y condiciones meteorológicas hacen que la uva tenga un grado bastante elevado. Los vinos blancos se distinguen por la alta graduación alcohólica (11º-15º), los negros son de menos graduación y los rosados resultan afrutados y de un color muy particular. También se obtienen vinos generosos, secos y dulces. El año 1982 fueron reconocidos con una denominación de origen. El olivo ha sido desde siempre el árbol más característico de esta tierra. Esto se refleja en la gran cantidad de árboles ancianos e incluso alguno centenario como el “Parot” (Horta de Sant Joan), que podemos encontrar en toda la comarca. Del fruto de estos antiguos pobladores se obtienen hoy aceites de primera calidad, muy apreciados en todo el mundo, por su gusto y olor particulares.
2. La vida de Cèsar Martinell.
Cèsar Martinell nació en Valls el 24 de diciembre de 1888 y allí inició sus estudios de bachillerato en 1900. Llegó a Barcelona el año 1906 para realizar sus estudios preparatorios de arquitectura, carrera que terminó en 1915. En esta ciudad conoció a Antoni Gaudí, tuvo como profesor a F. d’A. Galí, y como compañeros a Rubió y Tudurí, Reventós, Quintana y otros. También se relacionó en la Escuela de Arte con pintores como Joan Miró, Aragay o Mallol.
Obtuvo el título oficial el año 1916, siendo nombrado arquitecto municipal de su ciudad natal.
Ya en sus años de estudiante había hecho los primeros pasos literarios ganando un premio con su “Estudio iconográfico mariano de Valls y su comarca” o publicando “El arte de la danza”.
También desarrolló actividades artísticas y culturales en Valls organizando la Agrupación de Artes y letras, entidad que presidió, y montando la primera exposición de arte moderno. Así mismo pronunció en la Associació Catalanista la conferencia “El Greco y sus pinturas”.
Justo terminada la carrera, con la ayuda de Eugeni d’Ors, consiguió la instalación de la Biblioteca popular de Valls, siendo nombrado secretario de la misma. Ors escribió en su Glossari -Glosario- un elogio tan grande como decir que Cèsar Martinell era del “partido de la inteligencia”.
Es entonces cuando empieza a trabajar como arquitecto. Después de la reforma de un chalet en Valls proyecta una casa en Andorra y los grupos escolares en Salomó, seguido de la ampliación del celler de Alió.
En 1918 se centra, entre otras obras, en la construcción de los edificios de uso agrario de Rocafort de Queralt, Villarodona, Nulles, Pinell de Brai y las ampliaciones de los de Artesa de Lleida y Alcarrás.
En 1919 traslada su despacho desde Valls a la Rambla de Cataluña nº 57 de Barcelona, cuando dimite como arquitecto municipal de Valls para centrarse en la construcción de muchas obras, entre las cuales tenemos que citar las cooperativas y sindicatos agrícolas, almazaras y cellers de Falset, Gandesa, Cornudella, Verdú, Montblanc, Arbeca y un largo etcétera.
En 1920 continuará en Barberà de la Conca, Llorenç del Penedès, Rubí o, en la Terra Alta, y ampliará el Sindicato Agrícola de San Isidro de Bot.
Con numerosas distinciones y una dilatada tarea literaria, a parte del ejercicio de muchos cargos derivados de su profesión o interés cultural, el 14 de octubre se casa con Maria Taxonera. Durante la Exposición Universal de Barcelona de 1929 actúa como asesor artístico, al tiempo que es distinguido como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y secretario de la asociación Amics de l’Art Vell –Amigos del Arte Viejo-, dedicada a la conservación del patrimonio monumental de Cataluña de la cual será nombrado secretario. El cargo de arquitecto de la asociación lo compartió con Jeroni Martorell.
Resulta difícil enumerar la dilatada obra que va desde el encargo del decano presidente del Colegio de Arquitectos de Cataluña y Baleares, vicepresidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, a miembro de jurados y patronatos más o menos modestos. De ponente del “Congreso Internacional de Historia del Arte de Estocolmo”, o del de Basilea, a cantidad de conferencias por doquier; de novelas como Costa avall! -Cuesta abajo-, o Costa amunt! -Cuesta arriba -, a estudios como Arquitectura i escultura barroqes a Catalunya; Art Català sota la unitat espanyola; L’escultor Lluìs Bonifàs i Massó, 1730-1796.biografia crítica; La Sagrada Famíllia; La Seu Nova de Lleida; o Gaudí, su vida, su teoría, su obra.
Además de constructor también fue un buen restaurador de numerosas obras de arte, altares y capillas deterioradas por el tiempo o por la guerra. Entre estas se pueden destacar las restauraciones del sepulcro de Ramon Folch de Cardona, en Bellpuig d’Urgell; la basílica de Santa Maria de Igualada y su Retablo Mayor; la arciprestal de Sant Pere de Reus, o las vidrieras de la Catedral de Barcelona. También, dentro de este campo de la restasuración, ocupó los cargos de “Arquitecto Capitular de la Catedral de Barcelona” y de “Arquitecto Conservador del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional” del Ministerio de Cultura.
Larga, mucho más larga es la biografía de un arquitecto tan refinado y polifacético como César Martinell, el cual intervino en tantas obras de tan diversa naturaleza y que se mantuvo en activo hasta llegar a nonagenario. Murió en Barcelona el 19 de noviembre de 1973.
3. Las intervenciones de Cèsar Martinell en la Terra Alta: los cellers.
Las nuevas condiciones de mercado impulsadas por la Mancomunitat de Catalunya a partir de 1915, fueron la causa de la revitalización de muchas de las viejas cooperativas catalanas. El movimiento cooperativista tuvo un gran aumento en Cataluña durante la segunda parte del siglo XIX en forma de asociaciones económicas dotadas de un notable espíritu social reformador y revolucionario. Su empuje se hizo manifiesto en la Federación de Cooperativas de Cataluña organizada el 1920. La favorable situación económica que envolvió los años veinte se tradujo en la construcción de grandes edificios agrarios a lo largo y ancho de Cataluña, entre los cuales destacan los cellers cooperativos levantados en las comarcas de notoria producción vinícola, oleícola o de cereales. En pocos años se erigieron de nuevo o se reformaron un centenar largo de edificios, en una cuarentena de los cuales levantados entre 1917 y 1923, intervino César Martinell. Profundamente influenciado desde el punto de vista estructural por Gaudí, Martinell utilizó para cubrir grandes espacios los prácticos y económicos arcos de equilibrados de obra vista, a menudo de estructura parabólica y compuesta. En cambio, en los aspectos ornamentales seguió a Domènech i Montaner.
3.1 Pinell de Brai (1918-1922).
Según César Martinell, la construcción de este edificio se vio influida por tal complejidad de circunstancias, que para mejor valorar el resultado final, no previsto desde un principio, se tiene que hacer referencia a determinados aspectos, quizá en apariencia poco conexos con el tema, llegando en ocasiones a la anécdota.
Cuando a principios de setiembre de 1918 César Martinell fue a Pinell de Brai por indicación del Director de los Servicios técnicos de Agricultura, quiso orientarse sobre las clases de vino que elaboraban. Alguno de la zona le respondió: “Pues, verá usted, si no se nos vuelve agrio, hacemos vino, y si se nos agria, hacemos vinagre”. No fue una contestación pesimista ni ingenua, sino simplemente sarcástica. En aquel momento eran pocos los que elaboraban el vino según arte, problema que esperaban resolver con el funcionamiento del sindicato. Muchos de los viticultores llevaban la uva a vender a Gandesa, centro más próximo donde existía comercio de este fruto. Los vendedores salían de Pinell con sus carros cargados y, tras 10 km de carretera en subida, llegaban a media mañana al almacén del presunto comprador, donde un encargado les decía que el dueño no estaba para ofrecer y zanjar precio. Que si podían volver más tarde. La operación se repetía varias veces, hasta que cerca de mediodía, ¡por fin!, aparecía el dueño y después de breve “tanteo”, al sufrido campesino no le quedaba otra disyuntiva que dejar la uva al precio ofrecido por el comprador o regresar con la uva en el carro.
Los viticultores de Pinell veían claro el abuso de que eran víctimas y tanto o más que la pérdida económica sentían la vejación de que eran objeto, cosa que esperaban superar con la bodega. De ahí que en ésta y en la almazara vieran el principal instrumento de redención económica del pueblo, cuando funcionaran cooperativamente. Lo esperaban con impaciencia como lo prueba que al poco de construido el sindicato se instalase en los bajos de la Sociedad de Socorros mutuos del Sagrado Corazón, un horno de cocer pan y se llevara la aceituna a Tortosa para molerla en común, mientras no pudiesen hacerlo en casa propia.
Comprendieron que con sus plantaciones, en general bien cultivadas, y el régimen cooperativo, al que muchos se sumaron desde un principio, podían transformar el pueblo, y todo les pareció poco para que el nuevo edificio fuese ostentoso exponente de su redención económica.
En efecto, así fue. No solamente por acción del nuevo edificio y del régimen implantado, sino por otras circunstancias que la casualidad hizo coincidir, como por ejemplo el suministro de fluido eléctrico, el servicio de teléfonos y la carretera directa a Mora de Ebro por Miravet y Benissanet, cosas inexistentes al empezar la bodega y que entraron en servicio en el transcurso de las obras. Evidentemente, Pinell de Brai se transformaba. Sólo faltaba el servicio de agua potable, de que el pueblo carecía, cuyo estudio para la traída fue también encargado a Cèsar Martinell. (No hubo lugar a tal estudio porque durante la obra de la bodega apareció un abundante caudal de agua, suficiente para el consumo de la población).
El proyecto según el presidente de la junta del sindicato, Joan Baptista Espinós, tenía que ser vistoso, que se saliese de lo corriente, como signo de la prosperidad que esperaban.
En esta bodega actuó como técnico enólogo Isidre Camplloch, y como especialista oleotécnico Emili Rovirosa, a las directrices de los cuales el arquitecto tuvo que someterse, procurando servirlas y colaborar con la máxima atención constructiva. Hechos los primeros tanteos de distribución de dependencias, resultaron cuatro grandes naves contiguas de 10 por 31,50 m; una de ellas destinada a almazara con dos plantas, y las otras tres a bodega con sus depósitos correspondientes, de una cabida total de 320.000 kg. de aceite y 22.000 Hl de vino.
En la parte posterior de las dos naves centrales se situó la sala de elaboración, de 12’50 por 21’50 m y detrás de ésta, a más alto nivel, las tolvas y muelle de recepción de uva y anejos, en un espacio de 8 por 28 m.
Encima del muro divisorio de estos dos últimos servicios se proyectó el depósito de agua, de acusado carácter decorativo, pero imprescindible para poder mantener la bodega limpia durante todo el proceso de elaboración del vino. En cuanto a condiciones técnicas del edificio, se procuró que no quedaran en zaga del aspecto decorativo que se deseaba. Además de las innovaciones vistas en otros edificios, aquí fueron establecidos por primera vez pasadizos que permitían operar por la parte inferior de los depósitos subterráneos, provistos de carriles para el paso de vagonetas; un amplio conducto para la salida del ácido carbónico de fermentación a un barranco próximo y una gran cisterna para disponer en todo momento del agua necesaria para la limpieza.
Ya construida la cisterna, en los trabajos de excavación se observaron síntomas de existencia de agua, hasta entonces insospechada, que se consiguió alumbrar con la perforación de un estrato de roca de unos 80 cm de espesor, a mayor profundidad que los sótanos. Con esto se obtuvo un abundante caudal de agua artesiana que obligó a construir un pequeño brocal para contenerla y hacer practicable el manantial surgido en el mismo edificio.
En cuanto al aspecto exterior, a fin de dar cumplimiento al deseo de la junta respecto a la vistosidad de la construcción, y para evitar la monotonía de las cuatro naves centrales en una sola de mayor altura, siguió la estructura vista en Falset, con lo cual el conjunto adquiría mayor expresión decorativa.
Los materiales usados fueron los propios de la localidad: mampostería y ladrillo, éste de excelente calidad por la arcilla semirrefractaria de que se dispone en las cercanías. Para la cubierta se empleó la teja plana, a fin de aligerar su peso, en vista de los cuchillos de armadura leñosa que se pensaba usar, de unos 14 m de luz.
Las fachadas estaban compuestas de un alto basamento realizado en mampostería careada vista y las partes altas de mampostería revocada. En la principal se abrían grandes ventanales, y ventanas en las laterales, a partir de ladrillo colocado en texturas de efecto decorativo y apliques de casilla vidriada polícroma en determinados sitios. El sostén de la cubierta queda dicho que se proyectó con armaduras corrientes de madera, apoyadas sobre muros y pilares interiores de ladrillo visto. Ocurrió, sin embargo que la vecina Gandesa construía su bodega cooperativa, también proyectada por Cèsar Martinell, con cubierta de bóvedas tabicadas sobre arcos. A pesar de haberla comenzado más tarde, su cubierta iba más adelantada que la de Pinell, y los de este pueblo, que la veían crecer quisieron arcos parecidos. Como la obra estaba ya en marcha, y además se había publicado su perspectiva en la revisa “Agricultura” y divulgado en postales a todo color, resultaba dificultoso un cambio de plan. De modo que no lo tendrían. Pesar de ello, la vistosidad de las fachadas compensaría el aspecto suntuoso por ellos deseado, y que preveían en los arcos gandesanos.
Ante su reiterada insistencia, a la que se unía el deseo del arquitecto de no defraudar sus aspiraciones, y puesto que parte del anterior ya había sido construido, el arquitecto decidió substituir por arcos los elementos sustentantes de cubierta, sin variar el exterior. Para servir mejor a tales deseos de belleza repetidamente manifestados por Pinell de Brai, los construyó a rosca y con ladrillos aplantillados, textura que aumentó su categoría artística. De ahí que el nombre que recibe esta bodega en la zona sea Catedral del vino.
El estilo del edificio se enmarca tradicionalmente dentro del modernismo, pero el hecho de ser una obra con las bendiciones oficiales de la Mancomunitat quizá debería englobarse como Noucentista. Martinell se consideraba a sí mismo como noucentista, pero también discípulo, admirador y seguidor de Gaudí.
La fachada, con grandes ventanales que iluminan el interior, fue decorada con azulejos hechos a la manera antigua por el pintor y caricaturista Xavier Nogués i Cases, nacido el 1873 y fallecido en 1941. Nogués no se formó dentro de las escuelas de Bellas Artes de la época sino colaborando en distintas publicaciones como “Papitu”, “Picarol” o “Revista Nova”. Entre las obras de Nogués, a parte de la de Pinell, cabe destacar el panel del restaurante barcelonés de Can Culleretes o el antedespacho de la alcaldía de Barcelona.
VER: Cooperativas agrícolas de la Terra Alta (II)
(c) ISBN: 84-9714-043-5
Autora: Cristina Sanjust i Latorre