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Olla. Castro Coto do Mosteiro. Pieza del mes de Mayo

Olla-Castro

OLLA. CASTRO COTO DO MOSTEIRO. 

En la campaña de excavación del año 1984 realizada en el Castro Coto do Mosteiro fue documentada esta olla. El Castro se localiza en el lugar de Mosteiro, parroquia de Santa Uxía de Lobás, en el ayuntamiento de O Carballiño. Está situado en un pequeño otero, con una altitud de 525 metros, rodeado por la Sierra de A Madanela al norte, por la Sierra de A Martiñá al este, por los Montes de Pedroso al oeste y por el Valle abierto del Arenteiro al sur.

En este yacimiento se hicieron dos campañas de excavación, durante los años 1984-1985, dirigidas por Luis Orero Grandal. El Castro consta de dos recintos y un complejo sistema defensivo compuesto por plataformas, varias murallas con alturas considerables y con distintos aparejos, poligonales o helicoidales, y un profundo foso excavado en la roca. Estas estructuras defensivas podrían tener un significado de ostentación o de distinción por la espectacularidad de sus aparejos. En el interior del poblado, en la zona estudiada, hay restos de dos construcciones de piedra, una de planta circular en el recinto sur y otra cuadrada con las esquinas angulares en la plataforma más baja, al sur y al este. También habría cabañas hechas con materiales perecederos de barro y paja, en el recinto superior y en la parte alta, constatadas por los restos encontrados, como es habitual en los poblados de esta época.

Su fase de ocupación se inicia en torno al siglo IV a. C, en el momento de la segunda edad del Hierro, cuando se producen el levantamiento de los nuevos poblados fortificados, asentados en los valles, a media ladera o en oteros en el medio del valle, y rodeados de tierras con aprovechamiento agrícola. Esta localización origina la construcción de importantes sistemas defensivos de murallas, fosos y parapetos, a veces de gran altura y monumentalidad. Y va a ser en el Hierro final, sobre el siglo I d. C, cuando remate la ocupación de Mosteiro. Entre los materiales recuperados destacan un número importante de moldes de fundición relacionados con la actividad metalúrgica artesanal para objetos de adorno personal hechos en bronce, y también de molinos planos o naviculares utilizados probablemente para la molienda del mineral. Junto a estos materiales, señalamos la presencia de numerosos objetos cerámicos utilizados en la vida cotidiana del castro.

La cerámica en esta fase media castreña es de buena factura y de buena calidad, modelada a mano, en su mayoría. La presencia en el castro de O Castelo en Laias de una pella de barro con huellas de los dedos del amasado para la realización de vasijas, y con la existencia de varios hornos –Castromao- y con las parrillas de hornos -Mosteiro, Cameixa-, podrían indicar la elaboración de estas piezas en los poblados. En esta fase hay una mayor selección de las arcillas y un control de las temperaturas. Las cocciones son oxidantes y mixto-oxidantes. Las pastas son de tonalidades diversas, predominado los colores oscuros y castaños, con desengrasantes medianos y finos, micáceos y de cuarzo. Los acabados son cuidados, brillantes y bruñidos. También surgen formas y decoraciones nuevas, con una gran variedad de técnicas y motivos. Las vasijas están representadas por ollas de pequeño, mediano y gran tamaño, destinadas para uso doméstico, predominando las formas globulares y las de perfil en “s”, con los bordes aristados y exvasados característicos del interior. Junto a la decoración incisa e impresa, destaca la introducción de la estampillada con diversas matrices para realizar distintos motivos, predominando los curvilíneos, circulares o en ángulo. Los curvilíneos están representados con eses simples, dobles, de tres o cuatro trazos formando frisos, o eses compuestas que originan singulares motivos figurativos como los ornitomorfos o patos. Los círculos pueden ser sencillos, concéntricos o semicírculos formando composiciones de arcadas o de guirnaldas. Y los triángulos se representan rellenos de líneas o lisos, combinados con varios círculos dispuestos en línea o en los vértices a modo de medallones. Los motivos decorativos se disponen, en su mayoría en franjas horizontales, delimitados por líneas incisas o acanaladuras, y se sitúan en las hombreras, en la panza, llegando hasta la base y también en el borde y cuello -Castromao, Mosteiro-. En este momento se da la presencia de las distintas áreas de alfarerías definidas por sus facturas, formas y estilos decorativos, originando nuevas tipologías -Cameixa, Castromao, A Forca, Mosteiro-, y marcando las diferencias regionales o locales en la cuenca del Miño y en las Rías Baixas, como en otras manifestaciones de la cultura castreña.

La pieza objeto de comentario se recuperó, en ocho fragmentos, en el corte M-2 y en la capa 3, en la primera campaña de excavación. La olla está modelada a mano, con forma globular de medianas dimensiones (11 cm x 18 cm) y con el borde ligeramente exvasado. En la hombrera está decorada con tres líneas paralelas incisas, las superiores enmarcan una franja decorada con tres círculos estampillados y acompañados de dos filas con puntillado, debajo, al comienzo de la panza, están los abanicos rellenos de pequeñas líneas impresas de puntillado rematados en los extremos con dos círculos y en el vértice con tres círculos estampillados. La pasta es fina y de color negro con un acabado brillante, con desengrasantes micáceos. Su cronología se sitúa en la fase media castreña, por la tipología formal y por los motivos ornamentales junto con los materiales recuperados asociados, coincidiendo con el primer nivel de ocupación del poblado. Esta pieza fue objeto de tratamientos de limpieza, consolidación, pegado y reconstrucción por el restaurador Carmelo Fernández Ibáñez, con la reintegración de lagunas y de los elementos perdidos con escayola y con la reintegración cromática, reproduciendo la decoración incisa y dejando la base por carecer de los fragmentos originales.

La decoración de motivos en abanico y sus distintas variedades y combinaciones es la más característica del Coto do Mosteiro, testificada por los numerosos ejemplares encontrados. Están compuestos por triángulos rellenos de pequeñas líneas impresas formando puntillados, realizados a peine, o de pequeñas líneas incisas, y en los vértices están acompañados por impresiones circulares o de círculos estampillados. Los círculos pueden presentarse alineados en números de dos o tres, más o menos rehundidos, y también de tres círculos dispuestos en vertical o en medallones en los vértices. Estos motivos decorativos de abanicos se localizan en otros castros de la alfarería del Miño, definida por Pepa Rey Castiñeira, como en O Montiño en Ourantes, Laias y Cameixa, desde lossiglos IV-I a. C. Pero también están presentes hasta el Hierro final, entre los siglos I a. C-I d. C., con las representaciones de los abanicos más simplificados y alargados en los castros anteriores, y también se localizan en otros poblados fortificados de nueva planta como en el de San Cibrao de Lás.

La presencia de formas, manufacturas y de los esquemas y motivos decorativos similares en la cerámica en los castros del noroeste pueden indicar intercambios comerciales de carácter comarcal.

MUSEO ARQUEOLÓXICO PROVINCIAL DE OURENSE
http://www.musarqourense.xunta.es/
PIEZA DEL MES
Mayo 2018
Purificación Rodríguez García

PIEZA DEL MES DE ABRIL:

dunha sigillata

Fragmento dunha sigillata sudgálica decorada, achada na campada de 1988 no Conxunto arqueolóxico-natural de Santomé, Ourense. Atendendo a tipoloxía e ao contexto podemos fechala nos reinados dos emperadores Claudio e Nerón (41-68 d.C.)

SIGILLATA SUDGÁLICA DECORADA.
CONJUNTO ARQUEOLÓGICO-NATURAL DE SANTOMÉ

Contexto arqueológico: Las primeras noticias de este yacimiento se deben a Manuel Blanco Guerra quien llevó a cabo una serie de catas arqueológicas en el castro durante el período comprendido entre los años 1969 y 1974. A partir del año 1983, comenzaron a realizarse excavaciones de forma sistemática en el contexto de las líneas de actuación del Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense. El hallazgo de este fragmento de terra sigillata sudgálica se produjo durante la campaña arqueológica del año 1988 y corresponde a la etapa alto-imperial de un poblado galaicorromano que coincide parcialmente en el tiempo con la ocupación del castro. Dicho poblado surge grosso modo a mediados del siglo I d. C. y se abandona a mediados del siglo II d. C.

Descripción: La pieza corresponde a un fragmento de cuenco que posee el color rojizo brillante característico de las producciones sudgálicas, conseguido gracias a su engobe “sinterizado”, y conserva una altura de 8,5 cm, una anchura máxima de 5,4 cm y un grosor de 0,5 cm. Desde el punto de vista formal, siguiendo la tipología de Hans Dragendoff, se corresponde con el número 30 (TSG Drag. 30) y por sus características se puede determinar que procede del taller de La Graufesenque. Las importaciones de este alfar galo son mayoritarias en toda la Península Ibérica llegando a alcanzar cerca del 80% de la producción gálica encontrada. Este cuenco se caracteriza por su forma cilíndrica con una pared recta, un labio vertical con su borde liso redondeado y un pie anular con un gran diámetro. La pared se une al fondo cóncavo formando una carena. Los ejemplares más tardíos pueden aparecer ligeramente exvasados.
Esta pieza posee una decoración realizada a molde. Aunque no se disponga de la pieza completa, se puede deducir que la escena principal se elaboró desarrollando un friso con una ornamentación compartimentada, conocida como “estilo de metopas” y constaría de varias imágenes mostrando luchas de gladiadores separadas por líneas perladas.

Entre el borde y la parte superior del friso se aprecia la característica decoración consistente en una cenefa de ovas y, por debajo, una serie de círculos concéntricos. La escena de lucha representada se corresponde con el enfrentamiento de dos tipos de gladiadores. En el lado izquierdo, figura un murmillo, que va armado con un casco crestado (cassis), un escudo rectangular grande (scutum), una greba metálica en su pierna izquierda (ocrea) y una espada corta y recta (gladius). A la derecha, se identifica a un tracio (thraex), cuyas armas consisten en un casco, un escudo rectangular de pequeñas dimensiones (parmula), una greba en cada pierna, una espada corta y curva (sica) y una protección en el antebrazo (manica). Ambos luchadores presentan su torso desnudo y visten un sencillo taparrabos (subligaculum) sujetado con un cinturón (balteus). A los pies de los combatientes se distingue un cánido corriendo hacia la derecha.

Este tipo de recipientes formaban parte de las vajillas finas de mesa y se utilizaban principalmente para beber, incluyéndose en la categoría de los vasa potoria. En casos excepcionales, como los hallazgos descubiertos en Saint-Marcel (Indre, Francia) o Belchite (Zaragoza), se emplearon como urnas cinerarias. Esta forma cerámica tiene su equivalente en los productos que forman parte de la vajilla de vidrio. En concreto el cuenco Morin-Jean 83 viene a ser una imitación de la TSG Drag. 30. La demanda de TSG Drag. 30 comienza a decaer en época Flavia como consecuencia de la aparición de la Terra Sigillata Hispánica.

Paralelos: Aunque esta forma aparece con frecuencia en la Península Ibérica, las piezas decoradas con escenas mostrando combates entre gladiadores no abundan entre el material arqueológico publicado hasta la fecha. Cuencos procedentes del sur de la Galia de la misma tipología y decorados con luchas gladiatorias se han recuperado en el cerro de San Juan del Viso (Villalbilla, Madrid), en la necrópolis de la Serretilla (Belchite, Zaragoza), en Calahorra (La Rioja) o en Conimbriga (Portugal).

Los espectáculos (spectacula) en el mundo romano: A pesar de la variedad de espectáculos con los que disfrutaban los romanos (escenificaciones teatrales, cacerías, luchas de gladiadores o representaciones de batallas navales) los juegos gladiatorios eran los preferidos del pueblo. Hasta tal extremo que, según nos cuenta Cicerón en el año 164 a. C., los espectadores abandonaron el teatro en donde se representaba la obra Hecyra de Terencio para asistir al comienzo de un combate entre gladiadores.

La ubicación en las gradas de los asistentes a los espectáculos muestra con una claridad la estratificación de la sociedad romana. Esto se aprecia muy bien en los anfiteatros. Cuanto mayor fuera el rango de los personajes, su proximidad a la arena y la calidad de sus asientos era mejor. Los individuos de las clases más elevadas se sentaban en las primeras filas de la grada, las más próximas al escenario del combate. Sus localidades estaban reservadas y se identificaban por el material de su construcción, mármol, y por una serie de letras. Con frecuencia las localidades estaban cubiertas por un toldo (velum) que cumplía una doble función: por un lado, impedir la acción cegadora del sol y, de este modo, poder visualizar mejor los espectáculos, y, por otro, resguardarse de las inclemencias del tiempo. A la hora de asistir a cualquier acontecimiento, su presencia se valoraba mucho como se puede constatar en los carteles pintados en las paredes de las ciudades – como en Pompeya – que anunciaban los espectáculos. El emperador y su séquito disponían de un lugar privilegiado en el anfiteatro: un palco (podium).

Los combates de gladiadores (munera gladiatoria): Los orígenes de los combates entre gladiadores se encuentran vinculados a rituales de carácter funerario con un origen campano o etrusco. Este rito consistió primero en el sacrificio de guerreros para honrar la memoria de los propios combatientes caídos en combate para, con el paso del tiempo, convertirse en luchas entre gladiadores asociadas a los funerales de hombres ilustres. Después de un largo proceso evolutivo y perder cualquier connotación funeraria, en época imperial, Augusto promulgó un decreto mediante el cual se regulaban los espectáculos celebrados en el anfiteatro (amphitheatrum) y se establecían los horarios pertinentes. Por la mañana, la sesión se iniciaba con la cacería de animales (venatio); a continuación, tenían lugar los juegos del mediodía (ludi meridiani), el momento con menor afluencia de público, entre los cuales sobresalían las ejecuciones de los condenados a muerte por la espada (damnati ad gladium) o por medio de animales (damnati ad bestias). Finalmente, en horario de tarde y con las gradas abarrotadas – entre 58.000 y 87.000 espectadores se estima que podía acoger el Coliseo romano –, se producía la máxima atracción del anfiteatro y el verdadero munus: los combates de gladiadores. En el año 109, Trajano llegó a ofrecer un munus durante 117 días consecutivos, período durante el cual lucharon 4.912 parejas de gladiadores. Éstos luchaban como verdaderos profesionales del combate al mismo tiempo que ejercían una profesión considerada como infame en la sociedad romana; sin embargo, gozaban del favor de la plebe. Las exhibiciones de destreza, fuerza y resistencia mostrada por los participantes no siempre finalizaban con la muerte del vencido. Los combates se celebraban por parejas de gladiadores de diferentes armas o por grupos. Los individuos destinados a los juegos gladiatorios se reclutaban principalmente entre prisioneros de guerra, esclavos desertores y condenados a muerte, aunque, en ocasiones, también figuraban ciudadanos libres por iniciativa propia.

Entre las estrellas del anfiteatro destacaban gladiadores como Flamma, fallecido a la edad de 30 años, el cual participó en 34 combates, obteniendo 21 victorias, 9 empates y 4 derrotas, o Celadus por el cual suspiraban las jovencitas de la época, según el testimonio de un grafito pompeyano. Aunque la mayoría de los gladiadores pertenecían al género masculino, debe recalcarse que las mujeres también participaban como gladiadoras, lo cual sabemos gracias a testimonios como un relieve procedente de Halicarnaso (Turquía) que se conserva en el British Museum. En él se representa un enfrentamiento entre dos féminas llamadas Amazona y Achilla.
Los vencedores de los combates recibían diferentes tipos de premios (palmas, suculentas cantidades de dinero, joyas, armas, etc.) y, en ocasiones, se les concedía la rudis, una espada de madera que indicaba el retiro del gladiador y su reintegración en la sociedad como hombre libre.

Con motivo de la celebración de estos espectáculos también podían hacer su aparición las rivalidades existentes entre los habitantes de diferentes poblaciones, como nos lo pone de manifiesto Tácito: “… y a partir de una disputa sin importancia se produjo una terrible matanza entre colonos de Nuocera y de Pompeya, en el transcurso de unos juegos de gladiadores ofrecidos por Livineyo Régulo…”. Además del testimonio del escritor, también contamos con una representación pictórica mural de dicho acontecimiento. Esta pintura, destinada en su día a decorar una casa de Pompeya, en la actualidad se encuentra expuesta en el Museo Archeologico Nazionale de Nápoles. Este violento episodio tuvo tal repercusión que el Senado ordenó la prohibición de celebrar combates gladiatorios en la ciudad pompeyana durante un período de diez años.

Estos espectáculos los sufragaban mecenas inmersos en la carrera política o los propios emperadores. A pesar de gozar de una inmensa popularidad durante toda la época imperial, los juegos de gladiadores sostuvieron una dura competencia con las carreras de caballos que tenían lugar en el circo. Estas también poseían su dosis de violencia y resultaban, a menudo, accidentadas lo cual suscitaba el apasionamiento de los espectadores.

Los combates de gladiadores se celebraron por todo el Imperio romano y, a pesar de intentar suprimirse tras la adopción del cristianismo como religión oficial, todavía en el año 434 d.C. se acuñó un medallón de Valentiniano III con la representación en su reverso de una escena de munus. En el antiguo Imperio romano, la pasión por los combates gladiatorios se ve reflejada con un interés inusitado en los objetos de la vida cotidiana en donde aparecen representados: vajilla de mesa, lucernas, entalles de anillo, mangos de navaja, figuras de terracota, cantimploras, fíbulas, píxides, etc. Por otro lado, no podemos olvidarnos de las representaciones de estos personajes en mosaicos como, por ejemplo, los de Bad Kreuznach (Alemania), Augst (Suiza) o Zliten (Libia).

Cronología: Atendiendo a su tipología y al contexto arqueológico del yacimiento, esta pieza puede fecharse en algún momento entre los reinados de los emperadores Claudio y Nerón (41-68 d.C.). Para R. Knorr, la ornamentación consistente en combates de gladiadores hace su aparición en la TSG Drag. 30 en época de Nerón; por lo tanto, si se acepta su tesis, el fragmento recuperado en Santomé podría datarse en época neroniana.

Lugar de conservación: Este fragmento pertenece a los fondos del Museo Arqueolóxico Provincial de Ourense y se encuentra registrado con el número de inventario DX0012/55.

DESCARGAR DOSSIER Pieza del mes de abril. Gallego

MUSEO ARQUEOLÓXICO PROVINCIAL DE OURENSE
http://www.musarqourense.xunta.es/
PIEZA DEL MES
Abril 2018
Tomás Vega Avelaira

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