Julio González, Picasso y las fotógrafas Ilse Bing y Carrie Mae Weems, protagonistas de las nuevas exposiciones de la Fundación Mapfre, que podemos disfrutar desde finales de septiembre.
JULIO GONZÁLEZ, PABLO PICASSO Y LA DESMATERIALIZACIÓN DE LA ESCULTURA.
23 de septiembre- 8 de enero
Exposición organizada por Fundación MAPFRE con la colaboración del Musée national Picasso-Paris, la Comisión Nacional para la Conmemoración del 50 aniversario de la muerte del artista español Pablo Picasso y la González Administration.
PICASSO CELEBRACIÓN 1973-2023
Celebración Picasso 1973-2023: 50 exposiciones y eventos para celebrar a Picasso
El 8 de abril de 2023 se cumple el cincuenta aniversario del fallecimiento del artista español Pablo Picasso, evento que marcará la celebración de su obra y su herencia artística en Francia, España e internacionalmente.
Los gobiernos de Francia y de España han acordado trabajar conjuntamente en un programa de resonancia internacional a través de una comisión binacional que reúne a las administraciones culturales y diplomáticas de los dos países.
La Celebración Picasso 1973-2023 gira en torno a unas cincuenta exposiciones y eventos que se celebrarán en instituciones culturales de renombre de Europa y América del Norte que, juntas, abordan un análisis historiográfico de su obra. La conmemoración, acompañada de celebraciones oficiales en Francia y España, permitirá hacer un balance de las investigaciones e interpretaciones sobre la obra de Picasso, especialmente durante el importante simposio internacional en otoño de 2023 que, además, coincide con la apertura del Centre d’Etudes Picasso en París.
El Musée national Picasso-Paris y la Comisión Nacional española para la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso se complacen en apoyar este programa excepcional.
Celebración Picasso 1973-2023: 50 exposiciones y eventos para celebrar a Picasso.
PROYECTO
La exposición Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura tiene como objetivo realizar una revisión de la colaboración entre estos dos artistas durante el período 1928-1932, cuando Picasso requiere la ayuda técnica de su amigo Julio González para realizar el proyecto de un monumento funerario a Guillaume Apollinaire. Tradicionalmente, este trabajo conjunto ha sido considerado como el momento en el que se produce la «invención» de la escultura en hierro y, por lo tanto, la introducción de la abstracción en el territorio escultórico. La presente muestra plantea por vez primera cómo este hecho, uno de los hitos fundamentales en el arte internacional del siglo XX, no fue algo aislado y puntual, sino consecuencia de un proceso que «respondía a un impulso de transparencia y desmaterialización que agitaba, de diferentes maneras, la creación artística de finales de los años veinte y comienzos de los treinta», en palabras de Tomàs Llorens, comisario de la muestra en el origen de este proyecto.
- La exposición aborda uno de los grandes hitos del arte del siglo XX: la colaboración artística entre Julio González y Pablo Picasso
- El trabajo conjunto de ambos artistas se estudia como parte del contexto que da lugar a un nuevo tipo En ella los tradicionales conceptos de masa unitaria y volumen dejan paso a una voluntad de transparencia y una tendencia hacia la desmaterialización. La nueva escultura incorpora nuevos materiales y técnicas como el hierro y la soldadura y se constituye a través de planos, líneas y vacíos.
- El modernismo catalán se presenta como el origen de la amistad entre ambos artistas y como el entorno en que se sentaron las bases de sus respectivas trayectorias artísticas
- La exposición incluye algunas de las obras claves de la escultura moderna como la primera versión de Femme au jardin de Picasso realizada con la colaboración de González.
- La muestra refleja la trayectoria independiente de Julio González con respecto a La desmaterialización de los volúmenes y la integración de espacios vacíos, delimitados por líneas constituyen una de las más importantes aportaciones de González a la escultura del siglo XX.
CLAVES.
MODERNISMO CATALÁN.
En el clima artístico de la Barcelona tardomodernista se sentaron las bases de la amistad entre González y Picasso, y fue asimismo el contexto que marcó el futuro de sus respectivas trayectorias creativas.
El modernismo fue el movimiento, de vida breve pero intensa, que protagonizó la historia cultural catalana desde 1880 hasta la primera década del siglo XX. Su importancia estuvo ligada a la de dos nombres fundamentales, Antoni Gaudí y el primer Pablo Picasso —hasta su adscripción a las vanguardias parisinas a través del cubismo.
La manifestación principal del modernismo catalán se dio en el ámbito de la arquitectura y las artes decorativas, que, por primera vez en nuestro país, comenzaron a ser consideradas una disciplina dentro de las bellas artes. Este proceso vino avalado por el desarrollo de una Barcelona que pasó a experimentar las transformaciones de la Revolución Industrial y a convertirse en una ciudad cosmopolita y de gran apertura internacional. Los artistas e intelectuales vivieron con entusiasmo inicial la experiencia de la vida moderna en todas sus expresiones, para después, en el tardomodernismo, considerarla desde el rechazo. Se interesaron entonces por la vida de los pobres y desamparados, en una pintura que se tradujo en lo que hoy se conoce como
«miserabilismo». Además, artistas como Joaquim Mir, Joaquim Sunyer, Isidre Nonell o Pablo Picasso volvieron su mirada a un cierto primitivismo y clasicismo, una tendencia que tenía en las figuras de Puvis de Chavannes, Paul Gauguin y sobre todo el Greco a algunos de sus máximos exponentes.
JULIO GONZÁLEZ, DE ORFEBRE A ESCULTOR.
El oficio de orfebre y el de escultor están íntimamente ligados en la carrera de Julio González. Y no es menos cierto que la idea de reavivar oficios artesanos tradicionales, prácticamente perdidos desde la Edad Media, como es el caso de la orfebrería, es parte esencial del programa modernista que vivió el artista durante su juventud. Durante años, su hermano Joan y él trabajaron en el taller de su padre, Concordio González, artesano especializado en la forja del hierro y la orfebrería, un trabajo que, en el caso de González, sustituyó su formación en la escuela de bellas artes. Hoy sabemos que algunas de las joyas que allí realizó fueron enviadas a distintas ferias internacionales, piezas inspiradas en las formas de la naturaleza vegetal, en consonancia con las ideas de Ruskin. Tres años después de la muerte de su padre, los dos hermanos cerraron el negocio familiar para establecerse en París y hacer carrera como pintores. Sin embargo, la orfebrería o los encargos decorativos continuaron siendo la principal fuente de ingresos de Julio González durante toda su vida.
En 1913 abrió una tienda para la venta de joyas y objetos de arte el número 136 del Boulevard Raspail, y en sus primeros envíos de obras a los parisinos Salon des Indépendants y Salon d’Automne se inscribe como «pintor y orfebre». En 1918 entró como obrero en la fábrica de Renault, donde aprendería la técnica de la soldadura autógena, que emplearía en la nueva escultura en hierro que realizaría años más tarde. En 1929 presenta ya únicamente esculturas en hierro en el Salon d’Automne, manifestando así su opción definitiva por la esta disciplina.
DESMATERIALIZACIÓN DE LA ESCULTURA.
En la segunda mitad de la década de 1920 se desarrolla en París una tendencia general hacia la desmaterialización de los volúmenes de la escultura. Artistas como Jacques Lipchitz, Alberto Giacometti o Henri Laurens rechazan de este modo la tradicional concepción de la escultura de bulto redondo y expresan su preocupación por la transparencia a través de la disolución de los volúmenes en distintos planos con el fin de crear juegos de luces y sombras o incorporar el vacío a sus composiciones. Las obras que realizaron en colaboración González y Picasso participan de este «espíritu de época». Una década más tarde, el artista catalán lleva a su máxima consecución esta tendencia con lo que él mismo denominó «dibujar en el espacio», un dibujo que, formado por líneas metálicas, se materializa en la tridimensionalidad del espacio.
OBRAS DESTACADAS.
ISIDRE NONELL, DOS GITANAS, 1906.
Inscrita en lo que se ha dado en llamar «miserabilismo», Dos gitanas ejemplifica el interés de Nonell a principios del siglo XX por la vida de los pobres y marginados. Este tipo de pinturas, propias del modernismo tardío, se relacionan, tanto por su cromatismo como por su temática, con el «período azul» de Picasso, cuando el trabajo del malagueño se puebla de tipos populares como celestinas, prostitutas, mujeres encarceladas o locos. Es justamente en esta época cuando se forjan los lazos de amistad entre González y Picasso, en un período que va a marcar el futuro de sus respectivas trayectorias creativas.
JULIO GONZÁLEZ, EL BESO I, 1930.
El motivo del beso fue ampliamente desarrollado por Picasso en dibujos y pinturas durante la década de 1920. También es el tema de una de las esculturas más célebres de Brancusi, íntimo amigo de González por aquellos años (El beso, 1909, cementerio de Montparnasse). A pesar de ello, la escultura de González, realizada en 1930, cuando ya había terminado junto a Picasso la primera Mujer en el jardín, resulta completamente distinta, lo que demuestra que el escultor catalán seguía en su obra un camino independiente, al margen de su colaboración con el malagueño.
El beso I es una composición casi abstracta de planos rectangulares superpuestos y óvalos geométricos lineales. Esto la hace diferente no solo de todo lo que González había hecho con Picasso, sino también de cualquier otra escultura realizada por él mismo en esa época. Se trata de una obra que marca el grado más alto de abstracción que González iba a alcanzar y guarda relación con la aparición de distintos grupos artísticos que, surgidos en el París de los años treinta, promovían dicha tendencia, entre ellos Cercle et Carré. González, sin embargo, siempre se negó a abrazar la abstracción y en su obra vemos que el punto de arranque, siempre figurativo y centrado prácticamente en exclusiva en la figura humana, sigue estando presente en el resultado final.
PABLO PICASSO, FIGURA: PROYECTO PARA UN MONUMENTO A GUILLAUME APOLLINAIRE, OTOÑO DE 1928
La realización conjunta del proyecto que tenía como fin un monumento a Guillaume Apollinaire, proyecto para el que Picasso requirió la ayuda técnica de su amigo Julio González, debió de ocupar no más de quince o veinte jornadas de trabajo en común a lo largo de dos años. La obra que comentamos en estas líneas, de la que Picasso se sentía bastante satisfecho, no fue, sin embargo, del agrado del comité que le había hecho el encargo, a pesar de la incorporación del concepto de transparencia y de su posible monumentalidad. Se trata básicamente de una jaula en forma de paralelepípedo, alta y estrecha, realizada con alambres cortados en segmentos regulares, de la que los amigos hicieron cuatro ejemplares bastante similares entre sí.
PABLO PICASSO, MUJER EN EL JARDÍN, PARÍS, PRIMAVERA DE 1930.
Mujer en el jardín es la obra que mejor encierra la idea que tenía Picasso para el monumento a Apollinaire y una de las esculturas claves del siglo XX. A pesar de que existen algunos dibujos relacionados, la escultura fue fruto de la improvisación y su realización se ha relacionado con la lógica del collage cubista por la manera cómo se enlazan los distintos elementos. La obra, que retoma la idea de la esfinge, de gran tradición funeraria, está realizada en hierro y en su interior se incorporan objetos de distinto tipo. Una vez terminada la escultura junto a González, Picasso la pinta de blanco y pide al escultor que realice una copia exacta en bronce forjado (hoy en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) para poder presentarla en el exterior. Aunque ninguna de las versiones se materializó como monumento a su amigo, el malagueño nunca quiso desprenderse de estas obras y las conservó de forma permanente en su castillo de Boisgeloup.
JULIO GONZÁLEZ, PEQUEÑA MONTSERRAT ASUSTADA, C. 1941-1942.
Esta escultura forma parte de un conjunto de piezas y dibujos que tienen su punto de partida en la gran escultura La Montserrat de 1937, hoy en el Stedelijk Museum de Ámsterdam. Se trata de un motivo, el de la campesina, que Julio González desarrolla desde su juventud y que volverá a aparecer a lo largo de toda su carrera artística. Con el tiempo, «la Montserrat» se ha convertido en símbolo de la mujer catalana, de su resistencia, de su dolor y su protesta ante el horror y la barbarie de los conflictos bélicos de la época: la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Esta temática corre en paralelo a las mujeres del Guernica picassiano, así como a sus mujeres llorando. La experiencia vital compartida por ambos artistas durante este período se constata, así, en sus obras.
Más información: Fundación Mapfre