La literatura griega cristiana II: la patrística griega
RESUMEN
La existencia del amplio corpus textual que constituye la literatura cristiana de los primeros siglos de nuestra Era está directamente relacionada con el propio desarrollo del cristianismo en el marco histórico y cultural del Imperio Romano. Así pues, antes de entrar en una descripción de las diversas obras y autores que lo conforman, se hace preciso dar cuenta de algunas cuestiones previas que explican su desarrollo y sus peculiaridades.
Antes que describir el cristianismo primitivo como una realidad histórica y doctrinal unitaria, más bien habría que hablar de “los cristianismos” del Mundo Antes que una religión, el cristianismo es, ante todo, la manifestación de una experiencia, la de quienes asumen en sus vidas la resurrección de Cristo.
En efecto, independientemente de las diversas formas históricas que ha adoptado, el fundamento del cristianismo descansa en la idea de que Jesús de Nazaret, un profeta mesiánico y milagrero que ejerció su misión en Galilea y fue ajusticiado en Jerusalén durante el reinado de Tiberio, había resucitado. Ahora bien, ante la inexistencia de datos empíricos que den cuenta en el terreno de lo fáctico sobre qué puede ser la resurrección, es comprensible que semejante acontecimiento, un mito mitologizado ya en los relatos evangélicos, se prestase a multitud de interpretaciones1. Basten dos como ejemplo: para algunos, la resurrección se inscribía en un plan divino destinado a cumplir las profecías mesiánico-escatológicas que los profetas de Israel venían anunciando desde hacía siglos. En tal sentido, el significado y el alcance del acontecimiento “resurrección” se circunscribe al ámbito judío.
En cambio, hubo otros, en particular Pablo de Tarso, que consideraron que la resurrección tenía un significado muy distinto, en la medida en que ésta poseía un alcance de carácter universal de profundo significado teológico: la muerte y resurrección de Cristo iba más allá. Era la manifestación de un drama cósmico que había quedado finalmente resuelto: Dios había permitido que Jesucristo fuera sacrificado —así era interpretada su muerte en la cruz— con el fin de salvar a todos los hombres del pecado y su consecuencia, la muerte.
Cada una de estas dos posturas, que aquí despachamos de forma tan sumaria, dio lugar a multitud de desarrollos que matizaban, ampliaban y acentuaban doctrinalmente un aspecto u otro de la compleja relación entre las figuras del Jesús histórico y Cristo resucitado —asequible sólo desde la fe—, provocando así la proliferación en los primeros siglos de una multitud de grupos cristianos. A este respecto cabe señalar que las diferencias doctrinales entre estos grupos son infinitamente superiores a las que, a día de hoy, mantienen las diversas confesiones cristianas existentes, las cuales, en última instancia, derivan todas ellas de la ortodoxia fijada en el siglo IV. En efecto, la historia de las primeras fases de la primitiva Cristiandad ofrece una variedad taxonómica infinitamente más compleja y abigarrada que la de épocas posteriores, cuando, aniquiladas las doctrinas que proliferaron en los primeros siglos por la facción que recibirá el marchamo de la ortodoxia, predomina una uniformidad doctrinal de fondo.
ESQUEMA
1. Consideraciones generales
2. La literatura para-bíblica.
3. La literatura cristiana de los primeros siglos.
3. 1. Textos apologéticos y polémicos.
3. 2. Textos doctrinales.
3. 3. Textos exegéticos.
3. 4. Textos hagiográficos.
4. La literatura cristiana del siglo IV.
4. 1. Consideraciones previas.
4. 2. Juan Crisóstomo.
4. 3. Eusebio de Cesarea.
5. Bibliografía básica
ISBN: 978-84-9822-895-3
Autor: Gonzalo Fontana Elboj
Extensión: 40 págs.
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Gerardo –
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