El Palacio de Correos y Telégrafos de Valencia.
Allá por 1914 el Ayuntamiento de Valencia convocaba un concurso de proyectos para el futuro Palacio de Correos y Telégrafos que ganaría finalmente el arquitecto zaragozano Miguel Ángel Navarro. El diseño del edificio monumental aunaba las más diversas influencias estilísticas, clasicismo, modernismo y ecos del barroco, un “estilo universal o Renacimiento modernizado, verdadero resurgimiento de los estilos clásicos…” según las palabras del propio autor en la memoria del citado proyecto.
El edificio, que ocupa una manzana irregular, se ubicaba en lo que fue el antiguo barrio de Pescadores intentando dignificar y sanear estos terrenos que se integraban en el nuevo centro cívico de la ciudad.
Las obras comenzaban el 19 de noviembre de 1915, pero la magnitud del edificio y algún que otro contratiempo retrasaron hasta 1922 su conclusión, como bien se informa en uno de los medallones de la fachada. De todos modos si se tienen en cuenta los materiales utilizados y las técnicas de edificación de esos años; ladrillos macizos y andamios de madera, poleas manuales para el levantamiento de materiales y carros de caballos para el trasporte de material, no se tardó tanto en consumar su levantamiento.
Hoy la construcción, con más de ochenta años de edad, luce de nuevo en todo su esplendor gracias a la reciente restauración, -dirigida por los arquitectos técnicos de Correos, José Miguel Sarriá y José Luis Montoliu-, que ha devuelto muchos de los elementos que el tiempo y las circunstancias cercenaron a esta obra monumental, como es la imponente torre de telecomunicaciones que corona el edificio. Una airosa torre metálica de 30 metros de altura, réplica de la original, diseñada por Miguel Ángel Navarro en piedra y acero, que cuenta en su interior con una escalera de caracol que da acceso al mirador, rematado por una esfera armilar. La rehabilitación ha servido también para reintegrar la imagen primitiva de las cúpulas de zinc de los chaflanes, policromadas y con revestimientos de pan de oro en lazos y guirnaldas como lo estuvieron en su día. Otro de los elementos suprimidos y hoy restituidos son los atlantes: siete bolas del mundo que remataban la fachada, descubiertas gracias a antiguas fotografías, y que han sido esculpidos por especialistas en Bellas Artes para poder sacar posteriormente las figuras con moldes.
Este edificio es monumental y simbólico en esencia. Desde un primer momento impresiona por su imponente fachada articulada por un orden gigante de columnas y pilastras jónicas. Si alzamos la vista e intentamos observar con atención los capiteles de las grandiosas columnas, podremos descubrir una de las constantes decorativas del edificio, un pequeño sobre con alas y unos sutiles rayos entre las volutas jónicas que simbolizan los sistemas de comunicaciones imperantes en la época, el postal y el telegráfico. Este será el tema principal de toda la decoración y de la iconografía de este Palacio de Correos; la rapidez, la eficacia y el gran alcance de las vías de comunicación establecidas por la compañía. Así en la fachada encontramos bajo el arco de entrada un conjunto escultórico de cinco figuras monumentales. Son las alegorías de los cinco continentes que simbolizan la comunicación internacional. En el remate dos atractivos grupos flanquean el reloj, en el de la derecha tres figuras aladas sobre un barco, con cartas y rayos telegráficos en las manos , representando las comunicaciones por mar, mientras que el grupo de la izquierda cabalga sobre una locomotora simbolizando la comunicación por tierra, todas ellas obra del artista Víctor-Hino.
El centro alrededor del cual se desarrolla toda la actividad del edificio es el Salón Principal, un espacio elíptico cubierto por una gran vidriera compuesta por 370 paneles y unas 3.500 piezas de vidrio emplomado que se desmontaron para su limpieza antes de la restauración. En el centro de esta gran cúpula de cristal policromo y ocultando un respiradero, el escudo de Valencia, de zinc y latón, de nuevo acompañado de cartas lacradas y rayos telegráficos. Repartidos por el perímetro exterior de la vidriera están los escudos de las 48 provincias españolas representando la cohesión territorial y social de la España de la época. Esta espectacular claraboya de hierro y cristal fue realizada por el taller de los Hermanos Maumé-Jean de Madrid, como se puede leer al pie de uno de los escudos. Este taller francés fundado en 1860, estaba y está especializado en vidrieras artísticas y mosaicos y acabó abriendo sucursales en Madrid, San Sebastián y Barcelona, ante la carencia de talleres cualificados en España.
Vistas pues las espléndidas cualidades de este Palacio de Correos y Telégrafos, les instamos a que no pierdan la oportunidad, la próxima vez que deambulen por la Plaza del Ayuntamiento, de encontrar, observar, y disfrutar de cada detalle de este espléndido edificio.
(c) Autora: María Jesús Blasco Sales