La utopía política: Fénelon
RESUMEN
Fénelon alcanzó un éxito duradero con su obra Les aventures de Télémaque. Sin embargo, su figura fue deformada por la posteridad. En este artículo se analiza la polémica religiosa en la que se vio envuelto (querella del quietismo), el pensamiento político y religioso, las ideas literarias y el ideal estilístico de este escritor polifacético que el siglo XVIII consideró, no con mucha exactitud, como uno de sus precedentes.
Educador, gran señor, político, Fénelon fue ante todo un hombre de Iglesia. La inmensa mayoría de su obra responde a un fin apologético: la literatura ocupa un espacio reducido (Dialogues sur l’éloquence [“Diálogos sobre la elocuencia”], Discours de réception à l’Académie [“Discuso de recepción a la Academia”], Fables [“Fábulas”], Dialogues des morts [“Diálogos de los muertos”], Les Aventures de Télèmaque [“Las Aventuras de Telémaco”], Lettre à l’Académie [“Carta a la Academia”]) e incluso en su mayor parte tiene un fin esencialmente didáctico. Fénelon era un escritor nato que, sin embargo, descuidaba la forma de sus obras: el Télèmaque, su obra más célebre, parece ser una composición precipitada, preparada con el único fin de instruir a su regio discípulo. A su muerte, la mayoría de sus obras permanecían inéditas. Los contemporáneos sólo conocieron una pequeña parte de sus escritos.
Porque pasó los últimos años de su vida exiliado en su arzobispado de Cambrai y escribió la Lettre à Louis XIV (“Carta a Luis XIV”), en la que responsabilizaba, con gran valentía, al rey de los males del país en su momento, el siglo filosófico deformó su imagen y vio en el gran prelado a uno de sus antepasados. La imagen del Fénelon “filósofo” aparece ya en el Télémaque travesti (“Telémaco parodiado”) de Marivaux, parodia de su obra, análoga a la que, años atrás, Scarron había hecho de la Eneida. Los hombres de la Revolución lo admiraron con entusiasmo, hasta el Fénelon ou les Reliques de Cambrai (“Fénelon o las Reliquias de Cambrai”, 1793), obra dramática de Marie-Joseph Chénier. Diríase que Fénelon debía su celebridad al hecho de haber sido condenado y exiliado en su diócesis a consecuencia de la querella del quietismo. Es cierto que su obra ofrecía aires de novedad, pero el Fénelon real pertenecía a la casta de los grandes señores y grandes hombres de Iglesia y habría observado con asombro y ceño reprobatorio lo que de él pensaba el siglo siguiente. Ni siquiera en Rousseau, con quien tantos puntos de contacto tenía –salvadas las distancias que separan al clérigo del laico–, habría reconocido a un lejano discípulo.
ISBN: 978-84-9822-409-2
Autora: Alicia Yllera Fernández
Extensión: 26 Págs.
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