La Literatura Latina Antigua en su desarrollo cronológico: la periodización
RESUMEN
La Literatura Latina Antigua, nacida en el siglo III a. C., tuvo un rápido desarrollo a partir de una imitación consciente de los modelos griegos que le sirvieron como base. Tras esos primeros pasos, gracias a ese hábil proceso de imitación y emulación, se forjó una vigorosa literatura, cuyo devenir estuvo influido necesariamente por los cambios sociales y políticos experimentados por Roma y su Imperio. En este tema se realiza un sucinto recorrido por los principales periodos en que podemos dividir esa rica literatura, desde sus remotos orígenes hasta alcanzar el siglo V d. C.
Es habitual en los estudios de historia literaria marcar etapas o periodos. Está claro que esta forma de actuar es muy útil desde un punto de vista propedéutico, pero la apreciación de las fronteras entre unos periodos y otros, y la caracterización de esas mismas etapas no es, por el contrario, una tarea sencilla. A la hora de marcar esos periodos, sería conveniente seguir exclusivamente unos criterios literarios, aunque es fácil dejarse influir por ciertos acontecimientos políticos y sociales, que necesariamente hubieron de afectar al desarrollo de la literatura. Aún teniendo en cuenta esto, es posible definir un periodo literario como un espacio de tiempo marcado por un sistema de normas y convenciones literarias, cuya introducción, difusión, modificaciones e incluso desaparición puede ser objeto de estudio.
Desde luego, esta división del grueso de la literatura latina en periodos o etapas es fruto de la historiografía moderna, pues en el mundo antiguo no existió la misma apreciación histórica que hoy tenemos; en el ámbito de la literatura, se operaba a través del estudio y la formalización del canon, susceptible de algunas variaciones, generalmente leves, a lo largo de los siglos. Este canon fue establecido por estudiosos, que volvieron sus ojos sobre el fenómeno literario con el afán de clasificarlo.
Así, se percibe la existencia de etapas dentro del desarrollo literario y, de acuerdo con una metáfora tomada de la vida humana, se habla del nacimiento, el florecimiento o punto culminante (la acmé de los griegos) y su consiguiente decadencia (que se equipara a la vejez). Dentro de esa visión, hay una tendencia común en desatacar que la mejor literatura, la más floreciente, es la que se sitúa en torno al siglo primero, justo en los momentos finales de la República y el periodo de Augusto.
Esto es, al menos, lo que señala el historiador Veleyo Patérculo al hablar de los autores del siglo de Augusto, pues opina que la literatura había alcanzado con ellos cotas tan altas que, en el futuro, sólo le aguardaba el descenso: “Es la emulación la que da vida a los ingenios, y ya la envidia, ya la admiración encienden el afán de imitar; es natural que lo que se ha buscado con el máximo empeño alcance la máxima excelencia, pero es difícil la permanencia en la perfección, y natural que retroceda lo que avanzar no puede” (I 17, 5). Sin embargo, la opinión de este historiador de la época de Nerón no fue asumida por todos los que le sucedieron, pues en el establecimiento del canon hubo también un lugar para autores que vivieron después de Augusto.
ISBN: 978-84-9822-159-6
Autora: Teresa Jiménez Calvente
Extensión: 40 págs.
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