El retrato imperial romano
RESUMEN
El retrato romano constituye la gran innovación del mundo antiguo en cuanto a escultura. Sin abandonar del todo esa cierta idealización de herencia helenística se comienza a representar al retratado con sus rasgos fisonómicos, aportando no solo un parecido real sino en ocasiones apuntando un rasgo especialmente significativo de su carácter. A medida que avanza el Imperio observamos en las diferentes dinastías unos rasgos específicos y propios que las caracterizan, sin abandonar nunca el principal objetivo de la imagen imperial, la propaganda, la exhibición publica del poder que emana de la casa imperial.
El retrato en la civilización romana constituye un capítulo específico dentro de la escultura. La escultura en Roma se ha considerado heredera de la griega en múltiples aspectos. De Grecia adoptará técnicas, motivos, héroes tanto reales como mitológicos, dioses… incluso posturas y vestimentas. El influjo griego es particularmente notable en la época helenística, cuando se acentúa el realismo en los rasgos fisonómicos, acentuando el parecido con el retratado tanto en sus rasgos físicos como espirituales. El ejemplo característico de este periodo son los retratos que Lisipo realizó de Alejandro. Es esta época donde se reflejan con mayor verismo los gestos de dolor, de sufrimiento, que experimenta el personaje rompiendo definitivamente con la impasibilidad del idealismo clásico griego.
El segundo gran influjo en la plástica del retrato romano lo recibe de la cultura etrusca. El realismo mostrado por las esculturas y sarcófagos se aparta del idealismo griego.
Tradicionalmente se afirma que el realismo romano proviene de la tradición republicana de las imago maiorum. Esto es la costumbre de las familias nobles de representar los rostros de los antepasados familiares a partir de mascaras de cera, o arcilla, obtenidas en el momento de la muerte. El rigor mortis acentúa los rasgos que aparecen más marcados, más realistas. Una vez realizada la escultura del rostro del difunto, se colocaba en un altar familiar donde recibía culto doméstico. Esto es narrado por Plinio XXXV 6: “Otras clases de imágenes eran las que se veían en los atrios de nuestros mayores. No eran obras de artistas extranjeros, ni eran de bronce ni de mármol, sino rostros hechos de cera, guardados cada cual en su correspondiente armario y destinados a figurar en el entierro de los miembros de la familia como imágenes de sus antepasados, pues a todo fallecido le acompañaban los familiares que le antecedieron” (García y Bellido, A. (1979), Arte Romano, pag 90).
ISBN: 978-84-9714-013-3
Autora: Paloma Aguado García
Extensión: 23 págs.
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